Tres años después de la salida del Reino Unido del mercado único europeo, el comercio entre este país y sus antiguos socios de la UE se ha desplomado y cada vez va a menos, según un informe publicado este martes. Los británicos dependen más de sus frágiles redes locales, y esto ha provocado el empobrecimiento del país y episodios de escasez en los supermercados, en particular fuera de Londres.
Entre 2021 y 2023, las exportaciones del Reino Unido a la UE bajaron un 27% y las importaciones, un 32%, según un estudio de la Universidad de Aston, en Birmingham. El bajón se nota tanto en la cantidad como en la variedad de bienes y servicios intercambiados y coincide con datos publicados por el Gobierno y por otros estudios académicos.
La novedad de este análisis es que subraya el empeoramiento de la situación en contra del supuesto de que, tras el shock inicial, empresas y ciudadanos se acostumbrarían a los nuevos requisitos y las relaciones se retomarían con más normalidad. Esto no ha sucedido, y el acuerdo comercial que firmó la UE con el Reino Unido sigue siendo un obstáculo por la burocracia extra para evitar pagar aranceles y los requisitos a los que no se han adaptado los productos británicos. Uno de los sectores más afectados es el de la alimentación.
“Los impactos negativos del acuerdo de comercio y cooperación se han intensificado a lo largo del tiempo, y 2023 muestra declives comerciales más pronunciados que los años anteriores”, dice el informe. “Esto sugiere que la transición en las relaciones comerciales entre el Reino Unido y la UE post-Brexit no suponen una mera disrupción a corto plazo, sino que refleja cambios estructurales profundos que probablemente persistirán”. Los datos son aún más llamativos si se considera que en los años anteriores las economías estaban paralizadas en ciertos aspectos por la pandemia.
Requisitos retrasados
Y esto sucede cuando ni siquiera se han puesto en marcha todos los requisitos del acuerdo, que suponen más papeleo y obstáculos en la frontera. Por ejemplo, el Gobierno británico ha decidido volver a retrasar los controles para frutas y verduras compradas en la UE que tenían que haber entrado en vigor a finales de octubre y ya han sido aparcados tres veces. El último retraso los había colocado en enero de 2025, pero el nuevo Gobierno laborista, temeroso de la escasez que ya sufren periódicamente los supermercados británicos y de la subida de precios, ha vuelto a posponer los controles al menos seis meses más.
El Reino Unido no ha conseguido tampoco sustituir el comercio con sus vecinos por relaciones con otros bloques como Estados Unidos, con quien no ha logrado firmar un nuevo pacto de intercambio. La bajada de la relación con la UE supone que el país sigue perdiendo peso y riqueza.
El plan de Keir Starmer para sostener y mejorar los deteriorados servicios públicos se basa en la esperanza de que el Reino Unido crezca más, pero esto es cada vez más difícil por la desconexión con su principal mercado. El Reino Unido sigue comprando la mitad de los bienes del exterior en la UE, mucho más de lo que adquiere en su segundo mercado, China (el 13%), y en Estados Unidos (el 12%). Y le pasa lo mismo con lo que vende a otros países.
“Sin intervenciones políticas urgentes, la posición económica del Reino Unido y su lugar en el mercado global seguirá deteriorándose”, explica el economista Jun Du, autor principal del informe.
Acercamiento con ajustes menores
Starmer prometió acercarse a la UE, pero sus propuestas no incluyen volver al mercado único y, sin dar ese paso, los ajustes que puede negociar sobre el acuerdo comercial con Bruselas son menores. Ni siquiera las ideas aparentemente más sencillas, como un acuerdo de movilidad para los jóvenes y los músicos que van de gira, están avanzando, entre otras cosas por el desinterés en Bruselas por hacer acuerdos a la carta para los británicos de poco alcance.
Los académicos recomiendan que el Gobierno británico intente negociar con la UE mejoras en algunos sectores específicos como el agrícola y el textil, digitalice los procesos en la frontera, se integre en los sistemas comunitarios y adapte la regulación británica a la europea.
“La divergencia de los estándares regulatorios entre el Reino Unido y la UE ha creado barreras comerciales significativas. Los esfuerzos para reducir diferencias innecesarias, en particular en sectores muy regulados como el químico y el farmacéutico, pueden reducir de manera significativa los costes”, dice el informe. Esto último ya lo ha sugerido el Gobierno actual en relación a estos sectores, si bien la independencia total en las decisiones regulatorias de la UE era una de las supuestas ventajas que defendían los partidarios del Brexit. El informe también recomienda fortalecer las redes locales, apoyar a las pequeñas y medianas empresas e intentar firmar acuerdos comerciales con otras regiones.
El Reino Unido y la UE tienen que revisar la aplicación de su acuerdo comercial a finales de 2025, pero la Comisión Europea ya ha indicado que no quiere reabrir lo pactado más allá de algunos ajustes. “El Reino Unido no tiene mucho que poner encima de la mesa... Desde el punto de vista de la UE, el acuerdo no está nada mal”, explicó este martes Jill Rutter, experta en el Brexit del think-tank UK in a Changing Europe, en un evento sobre hasta qué punto puede cambiar el nuevo Gobierno la relación con la UE.
La mayoría de la población británica cree que las desventajas del Brexit superan a las ventajas, según una encuesta de YouGov de agosto. Si hubiera un referéndum para volver a la UE, el 59% dice que votaría que sí, mientras que el 41% asegura que votaría en contra. Pero la mayoría también cree que, sin consulta pública previa, Starmer no tiene ahora un “mandato” para intentar que el Reino Unido vuelva a la UE.