Hace quince años, el escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955) pisó por primera vez la Semana Negra de Gijón. Lo hizo como periodista para el periódico Juventud rebelde y pudo conocer a autores como Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martin o Juan Madrid. Ahora ha regresado para presentar su novela El hombre que amaba a los perros, una reflexión sobre el asesinato de Leon Trotsky a manos de Ramón Mercader.
Padura también es autor de una serie de novelas negras protagonizadas por el detective Mario Conde. En ellas indaga en la sociedad cubana, apunta a sus debilidades y señala los cambios que deberían producirse, como un mayor acceso a Internet. El escritor, al que muchos dentro y fuera de Cuba critican por su posición independiente, apunta en esta entrevista que su país está en un momento de cambio de ciclo, que Fidel es un mito en dique seco y que es necesaria una reformulación de los objetivos de la izquierda.
¿Qué cambios se están observando en Cuba con las últimas reformas del Gobierno de Raúl Castro?
Hay cambios en la economía, en la sociedad y se van a producir cambios en la política. Cuándo estos cambios en la política van a ser más profundos no lo podría decir, aunque en 2018 terminará el periodo de Raúl Castro al frente del Gobierno. Eso va a provocar un cambio político evidente, por lo menos generacional. Ya hay cambios económicos y sociales, ha habido leyes que se han aprobado o estados legales que se han modificado como la posibilidad de los cubanos de viajar al extranjero, que me parece muy importante. Es un momento también complicado porque los destinos habituales de los cubanos son España, México y Estados Unidos. Venir ahora a España es un poquito complicado, llegar a Estados Unidos es complicado por el tema de los visados, y México puede ser complicado incluso si lo pretendes utilizar como puente para llegar a EEUU.
En lo social se está produciendo un cambio, que creo que es lo más novedoso y es que la sociedad cubana, de un proyecto homogéneo, totalitario, se está empezando a estirar y están apareciendo estratos sociales, que tienen mucho que ver con estos pequeños negocios, con la relación con el dólar. Si tienes una hermana en EEUU que te manda cien dólares mensuales, lo cual es cuatro veces nuestro salario como periodista, tu relación con el trabajo y con la vida cambia de una manera bastante profunda. Y ese es uno de los problemas: se está produciendo una diferenciación en la sociedad cubana.
¿La apertura de las reformas puede llevar a cambios cuando termine el mandato de Raúl que agudicen estas diferencias?
Todo puede pasar. No sé si el modelo que se va a seguir en el futuro va a ser el chino, el vietnamita o el ruso. El Gobierno de Raúl Castro ha tratado de ser muy cauteloso en cuanto a la velocidad y profundidad de los cambios. A veces nos exasperamos con esa lentitud, sobre todo porque la vida de las personas en Cuba ha sido muy difícil en los últimos 25 años. Y la gente necesita otra respiración. Hay una generación que ha crecido en la crisis. Una generación que políticamente tiene menos compromisos con aquel romanticismo revolucionario que tuvo la generación de sus abuelos o sus padres. Por lo tanto esa gente está pidiendo que se produzcan cambios y lleguen sus oportunidades.
No es lógica una sociedad donde un médico, para ganar un salario decente, tenga que aspirar a ir a trabajar a Venezuela, Bolivia o Uganda, porque lo que gana en Cuba es lo mismo que el periodista y no le alcanza para vivir. Eso genera un cansancio y una ansiedad con respecto a los cambios. Si estos van a tener un carácter liberal no lo sabemos, pero hay un problema esencial y es que el modelo económico cubano tal y como se ha planteado hasta ahora es ineficiente y retrógrado. Y ahí es donde hay que aplicar los mayores cambios.
¿Se acabó la figura de Fidel como mito revolucionario?
Fidel es un mito desde hace muchos años, pero ahora es un mito que está detenido en el tiempo, porque muchas de las reformas que se están haciendo van en contra de las políticas que él estableció. La Cuba de Fidel va dejando de ser la Cuba actual. Todos estos cambios que están ocurriendo no fueron alentados por Fidel sino por Raúl a partir de la enfermedad y la salida del poder de Fidel. Por tanto, la gente ahora piensa más en lo que está haciendo Raúl que en lo que hizo Fidel, y su figura ha quedado como una presencia que existe, pero no decide.
En novelas como 'El hombre que amaba a los perros' usted habla de la sociedad cubana y los cambios que debería haber. Hay otras personas, como la bloguera Yoani Sánchez, que también critican las políticas de Cuba. ¿Qué opinión tiene de este tipo de críticas?
La crítica es un elemento esencial para el movimiento de una sociedad. El caso cubano lo ha demostrado. Con una prensa estatizada, en manos del Estado, que únicamente habla a favor del Estado, el punto de reflexión necesario no existe. Hay personas que escriben desde posiciones ultracríticas o menos críticas, pero ha empezado a surgir desde los blogs y otros espacios alternativos como dos publicaciones de la Iglesia Católica, Espacio Laical y Palabra Nueva, una voluntad de pensamiento alternativo. Incluso está ocurriendo algo sintomático y es que el propio Gobierno le está pidiendo a la prensa que cambie y que no haga solo un trabajo de propaganda. Los periódicos cubanos hacían una propaganda del sistema, no una reflexión sobre la sociedad.
