“La política es como la moda”, fueron las palabras que utilizó Christopher Wylie para explicar a Steve Bannon cómo se podían aplicar sus descubrimientos en gestión de datos para dirigir el voto o apuntalar ciertos comportamientos en el año 2014. En aquel entonces, Wylie tenía 24 años y estaba realizando un doctorado sobre la previsión de tendencias de la moda.
A Bannon –director de Breitbart News y después jefe de la campaña de Donald Trump– que estaba en Reino Unido apoyando al líder del Ukip Nigel Farage en la campaña para sacar a Reino Unido de la UE, le fascinaron las teorías del joven canadiense que, con apenas 24 años, ya había trabajado para la oposición de su país natal, para un asesor de Obama y para los Liberal Demócratas en Reino Unido.
Si la política era como la moda y podían contar con un genio como Wylie en esta rama del conocimiento de datos, quizá fuera posible idear una herramienta de guerra psicológica capaz de ganar unas elecciones. Bajo la dirección de Alexander Nix, crearon Cambridge Analytics, cuyo nombre recordaba a la investigación académica, pero cuyo objetivo era mucho más perverso: acceder a la información de la gente para utilizar su datos de una manera ilegal e influir en su voto.
El primer paso era recabar información personal del mayor número de gente posible a través de Facebook para trazar un perfil de los intereses de los votantes en EEUU, para eso utilizaron la app 'thisismydigitallife'. Recolectaron datos sobre sus ideas, aspiraciones y gustos y los de todos sus contactos para después volver a dirigirse a estos usuarios, pero con anuncios dirigidos a cambiar o apuntalar su opción política.
Descubrieron que podían “cambiar la mente de las personas, no a través de la persuasión, sino a través del dominio de la información”, explilca Wylie en una extensa entrevista para The Guardian. Para ello se utilizaba una mezcla de rumores, desinformación y noticias falsas, esas que tanto indignan a Donald Trump.
“No paro de pensar en qué habría pasado si hubiera aceptado un trabajo en Deloitte. Ellos me ofrecieron uno. Si simplemente hubiera aceptado otro trabajo, Cambridge Analytica no existiría. No tienes ni idea lo mucho que pienso en esto”, dice el joven de pelo rosa que se define a sí mismo como el “gay canadiense vegano que terminó creando la herramienta de guerra psicológica del exasesor y exjefe de estrategia del presidente”.
La empresa consiguió la información de 50 millones de perfiles de Facebook violando las normas de la compañía de Zuckerberg y aprovechándose de la pasividad de la empresa a la hora de proteger los datos de sus usuarios. “Facebook podía ver lo que estaba sucediendo”, asegura Wylie. “Sus protocolos de seguridad se activaron porque las aplicaciones de Kogan estaban sacando esa enorme cantidad de datos, pero al parecer Kogan les dijo que eran para uso académico. Entonces ellos dijeron: bien”.
Abusos infantiles y déficit de atención
Wylie se crió en la Columbia Británica, sufrió abusos cuando era un niño, no llegó a terminar el instituto y, durante su adolescencia, le diagnosticaron trastorno por déficit de atención y dislexia. Los que le conocen dicen de él que va unos doce pasos por delante que el resto y que es un poco “maquiavélico”. Una infancia y una adolescencia problemática no impidieron que a los 17 años estuviera trabajando para el líder de la oposición canadiense. A los 19 aprendió a programar código de forma autodidacta y a los 20 llegó a Londres, para estudiar Derecho en la London School of Economics.
Bannon supo al instante que estaba ante un genio. Así que a su vuelta a EEUU no dudó en contactar con Robert Mercer, multimillonario e importante donante republicano al que le entusiasmó la idea de comprar grandes cantidades de datos para poder llevar a cabo ciertas “operaciones de información”. Wylie tuvo la idea y fue el que supervisó toda la operación.
“En política, el hombre que tiene el dinero suele ser el más tonto de la sala”, explica desde Canadá para The Guardian. “Con Mercer fue al revés. Habló muy poco, me escuchó realmente, quería entender lo que le estaba explicando. Y quería pruebas de que funcionaba”.
Wylie dejó Cambridge Analytica en 2014. Cuando Bannon se convirtió en el jefe de estrategia de Trump y la empresa matriz de Cambridge Analytica, SCL, consiguió contratos con el Departamento de Estado de EEUU se asustó: “Es una locura. La compañía ha creado perfiles psicológicos de 230 millones de estadounidenses ¿Y ahora quieren trabajar con el Pentágono? Es como un Nixon con esteroides”.
Wylie es ingenioso, profundo, convincente y ácido. Se arrepiente de lo sucedido, nunca fue del todo consciente de la envergadura de su descubrimiento. Considera que no se puede permitir una guerra de información dentro de una democracia. Ahora, de nuevo desde Canadá, trata de deshacer lo que un día puso en marcha, aunque todo esto le cueste una demanda por romper un acuerdo de confidencialidad y por señalar a los mismísimos Steve Bannon y Robert Mercer.