Champán y habanos en Miami para celebrar la muerte de Fidel

Y en eso murió Fidel y los cubanos exiliados en Miami se echaron a la calle para celebrar la fiesta que llevaban 60 años esperando. “Todavía no sabemos qué va a significar, pero hoy teníamos que venir a celebrarlo al Versailles”, explica a eldiario.es la documentalista Adriana Bosch, que dejó la isla en los años 60.

El corazón de la Pequeña Habana en Miami, el restaurante Versailles de la calle Ocho –emblema del exilio– se llenó de banderas de Cuba, caceroladas, bocinazos, fuegos artificiales y cánticos: “Viva Cuba libre!”. Las primeras informaciones las recibieron algunos a través de las redes sociales y durante los primeros minutos hubo dudas sobre la veracidad de la noticia, tantas veces anunciada y posteriormente desmentida: “Esto ya nos pasó otras veces y salimos en vano, pero esta noche salió Raúl Castro y lo dijo. ¡Ya! ¡Ya sucedió! Lo vimos a él en persona”, contaba megáfono en mano Leonel Valladares, que se llevó a sus dos hijos pequeños a la fiesta. “Ellos recordarán la noticia más importante que todo cubano que se respete puede vivir, por eso los desperté y los traje”.

Valladares llegó a los Estados Unidos en los años 80, huyendo de la persecución que sufrió su familia “por ser católicos practicantes”, señala. El humo de los puros habanos flotaba en la entrada exterior del Versailles, rodeado de camionetas de televisiones locales y cientos de teléfonos móviles inmortalizando el momento.

Alguien abrió una botella de champán mientras el gentío gritaba entusiasmado a pesar de la lluvia, que calaba a ratos y se mezclaba con el vino espumoso: “Arriba, abajo, Fidel va al carajo”. Media decena de coches patrulla de la policía se instalaron en la calle Ocho estableciendo un cerco de unos cientos de metros donde la fiesta se prolongó durante horas sin incidentes y de forma pacífica.

El alcalde de Miami, el republicano Tomás Regalado, que llegó aquí en 1961, encadenaba ruedas de prensa improvisadas en los flancos del restaurante y repartía absoluciones sin penitencia para los festejos, reivindicando el derecho de los cubanos a celebrar una muerte: “Ni siquiera nosotros, que somos cristianos, debemos sentirnos abochornados por estar celebrando la muerte de un ser humano. Este es un ser humano que hizo mucho daño, que desbarató muchas familias, que ordenó la muerte de miles de personas y que no mereció haber nacido ni merecía vivir”.

Unas horas más tarde, varios miembros de la comunidad cubana matizaron que la celebración festejaba “la muerte de un símbolo, no de una persona”. Para muchos de los que se reunieron en la Pequeña Habana, la muerte de Fidel equivale al derrumbamiento de la Revolución. “Siempre hemos pensado que el día que muriera Fidel, algo iba a cambiar.

Fidel era el símbolo, el eslabón que lo unía todo. Queda Raúl, pero ya queda uno menos“ asevera el barítono Armando Naranjo, que llegó en balsa a los Estados Unidos en 1993. ”Raúl es más transigente, porque Fidel era el asesino más despiadado, la persona más sin límite“, añade Valladares. Los coros a sus espaldas les desmienten: ”Fidel, tirano, llévate a tu hermano!“La congresista Ileana Ros-Lehtinen, una de las voces más críticas con Fidel Castro en los Estados Unidos y favorable a mantener el embargo, llamaba a ”aprovechar el momento y ayudar a escribir un nuevo capítulo en la historia de Cuba: la de una Cuba libre, democrática y próspera“. ”Cuando los gulags cierren, se celebren elecciones, los presos políticos sean liberados y se restablezca la libertad, los Estados Unidos podrán legalmente levantar el embargo contra el régimen comunista de La Habana“, añadió.

El representante Mario Díaz-Balart, en una comparecencia ante los medios de comunicación, lanzó críticas a la política de Barack Obama hacia Cuba: “Vergonzosamente, el presidente Obama ha pasado los últimos ocho años tratando de ceder importantes ventajas al enfermo régimen de Castro”. La muerte de Fidel Castro coincide con la transición de la presidencia de Donald Trump, que durante la campaña electoral prometió deshacer la política de acercamiento de los Estados Unidos a la isla.

“La política ahora se va a tener que ajustar a la nueva realidad de una Cuba sin Fidel y con un Raúl Castro muy debilitado”, explicaba el alcalde de Miami. El estado de Florida fue decisivo en el resultado de las elecciones estadounidenses, y anoche en las calles de la Pequeña Habana se pasearon banderas de la campaña republicana ondeando junto a las cubanas y algunos disfraces de Donald Trump.

Se ha roto un vínculo entre el pasado y el presente, con nuevos escenarios políticos, y el epicentro de estos cambios está hoy en Miami, en el mismo lugar en el que Fidel Castro, en noviembre de 1955, vino a buscar apoyos entre los 26.000 exiliados que esperaban la expulsión de Fulgencio Batista. Fidel dio en Miami un encendido discurso con el que trataba de sumar apoyos a la Revolución y recaudó unos cientos de dólares para la causa. Hoy, 61 años más tarde su muerte ha sido coreada con júbilo: “Se fue, se va. Ni una plaza más”.