Confidencial, el diario requisado y ocupado por la policía de Nicaragua que sobrevive en la semiclandestinidad de una habitación de hotel

Alberto Arce

Managua, Nicaragua —
  • Dos veinteañeros mantienen vivo desde un hotel de Managua el diario Confidencial mientras esperan que la policía del Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo los detenga en cualquier momento

Wilfredo Miranda, de 25 años y Néstor Arce, de 26, no pierden la lucidez ni la capacidad de trabajo pese a lo complejo de su situación. Tampoco aceptan la palabra miedo. Bromean, responden llamadas o transcriben una entrevista que su director, Carlos Fernando Chamorro, le ha hecho al escritor Sergio Ramírez mientras anotan reacciones, eligen citas o suben fotos del encuentro a sus redes sociales. Escriben desde la habitación que comparten en un hotel con las dos computadoras y varias mochilas que han logrado salvar de la redacción de Confidencial, violentada, saqueada, clausurada y ocupada por las fuerzas especiales del Gobierno de Daniel Ortega desde la madrugada del viernes.

El ambiente es tenso.

- “Que no llamés al teléfono de la empresa”, responde Wilfredo con voz firme a alguien que quiere hablar con él. La policía se ha llevado junto a los equipos el registro de todos sus números y son conscientes de lo fácil que resulta monitorearlos.

- “¿Mirá vos, y por qué no te vas del país?”, le dice a Néstor una amiga por teléfono.

- “Que no me quiero ir…”

- “Vos lo que querés es ser héroe”

- “No, tengo que seguir haciendo mi trabajo”.

Y así pasan la tarde del domingo. Con la presión del exilio o la detención en la nuca, conectados a los servidores del periódico, alojados fuera de Nicaragua,  respondiendo no solo al teléfono sino al zumbido constante de sus redes sociales, que no los abandona ni para darles muestras de apoyo ni para recibir amenazas e insultos. Están aislados, medio escondidos, asustados y cansados. Pero no titubean un segundo. 

“Ya se han ido varios colegas que han renunciado por miedo a las presiones contra ellos y sus familias” explica Wilfredo, responsable de investigaciones como “Disparaban a matar”, una denuncia del uso de francotiradores contra civiles, sin tiempo para levantar la vista del teclado. “Yo decido quedarme porque tengo un compromiso periodístico y también con Nicaragua. Hemos andado en las calles capeando balas, hemos visto caer a muchos. Yo no lo puedo dejar. Esta es la historia de una revolución pacífica aplastada a bala por un régimen familiar dispuesto a cualquier cosa por mantenerse en el poder”. 

Mientras decenas de miles de nicaragüenses han optado por salir del país desde que comenzaron las protestas contra el Gobierno a principios de año, Wilfredo y Néstor han abandonado sus hogares en dirección al exilio interior y la semiclandestinidad desde la que redactan el periódico para el que trabajan. Sus familias no cesan de recibir llamadas intimidantes, visitas de la policía o ataques a pedradas. Incluso la pareja de Wilfredo, que ha venido al hotel a traerle ropa limpia, ha dejado su casa por seguridad. Han renunciado a sus coches y se mueven poco, con discreción y ciertas medidas de seguridad. Saben que los siguen. Hay partidarios del Gobierno que los reconocen e insultan, les sacan fotos, informan de sus actividades. La caída puede llegar en cualquier momento.

Pero eso no derrota a Néstor por un segundo. “Este el momento para ser testigo y periodista de la transición a la democracia que tantos ciudadanos de este país esperan. Yo doy clase de periodismo en la UCA (Universidad Centroamericana) y no quiero tener que decirles dentro de 10 años a mis alumnos que me fui en este momento de nuestra historia aún sabiendo que esto me acarrea intimidación amenazas, cárcel o incluso muerte”.

Tras meses de represión que han dejado más de 300 muertos y cientos de presos políticos, la situación en Nicaragua ha desembocado en una aparente victoria del Gobierno. La calma, falsa, de terrazas repletas, avenidas decoradas de motivos navideños y relativa normalidad esconde una dictadura de nuevo cuño: el Gobierno, apagada a sangre y tiros la protesta callejera y desarmados los tranques en las carreteras a base de más sangre y más tiros, encarcelamientos o una huida masiva de jóvenes activistas a la vecina Costa Rica, se ha enfocado ahora en la persecución selectiva –vía decretos que instauran el estado de excepción– de las últimas voces disidentes que quedan en Nicaragua. 

La hoja de ruta es clara: si primero fue disparar, ahora toca señalar, amenazar, asustar y forzar al exilio a quienes se quedaron. Si eso no funciona, clausurar organizaciones y medios, requisar equipos y oficinas y detener a periodistas y activistas. Los dos reporteros de Confidencial lo entienden y están listos para asumir lo que suceda. Wilfredo saca su celular y muestra los memes que circulan por las redes.