En Cuba hay buenos profesionales de la prensa, pero creo que hay una política informativa equivocada, y lo que ha ocurrido es tan contradictorio como que hay un grupo muy importante de personas que se informan fundamentalmente por las emisoras de televisión de Miami. Es decir, pretendiendo un control absoluto de la información se ha llegado al extremo completamente opuesto, y es que las personas se informen por fuentes completamente diferentes a las que desearía o pretendió el Gobierno cubano.
¿Internet es accesible?
Lo es, pero a precios muy elevados. La hora de comunicación a Internet son 4,50 pesos convertibles, alrededor de seis dólares, y si un periodista gana alrededor de 20 dólares, echa la cuenta. Para una persona particular, el acceso a Internet es muy complicado. No llega a las casas, solo cibercafés que se han abierto en las ciudades. Pero es imprescindible un acceso mucho más abierto a Internet para la sociedad cubana, y no solo por la información como piensa el Gobierno, sino también por el conocimiento, por la relación con el mundo. Una sociedad contemporánea no se puede desarrollar ni cambiar de espaldas a Internet. El Gobierno cubano tiene que tener conciencia de eso, y debe haber voluntad política para ello.
¿Se ha sentido criticado en Cuba por lo que cuenta en sus novelas o dice en las entrevistas? ¿Le influye o le molestan esas críticas?
Sí, ha habido algunos ataques por los fundamentalistas de siempre, pero por esas mismas palabras que me atacan desde dentro también me atacan desde fuera. A veces me hace sentirme muy mal, porque creo que he tratado de ser lo más justo y abierto en mis análisis sobre la realidad cubana, y sin embargo, esos fundamentalistas de dentro y de fuera, con sus extremismos políticos no admiten alternativa. O piensas como ellos o estás descalificado. Llegan a los extremos del absurdo. A veces me molesta porque utilizan mi nombre para la notoriedad. Y tengo una posición muy delicada, pero a la que no voy a renunciar, porque he trabajado mucho por ella y es una posición independiente. Yo no milito en ningún movimiento político ni de una tendencia ni de la otra, y creo que justamente esa independencia es la que me ha permitido escribir estas novelas y hacer el periodismo que hago.
¿Leyeron muchos cubanos 'El hombre que amaba a los perros'? Creo que estaba a un euro, al cambio.
Sí, la edición cubana salía a un euro. Se hicieron dos ediciones de 4.000-5.000 ejemplares. Pero desde el principio mucha gente pidió a amigos o familiares en España o en México que le mandaran ejemplares, y mucha gente ya la había leído cuando salió la edición cubana. Y ha sido muy gratificante porque muchas personas me han escrito correos, me han hablado en la calle y me han dicho que agradecen que yo haya escrito esa novela porque les ha permitido, no solo conocer una parte de la Historia, sino también una parte de su propia historia que ellos no conocían.
Durante el mandato de Hugo Chávez, Cuba y Venezuela tuvieron una relación muy estrecha. ¿Va a cambiar con Nicolás Maduro?
Parece que esencialmente no. Es una colaboración que políticamente es importante para Cuba y Venezuela. Existen varios planes de desarrollo importantes en Cuba que han surgido a partir de la relación con Venezuela, con países como Brasil, sobre todo, que está haciendo una gran inversión en infraestructura en Cuba.
Cuando acabe el mandato de Raúl, ¿puede darse una situación como la que ha vivido Venezuela con la muerte de Chávez?
Pudiera pasar. En Cuba, cuando tratas de hacer predicciones de futuro es como si fueras un cartomántico, pero ese juego de cartas está incompleto porque te falta información. Es difícil predecir. Lo que estoy seguro es que van a ocurrir cambios.
Antes decía que había recibido críticas de los fundamentalistas. ¿Es ese el lastre de la izquierda?
Yo creo que la izquierda a nivel internacional, no solamente en Cuba, necesita reformular sus objetivos. No se puede hablar de un socialismo del siglo XXI pensando en el socialismo del siglo XX porque estarías pensando en un fracaso, en tratar de resucitar un cadáver. Creo que falta un pensamiento teórico por parte de la izquierda internacional en estos momentos. En el caso europeo es evidente que hay una inconsistencia por parte de la izquierda. A mí no me gusta hablar de las actitudes de otros países porque a veces el desconocimiento te puede hacer que cometas una injusticia. Como tampoco me gusta que una persona vaya a Cuba una semana y salga profetizando y diciéndote a ti que eres cubano qué cosa es Cuba. Pero la percepción que tengo es que, sobre todo en Europa, la izquierda tiene que replantearse su función, su proyección y encontrar caminos que pueden llevarla a tener un espacio social que es necesario y merece.
¿Cómo es el socialismo del siglo XXI?
