David Adler, coordinador de la Internacional Progresista: “En Brasil vemos una ideología fascista más avanzada que en el caso de Trump”
David Adler es un economista político de Los Ángeles especializado en América Latina y movimientos sociales internacionales. Ahora coordina la Internacional Progresista, una alianza de organizaciones de activistas y políticos de izquierdas por el mundo inspirada por Bernie Sanders. Adler fue el consejero de política exterior de la campaña del candidato demócrata y estos días está en Brasil asesorando a grupos civiles y políticos cercanos al Gobierno de Lula.
Durante la entrevista con elDiario.es desde São Paulo, cuenta que no le sorprendió el asalto al Congreso, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial de Brasilia de este domingo ya que “el expresidente Jair Bolsonaro había llamado exactamente a este tipo de insurrección” y, aunque ya no sea presidente, “la tradición política que él representa y que él presidió en estos cuatro años no se ha ido”. “Al contrario, esa lucha por la democracia, que mucha gente deseaba que comenzara y terminara con las elecciones, justo empieza ahora”, dice.
¿El nuevo Gobierno podría haber hecho más para prevenir la violencia? A diferencia de lo que pasó en el asalto al Capitolio de EEUU, Lula ya era el presidente con plenos poderes.
La respuesta de seguridad en Brasilia debe entenderse a través de una lectura cuidadosa de los balances institucionales. No olvidemos que el jefe de seguridad del distrito federal estaba en Estados Unidos de vacaciones. Hay pruebas sólidas de que los planes y las ideas sobre este golpe están incubados localmente, pero también desarrollados allí en Florida, lo que implica cierto tipo de respuesta legal de Estados Unidos, en particular, porque es ilegal tramar conspiraciones en suelo estadounidense. Por eso estamos viendo respuestas en Washington de una parte del Partido Demócrata que ve paralelismos entre el 6 de enero en el Capitolio y el 8 de enero en Brasilia y que quiere responder con un enfoque más duro contra Bolsonaro.
Nuestras expectativas sobre el Gobierno de Lula deben considerar que no solo el distrito federal estaba dirigido por aliados de Jair Bolsonaro, sino que la policía, la policía federal, que era la principal institución responsable, estaba acompañando a esta insurrección, tomándose selfies y dando facilidades como no hicieron frente a los pueblos indígenas y las comunidades negras cuando se movilizaron de una forma mucho más pacífica. La policía federal ha sido durante mucho tiempo una fuente de tremenda inestabilidad y espíritu insurreccional en Brasil...
Estas son cuestiones de podredumbre institucional avanzada que siempre son muy difíciles de gestionar para cualquier presidente demócrata. En el caso de Brasil, hay núcleos profundos y arraigados de resistencia a la agenda de Lula que requerirán un enfoque mucho más intencional y una investigación mucho más exhaustiva en términos de quiénes o cuáles son las fuentes del tipo de corrupción institucional que están llevando a resultados como la insurrección del domingo.
¿Los militares han sido más responsables?
Sí. Había fanáticos llamando a un golpe militar. Muchas personas dicen que lo que está sucediendo es que están disputando las elecciones, pero eso no es así en el caso de Brasil. Creo que es principalmente una proyección de otros contextos. El movimiento que vimos en Brasilia dice que “no nos importa si perdemos las elecciones justamente, todavía queremos que entren los militares porque no vemos al Gobierno de Lula, independientemente del proceso institucional, como un presidente legítimo”.
En este momento, llega la llamada al Ejército a movilizarse. Esta es una de las razones por las que hubo mano firme de Lula y sus aliados antes de las elecciones, porque estaba claro que los generales de las fuerzas armadas no estaban del lado de un golpe militar, sino que eran en su mayoría de naturaleza constitucionalista, buscaban respetar la letra de la ley y estaban dispuestos a acompañar un proceso justo. Entonces, no es una sorpresa que la ley y el orden, por así decirlo, se restaurara en Brasilia solo cuando apareció el Ejército… cuando hubo un cambio de las fuerzas de seguridad de la policía federal a las fuerzas armadas.