El último, de esta misma mañana, muestra su foto y dice: “Se busca”. Lo acusa de terrorista mediático, y pide que “donde lo vean favor reportarlo o capturarlo”. Circula desde una página de Facebook llamada 100% Verdad, uno de tantos boots propagandistas del Gobierno. Otro, más trabajado y de hace unos días, que también lleva amenazas y viene firmado por la Tropa Digital Pablo Úbeda muestra la foto de una cena con su pareja en un restaurante. El mensaje es claro: allá donde vayas, te estamos mirando. En el caso de otro de los redactores de su periódico, Carlos Salinas, han apostado hombres en la puerta de su casa que lo siguen. A otros los han golpeado. La represión no se ha volcado solo contra ellos. Ángel Gahona, un periodista de Bluefields, fue asesinado durante las protestas contra el gobierno. A Miguel Mora, director y propietario de 100% noticias, lo han detenido en seis ocasiones durante el último mes.

El asalto al diario

La última ola represiva de la pareja presidencial se ha desencadenado sin esperarlo, dice Néstor. Después de tantos meses de protestas, asesinatos, detenciones y exilios en Confidencial habían empezado a acostumbrarse a seguir trabajando sin esperar el cierre pese a las intimidaciones. Todo cambió el 12 de diciembre cuando el gobierno aprobó un decreto en el que privaba de personalidad jurídica y confiscaba sus bienes y oficinas a nueve organizaciones no gubernamentales de derechos humanos y desarrollo a las que acusa de haber participado en un intento fallido de golpe de estado, promover el terrorismo y los crímenes de odio. Una de esas organizaciones, CINCO, una pequeña consultora de comunicación que en el pasado –hace más de diez años- estuvo vinculada a Confidencial es el vínculo al que imaginan -porque nadie ha dado aún una razón- que el gobierno se ha agarrado para clausurar el diario y confiscar sus bienes e instalaciones por la vía de la patada, literal, en la puerta sin mostrar un documento, una firma o un responsable al que apelar o reclamar. 

Néstor explica que el jueves por la noche llegó a la redacción de Confidencial un vehículo con civiles. “Le dijeron al guardia de seguridad que se había reportado un robo. A la media hora se les sumaron varias patrullas y un microbús. Rompen el portón, retienen al guardia, le quitan el celular para incomunicarlo, quiebran las cámaras de seguridad, entran uno por uno a todos los despachos forzando las puertas y se lo llevan casi todo”.

A eso de las tres de la madrugada una de las empleadas, que tiene acceso al sistema de seguridad a través de su teléfono, se despertó y descubrió que habían dejado de funcionar. En un par de horas pudieron confirmar la noticia que temían. Cuando se hizo de día y llegaron a las oficinas se las encontraron rodeadas por una cinta roja que decía “Policía Nacional de Nicaragua”.

La lista de lo requisado es larga, treinta computadoras, equipo de edición, cámaras, radios, documentos contables y de administración. Se tomaron el tiempo de cortar los cables del estudio de televisión desde el que se emiten programas como la entrevista de Carlos Fernando Chamorro a Sergio Ramírez que redactan esta tarde escondidos en el hotel. Néstor y Wilfredo lograron recuperar las dos computadoras con las que ahora trabajan antes de que la policía regresara. “Pensaron que eran solo pantallas por eso no se las llevaron”, explica Néstor.

Al día siguiente, el viernes, el director de Confidencial, Carlos Fernando Chamorro, acompañado de su esposa y varios periodistas, trató de ingresar a las instalaciones del periódico. No lo logró. Como tampoco consiguió que los policías que ya lo ocupaban le mostraran ningún documento que justificase su presencia, en calidad de invasores armados, en un edificio que es propiedad de una empresa privada.

No cejó en el intento y la mañana del sábado, acompañado de varios de sus periodistas se dirigió a la sede la policía a pedir explicaciones por lo sucedido. A fin de cuentas, resulta difícil de aceptar que un gobierno pueda cerrar un diario y confiscar sus instalaciones sin un solo documento ni explicación. La respuesta fue aún más contundente. Los portones negros del recinto se abrieron y de ellos salieron enardecidos, cual toros bravos en San Fermín, un grupo de policías antimotines a golpear en tromba.

“Todo lo hacen por sus pistolas y porras” dice Wilfredo. Néstor se ríe. Se levanta la camiseta. Aún tiene la marca de un porrazo, roja, recta, intensa, sobre el omóplato derecho. “En el hotel no podemos quedarnos muchos días. Se va a instalar una redacción en un lugar alterno y seguro para todo el equipo. Lo estamos buscando”.