No sé exactamente cuáles son sus fundamentos. Es más bien un eslogan que una teoría. Quien habló del socialismo del siglo XXI fue Chávez en el proceso que se está siguiendo en Venezuela, que es muy peculiar por sus cambios sociales, pero que no tiene la profundidad del socialismo que se practicó en el siglo XX, porque sigue existiendo la empresa privada y todo un sector de lo que tradicionalmente se llamó burguesía en Venezuela. Lo que sí está ocurriendo es que ha habido programas sociales de beneficio de grandes masas. A veces se considera populismo, pero la situación de muchas personas en países como Venezuela, Ecuador o Brasil ha cambiado gracias a esas políticas sociales de Gobiernos como el de Chávez, Correa o Lula.
Viniendo de Cuba, ¿cómo observa la situación que vive España?
La situación española en Cuba tiene diversas lecturas. La oficial es la de la crisis a la que ha llegado el país por toda una serie de políticas neoliberales. Yo viajo con mucha frecuencia a España y me siento muy preocupado y triste con lo que está ocurriendo. Tengo amigos que han perdido el trabajo y tienen una situación económica complicada. El mundo del libro y de la cultura se ha visto afectado y disminuido. Y también esto está ocurriendo en un momento muy especial de la historia de la humanidad. Estamos viviendo un cambio de era, de la era moderna a la era digital, y eso significa que hay toda una serie de códigos y manera de comunicarse, de hacer política, que están cambiando. Esto produce inevitablemente una contracción que puede ser dolorosa, y lo está siendo en ciertos países de Europa como España. Confío en que España tenga suficiente fuerzas e inteligencia para superar esta crisis. No va a ser inmediato, a veces uno se impone ser optimista, me ocurre lo mismo en Cuba. Algo bueno tiene que salir de lo más doloroso, y creo que en España tal vez ocurra lo mismo. Las crisis que hemos vivido van a provocar que los países que salgan de ellas sean distintos a los países que entraron. Las sociedades van a ser diferentes. Cuánto mejor o peor no podría decirlo.
¿Cómo es ahora la relación de Cuba con España? Siempre que ha gobernado el PP ha habido problemas.
A diferencia de lo que ocurrió en el periodo de Aznar, que fue un periodo de enfrentamiento, con el Gobierno de Rajoy las relaciones se han mantenido. Tal vez el nivel haya bajado con respecto a la época de Zapatero, pero no ha habido agresividad. Creo que tanto el PP como el Gobierno de Raúl Castro han aprendido una lección y es que los enfrentamientos entre Cuba y España son enfrentamientos traumáticos en la medida en que es una familia la que se está peleando. Cuando ocurrían las peores crisis entre Cuba y España, si hubiera sido entre otros dos países, habría habido ruptura de relaciones, pero aquí se dejaba pasar el tiempo para que las aguas tomaran su nivel, porque la política no puede ser la única que dicte el resultado de esas relaciones. En estos momentos la embajada española en La Habana está haciendo toda una labor cultural muy activa que no hubiera podido hacer en la época de Aznar. Y eso matiza las relaciones entre Cuba y España.
Regresa ahora en septiembre con el detective Mario Conde.
Sí, Herejes sale en septiembre. Recupero a Conde, pero es una novela muy distinta a las novelas anteriores. Mezclo el policial y lo histórico. Trato de llevar el género policial hasta su extremo. Violo muchísimos códigos, reglas que existen en la novela policial y me voy a la Historia para desarrollar una parte del libro. Todo comienza en Amsterdam en la época de Rembrandt y termina en La Habana en 2008, con personajes de diferentes culturas, pero todos con una relación importante con el ejercicio de la libertad individual. Es una novela sobre los riesgos que entraña la práctica de la libertad de los individuos en determinadas sociedades que incluso dicen ser muy libres.
Una libertad individual que no es tan real.
La libertad individual se ha entendido muy mal. Hay muchas sociedades que se consideran muy abiertas y democráticas, en las cuales cuando el individuo llega a un punto de práctica de libertad individual, surgen los fundamentalistas de siempre que coartan a la libertad del individuo, por motivos políticos, sexuales, religiosos, económicos... Ejercer la libertad individual siempre es arriesgado.
¿Usted se siente libre con el ejercicio literario?
Sí, a mí la literatura me libera de muchas de las preocupaciones que tengo. Como no hago militancia política, creo en el poder civil de la literatura y el periodismo, y desde mi escritura hago mi labor como ciudadano. Por eso me interesa tanto cuando escribo referirme a realidades concretas, tratar de tocar el fondo de esas realidades y además hacerlo de la manera artística y estética más profunda que yo pueda lograr.
Pero con la situación global que vivimos, ¿no toca volver a lo colectivo?
Creo que sí, creo que las miradas colectivas son más abarcadoras y poderosas que las individuales, pero siempre que esa posibilidad de trabajar en colectivo no signifique coartar esas libertades individuales de encontrar o creer encontrar soluciones a las que todos tenemos derecho.