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Análisis

Claves del golpe de Estado en Níger: intereses extranjeros y amenaza de intervención armada internacional

El golpe de Estado que un grupo de militares, con el general Abdourrahmane Tchiani a la cabeza, dio el pasado miércoles en Niamey ha provocado un impacto que afecta no sólo a la estabilidad de Níger, sino también a toda la región del Sahel, con el riesgo real de que pueda acabar provocando una guerra regional con implicación directa de actores externos.

Para poder entender lo ocurrido y vislumbrar algunas de las consecuencias que puede tener tanto la voluntad de los golpistas por aferrarse al poder como el ultimátum de una semana lanzado por la CEDEAO (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental) para restituir al presidente Mohamed Bazoum, conviene fijar la atención en estos puntos:

Níger: pobreza y democracia

En clave socioeconómica, Níger es uno de los países más pobres del planeta, con más del 60% de sus 25 millones habitantes malviviendo por debajo del umbral de la pobreza, a pesar de ser el cuarto productor mundial de uranio. Es el tercer país del mundo con el peor Índice de Desarrollo Humano, una clasificación del desarrollo de los países que no tiene en cuenta únicamente los criterios económicos.

En términos políticos, y a diferencia del perfil golpista de los gobiernos de muchos de sus vecinos, Níger figura como una democracia parcialmente libre capaz de llevar a cabo una sucesión relativamente pacífica del poder. Aun así, arrastraba una cadena de cuatro golpes de Estado y varias intentonas desde su independencia de Francia en 1960 (la última en marzo de 2021, tan solo unos días antes de que Bazoum tomara posesión del cargo).

Sus fuerzas armadas apenas cuentan formalmente con unos 12.000 efectivos, aunque el propio presidente Bazoum sostenía recientemente que llegaban hasta los 40.000, añadiendo diversos grupos paramilitares; insuficientes en todo caso para garantizar la seguridad de un país de 1,2 millones de kilómetros cuadrados y con 5.500km de fronteras en el que grupos yihadistas ligados a Al Qaeda (como el Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes, JNIM) y a Dáesh (como el Estado Islámico del Gran Sáhara) aumentan su presencia a ojos vista.

Quiénes son los golpistas

Los golpistas han actuado fundamentalmente en defensa de sus intereses personales. Como en tantas otras ocasiones, han pretendido dar una pátina patriótica a su asonada, con una plataforma artificial como el Consejo Nacional para la Salvaguarda de la Patria (CNSP), que se supone que han creado para luchar contra la corrupción reinante y para hacer frente de manera más efectiva a la inseguridad.

Más allá de cualquier disfraz ideológico, es inmediato constatar que Tchiani, hasta ahora jefe de la Guardia Presidencial, se ha movido en un intento por adelantarse a los intensos rumores sobre su inminente reemplazo al frente de esa unidad de elite.

En definitiva, un golpe que busca poder y prebendas y que ha contado a su favor con una parte de la población crecientemente crítica con un Gobierno incapaz de mejorar su bienestar y seguridad y con un presidente (exministro de Interior y responsable de la represión ejercida en estos pasados años) cada vez más impopular.

Intereses franceses y de EEUU

Tchiani y los suyos buscan legitimación mientras que Estados Unidos y Francia, por un lado, como Rusia, por otro, también mueven ficha. En principio, tanto Washington como París parecían contar con cierta ventaja, no solamente porque la mayor parte de los mandos militares nigerinos han sido formados por ellos, sino también porque ambos países han logrado crear sólidos intereses mutuos en Niamey.

EEUU tiene la base aérea de drones de Agadez, que le permite tener ojos sobre el terreno para responder a la amenaza yihadista y estar al día de los movimientos migratorios y los comercios ilícitos. Por su parte, una empresa estatal francesa explota varias minas de uranio en el país (alrededor del 24% del uranio utilizado en Europa viene de Níger. En el caso de Francia, ese porcentaje es del 15%) y París tiene además un contingente militar estimado en unos 1.500 efectivos.

Rusia tiene mucho menos que ofrecer en términos comerciales, de ayuda o de inversión, pero en un contexto de creciente oposición al tradicional dictado francés sobre los países sahelianos –que ya ha derivado en su salida forzada de Malí y Burkina Faso–, a Moscú se le presenta ahora la ocasión de aumentar su presencia, con el grupo mercenario Wagner como punta de lanza, sobre todo si los golpistas se ven necesitados de apoyos militares para sostener sus posiciones. En alguna movilización popular a favor del golpe se han visto ondear banderas rusas, en línea con lo sucedido también en Mali y Burkina Faso.

Un ultimátum con “uso de la fuerza”

La CEDEAO ha pedido la restitución del presidente Bazoum. “En caso de que las demandas de las autoridades no se cumplan en una semana [CEDEAO] tomará todas las medidas necesarias para restablecer el orden constitucional”, señalaba este domingo la organización regional en un comunicado, entrando así en una retórica mucho más dura que la empleado con ocasión de los golpes sufridos en Burkina Faso, Guinea y Malí.

Su postura, sin embargo, puede acabar desencadenando un desastre aún mayor. Tanto EEUU como la UE han mostrado su apoyo explícito al comunicado de la CEDEAO, que para algunos transmite presiones de Washington y París para no perder una influencia que podría acabar favoreciendo a Moscú.

Por otro lado, la organización ha designado como mediador al chadiano Mohamat Deby, líder de una junta militar de un país que ni siquiera es miembro de la CEDEAO y que es visto como demasiado próximo a Francia y al CNSP.

Más allá de las enormes dudas que hay sobre la capacidad de los 15 miembros de la CEDEAO para desplegar una fuerza militar en Níger –solo Nigeria estaría en disposición teórica de hacerlo, pero tiene a sus fuerzas armadas ya embebidas en sus propios problemas–, un paso de esas características podría crear un nuevo juego de poder entre potencias internacionales rivales.

Suspensión de la ayuda

La UE ha suspendido la ayuda económica y la cooperación en materia de seguridad con Níger y EEUU ha amenazado con hacer lo mismo. Se trata de un elemento importante y de imprevisibles consecuencias en términos geopolíticos, ya que, según la OCDE, la ayuda occidental supone en torno al 10% del PIB del país. Lo seguro es que sus habitantes acabarán sufriendo las consecuencias. La ONU ha dicho que el golpe no ha afectado a sus entregas de ayuda humanitaria.