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ANÁLISIS

Claves de la victoria de la ultraderecha en el este de Alemania: del shock en el Gobierno de Scholz a las posibles coaliciones

Un grupo de personas sostiene una pancarta en la que se lee "¡Parar a AfD!" durante una manifestación contra la ultraderecha.

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Los resultados históricos de las elecciones regionales en Sajonia y Turingia golpean a Berlín como un tsunami a una isla en medio del océano. La inapelable victoria la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) ha dejado todavía más aislada y débil a la llamada ‘coalición semáforo’ –socialdemócratas, verdes y liberales– que lidera el canciller Olaf Scholz, cuyo Gobierno es el peor valorado de la historia de la República Federal. Solo un 20% de la ciudadanía se muestra “contenta” con su desempeño, algo que se confirma cada vez que se abren las urnas en Alemania.

Las elecciones de este domingo no han hecho más que corroborar lo que ya vaticinaban todas las encuestas. Los tres partidos de gobierno mantuvieron hasta el último momento la esperanza en que la movilización les permitiese entrar en los dos parlamentos regionales. Nada más lejos de la realidad: solo los socialdemócratas consiguen tener presencia parlamentaria en los dos estados. Los liberales del FDP quedan pulverizados y los ecoliberales de los verdes solo tendrán representación en el Parlamento sajón.

Shock en la 'coalición semáforo'

Las reacciones de los partidos del Gobierno de coalición suenan a disco rayado. Ya se escucharon tras el mal resultado de las europeas o después de las elecciones regionales en Baviera y Hesse del pasado año. “Todos los partidos democráticos están ahora obligados a formar coaliciones sin AfD”, ha declarado Scholz a la agencia Reuters. “Los resultados electorales del domingo son amargos también para nosotros. Sin embargo, el SPD se mantiene unido”, dice el canciller, que incluso celebra que su partido no haya quedado fuera de los dos parlamentos regionales. El mandatario no hace autocrítica ni un análisis público y profundo de las razones que explican que un tercio de los electores en Sajonia y Turingia haya votado a un partido que raya con el neonazismo.

Las declaraciones de los verdes y los liberales van en la misma dirección. Ricarda Lang, integrante de la dirección del partido ecologista, considera que la reacción debe ser ofrecer “seguridad” a la población y que la protección del clima sea “más social”. El presidente de los liberales del FDP, Christian Lindner, considera que la debacle de su partido responde a la mala imagen que proyecta la ‘coalición semáforo’, enzarzada en rencillas internas que se airean posteriormente a través de filtraciones a la prensa alemana. Los partidos del Gobierno de Scholz no muestran, por tanto, señal alguna de autocrítica sobre medidas concretas respecto a la guerra en Ucrania, la inflación o la debilidad de la economía alemana, por citar tres asuntos que han marcado la campaña en Sajonia y Turingia. Es como si un estado de shock se hubiese apoderado de la coalición encabezada por Scholz.

La gobernabilidad pasa por coaliciones

Mientras el Ejecutivo federal intenta recuperarse del correctivo electoral, ya han comenzado las quinielas para formar gobiernos regionales en Sajonia y Turingia. La gobernabilidad pasa inevitablemente por las coaliciones, porque ningún partido tiene mayoría necesaria para gobernar en solitario. Puesto que ninguna de las formaciones políticas se muestra de momento abierta a pactar con la ultraderecha, la gobernabilidad de los dos estados germanoorientales pasa inevitablemente por la entrada en los gobiernos de la Coalición Sarah Wagenkecht (BSW, en sus siglas en alemán), el partido fundado el pasado enero por la exlíder de los poscomunistas de La Izquierda. 

Los democristianos de la CDU parecen obligados a sondear una coalición con la BSW en los dos estados si quiere gobernar con mayoría parlamentaria. En Sajonia, esa coalición tendrá que ser completada por los socialdemócratas del SPD para ello. En Turingia, la situación es más complicada: la victoria de la ultraderecha –con más de 32% de los votos y más de un tercio de los diputados–, obliga a la CDU a sumar los poscomunistas de La Izquierda a una posible coalición con la BSW. De esta forma, los conservadores estarían rompiendo su particular “cordón sanitario” hacia los poscomunistas.

“Cordón sanitario” agrietado

Esa probable coalición entre CDU, BSW y poscomunistas –en parte herederos del partido único de la desaparecida Alemania socialista oriental– supondría la ruptura de un tabú dentro del conservadurismo alemán. Analistas creen que la fractura de ese “cordón sanitario” hacia La Izquierda podría dar argumentos a las voces democristianas que piden desde hace tiempo abrirse a una coalición con la ultraderecha de AfD.

Lo cierto es que hace tiempo que el llamado “cordón sanitario” o “muro de contención” ante la ultraderecha tiene serias grietas en las federaciones orientales de la CDU. La llamada crisis de Turingia de 2019, tras las anteriores elecciones regionales, así lo demostró: democristianos y ultraderechistas votaron entonces conjuntamente para hacer primer ministro del estado al candidato del minoritario FDP y evitar así que Bodo Ramelow, líder de La Izquierda, mantuviese el cargo. 

Angela Merkel, todavía canciller federal por esos días, intervino, impuso con mano de hierro la disciplina de partido y obligó a la federación democristiana de Turingia a dar marcha atrás. Aquello supuso una seria advertencia de lo que podía venir en el futuro. Los resultados de este domingo en Sajonia y Turingia suponen un nuevo paso en la normalización de una formación como AfD, cuya historia ha estado marcada por la radicalización sin freno y también por el avance electoral. 

El próximo test para el Gobierno alemán y para el resto de partidos llega en solo 20 días: el estado federado de Brandeburgo, que rodea la isla urbana y liberal de Berlín, está llamado las urnas. La ultraderecha de AfD tiene de nuevo buenas cartas para ser primera fuerza, según las encuestas. El próximo tsunami político parece programado para el conmocionado Gobierno de Scholz.

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