¿Hasta qué punto cree que esto fue una copia del asalto al Capitolio?
Las similitudes entre el 6 de enero y el 8 de enero son simplemente imposibles de obviar en el estilo, en el tono y en la óptica. Los videos de la policía permitiendo claramente que los manifestantes puedan marchar a través de las barricadas (si fueran de cualquier otro color o clase no podrían acercarse a estos edificios). Los vídeos de móviles de personas que le faltan el respeto a las mismas instituciones de la democracia que decían que eran suyas y que decían que buscaban proteger y defender. Esos edificios sagrados y símbolos que pertenecen a la nación brasileña que pueden ser destruidos tan fácilmente. ¿Con qué propósito? Es imposible pasar por alto ese sentido de la destrucción por la destrucción. Y también es imposible pasar por alto las formas en que ambos movimientos fueron repudiados por sus supuestos líderes. Trump les dijo a los suyos que se fueran a casa. Bolsonaro comparó a estas personas con la izquierda, que es el peor insulto que pueden imaginar. Es una razón para pensar que tal vez estos son movimientos más débiles de lo que hubiéramos esperado porque tienen menos apego orgánico a sus supuestos líderes. Por otro lado, sugiere que puede haber un cuerpo sin cabeza en estos movimientos y que la vida futura de estos movimientos neofascistas a veces puede ser mucho más larga que las carreras políticas de las personas que una vez hablaron en su nombre.
Las similitudes entre el 6 de enero y el 8 de enero son simplemente imposibles de obviar en el estilo, en el tono y en la óptica.
¿Podría ser un paso en falso para la extrema derecha? A Trump ya no le va tan bien, a los republicanos les fue peor de lo esperado en las elecciones legislativas…
Creo que hay cuestiones de táctica y hay cuestiones de estrategia. Tácticamente, muchos de los miembros de estos movimientos en Estados Unidos están actualmente en prisión. Y en el caso de Brasil, hay dudas sobre si las tácticas están reforzando el movimiento, pero merece pensar en las fuerzas más grandes que están detrás de esos movimientos. En el caso de Brasil, son mucho más sofisticados en términos de presentación al público que en Estados Unidos. En Estados Unidos, el 6 de enero se trató de elementos fascistas radicalizados a través de la retórica de Trump y a través de sus propias comunidades en Internet y que actúan básicamente de manera independiente. En el caso de Brasil, desde el principio, hay preguntas sobre quién está financiando este movimiento, quién ofrece viajes gratis, quiénes son los que atraen los intereses más grandes que están detrás de estos soldados de a pie del fascismo en Brasil. ¿Por qué están tan interesados en las tácticas disruptivas contra un gobierno entrante? Y esa es una pregunta mucho más importante. La pregunta es quiénes son los capitalistas de la agroindustria que están financiando silenciosamente algunos de estos movimientos porque el caos disruptivo ayuda a avanzar su agenda.
Y eso nos lleva a la asimetría clásica de la política de izquierda y derecha en general. La política de derecha, la política de extrema derecha en particular, puede prosperar en el desorden y el caos. Tener estabilidad y paz social no es crítico para el avance de la política neofascista de extrema derecha. De hecho, puede ser muy útil para ellos volver a esa idea de una política de suma cero, altamente conflictiva, para decir, “miren todo este caos. Por eso necesitamos promover nuestros intereses frente a los demás, porque no hay una forma visible en la que todos podamos ganar juntos”. Mientras que en el centro izquierda y en la izquierda, el trabajo de Lula es decir “necesitamos paz social, necesitamos un sentido duradero de propósito común”. Y esa es la única forma en que podremos trascender esa lógica de suma cero.
La política de derecha, la política de extrema derecha en particular, puede prosperar en el desorden y el caos. Tener estabilidad y paz social no es crítico para el avance de la política neofascista de extrema derecha
¿Ve el riesgo de que esto vuelva a suceder?
No, no veo el riesgo. Hemos visto un enfoque muy cauteloso, firme pero cauteloso por parte del Gobierno para gestionar la situación. Lula ahora ha suspendido al gobernador del distrito federal por 90 días, ha despedido definitivamente al jefe de seguridad, ha puesto en marcha un decreto de seguridad para el distrito federal. Y ahora hay una movilización de la base de los movimientos sociales y fuerzas populares en defensa de la democracia. La amenaza de esto se cierne sobre la democracia desde hace mucho tiempo, al menos desde hace un año y medio. Y creo que hay mucha madurez. Esta es la tercera vez que Lula es presidente. La gente que está trabajando en este Gobierno tiene mucha experiencia y madurez. Entienden muy bien el Estado brasileño, y no hay un riesgo muy alto de lo que tendemos a ver que suceda en los casos en los que existe un peligro actual fundamental para las democracias, que es cuando las instituciones comienzan a salirse del control del Gobierno, cuando los estados se rebelan contra el Gobierno y no creo que estemos ahí.
Esta fue una marcha muy minoritaria, pero que fue financiada por poderes mucho más grandes. Esos poderes seguirán existiendo y ojalá no queden impunes. Pero el punto más amplio es que hay muy pocas personas aquí en Brasil, incluso a pesar de los paralelismos entre el 6 y el 8 de enero, que quieran convertir esto en el asalto al Capitolio del 6 de enero. En el caso de Estados Unidos, había mucha motivación, probablemente porque la gente del Congreso estaba en las oficinas cuando sucedió. Entonces sintieron una amenaza mortal para sus vidas. Hubo una motivación en Washington para convertir el 6 de enero en un día de duelo nacional, duelo grabado en la historia como uno de los más importantes atentados a la democracia en la historia de la república. Aquí no es así. No estamos viendo el mismo movimiento para exaltar a estos manifestantes, pensar en ellos como figuras históricas de alguna manera. Ven esto como otro ataque terrorista de los que hemos estado viendo durante meses. Debe gestionarse y debe haber respuesta, pero no debe exagerarse hacia un nuevo día de luto nacional del 8 de enero.
Hay muy pocas personas aquí en Brasil, incluso a pesar de los paralelismos entre el 6 y el 8 de enero que quieren convertir esto en el asalto al Capitolio
¿Y ve el riesgo de que esto vuelva a suceder en Estados Unidos?
Creo que Brasil de alguna manera está más avanzado que Trump. Mucha gente ve a ambos lados el bolsonarismo más como una imitación del trumpismo. En plan, “lo que hacen en EEUU, Bolsonaro y sus fanáticos lo traen a Brasil”. Esto no entiende la ideología subyacente debido a la larga historia del gobierno militar de Brasil con el apoyo, por supuesto, de Estados Unidos. Brasil está más avanzado. Los de Bolsonaro ya ni siquiera hacen referencia a elecciones libres y justas. No están hablando de votos robados. Se quitan el barniz de los valores democráticos y directamente piden la intervención de las fuerzas armadas.
En muchos sentidos, esa es una ideología fascista más avanzada que la que vemos en el caso de Trump, donde todavía se habla de las urnas, el voto por correo, el recuento y las máquinas de votación electrónica. Queda por ver si la ideología de Trump avanza más allá de una preocupación por el proceso democrático hacia un enfoque fascista directo que no se preocupa por el proceso democrático, pero solo quiere reprimir y conservar el control del poder independientemente de las disposiciones constitucionales. Y ese es el riesgo que veo, si se empieza a dejar atrás lo que sea que piense uno sobre el valor de la democracia y dice “sabes qué, ni siquiera me importa quién ganó. Quiero que mi chico esté en el poder. Haré lo que sea necesario para que eso suceda”.
¿Qué le aconseja al Gobierno de Lula ahora?
Creo que el Gobierno de Lula está haciendo lo correcto. Primero, llamando a la calma, no tratando de crear una crisis nacional de una manera que pueda alimentar las llamas de este movimiento terrorista altamente minoritario. Segundo, considerando esto como un asunto institucional, no personal, y por lo tanto responsabilizar a las instituciones, ya sea la policía federal o el gobierno del distrito federal en particular, que son cómplices de este proceso, y pensar a un nivel institucional más profundo sobre cómo podemos reformar y recuperar esas instituciones en nombre de valores y principios democráticos. Y luego, no tomar el espectáculo al pie de la letra, sino preguntar quiénes son los poderes más amplios detrás de esto. Así que creo que Lula está adoptando un enfoque firme muy paciente, más democrático. Encarcelar a los criminales no es la forma de manejar una crisis democrática.
Uno gestiona una crisis democrática preguntándose “¿qué es lo que ha envenenado este tejido social?” “¿Y cómo podemos empezar a limpiar ese tejido social y sanar estas heridas y volver a unir al país?” Y creo que un enfoque menos carcelario y más reparador de esta crisis va a ser más productivo constructivo a largo plazo para Brasil que la respuesta al 6 de enero, que en mi opinión, ha sido, aunque exhaustiva, también bastante polarizadora. Y creo que Lula entiende que su trabajo es la unidad en este momento, no jugar con las divisiones partidistas existentes sobre el terreno.
¿La reacción rápida de apoyo de la Administración de EEUU acercará a Biden y Lula?
Como escribimos hace unos días en un artículo de opinión sobre la política exterior de Lula, hay una coincidencia en la agenda demócrata a nivel nacional entre Estados Unidos y Brasil. Y parte de eso se debe a que existe esta alineación percibida entre sus personalidades. Jair Bolsonaro respalda a Trump, Trump respalda a Bolsonaro, y eso hace que sea mucho más fácil para Biden decir, “oh, vamos a apoyar a estas fuerzas de oposición al Trump de la zona tropical”. Entonces, a nivel nacional, hay una superposición en esta agenda. No me sorprendió ver al secretario de Estado Blinken, al presidente Biden o al consejero de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, responder rápida y enérgicamente para apoyar a Lula, sobre todo porque también apoya la agenda interna de los demócratas. Si pueden decir que Trump no es solo un terrorista doméstico al movilizarse el 6 de enero, sino un terrorista global al inspirar un 6 de enero similar en otros países, entonces, hay una coincidencia para Estados Unidos de intereses que son de naturaleza altamente partidista al hablar de una crisis común de la democracia que solo puede ser superada mediante el desalojo de Trump y personajes similares a Trump. Sin embargo, las diferencias fundamentales entre Lula y Biden permanecen.
Muchas personas en los Estados Unidos ahora esperarán que debido a que Lula sufrió un ataque similar el 6 de enero, él estará a bordo de esta guerra de civilizaciones que Biden espera liderar. Brasil es otro territorio clave para que la Administración Biden diga, “mira, hay una guerra global contra la democracia, se trata de democracia versus autocracias, tenemos que unirnos como naciones del mundo libre”. Pero para Lula, por mucho que esté agradecido por ese reconocimiento y por mucho que quiera trabajar con Estados Unidos para defender las instituciones democráticas, se trata también de tomar decisiones soberanas sobre los intereses brasileños y tener relaciones con todos. No quiere participar en esa guerra de civilizaciones. Y creo que es muy interesante ver cómo mucha gente de centro y de izquierdas en Estados Unidos está realmente emocionada con el paralelismo entre Estados Unidos y Brasil. Pero esa afinidad comenzará a desgastarse cuando Brasil tome una dirección más soberana, independiente y no alineada. Para Biden, la crisis de la democracia a nivel nacional es más combustible para la larga tradición estadounidense de ir al extranjero para promover la democracia; pero eso no es realmente lo que Lula ve como su mandato a nivel nacional o como la misión rectora de Brasil a nivel mundial.
7