El día que Fernanda (nombre ficticio) descubrió que sus padres eran bolsonaristas se quedó en estado de shock. Cuando faltaban pocos meses para las elecciones presidenciales de 2022, su madre acusaba a Lula de querer “sexualizar a los niños”, uno de los principales temas de las fake news del bolsonarismo. “Me negaba a aceptar que mis padres eran de extrema derecha. Tuve que ir al psicoanalista para superarlo. La política dividió a la familia”, asegura esta mujer de 44 años, residente en Río de Janeiro.
La experiencia de André Muggiati –55 años, periodista y documentalista– es, en cambio, radicalmente diferente a la de Fernanda: “Mi familia y la mayoría de mis amigos no cayeron en el culto a Bolsonaro”. Pero Muggiati, que nació en la ciudad de Assis, en el interior del conservador estado de São Paulo, reconoce que todavía existe una “persecución sistemática de personas de izquierda en áreas mayoritariamente bolsonaristas”.
Son dos ejemplos de la división política que continúa imperando en Brasil un año después de las elecciones presidenciales. Una encuesta de Datafolha, publicada a mediados de septiembre, revela que la polarización se mantiene intacta: el 29% de los entrevistados se declara petista convencido (a favor del Partido de los Trabajadores, que lidera el presidente Luiz Inácio Lula da Silva) mientras que un 25% afirma ser bolsonarista raiz, como se conoce al núcleo duro de los seguidores del expresidente Jair Bolsonaro.
Los porcentajes de aprobación o rechazo a Lula de todos los institutos de encuestas confirman la fuerza de la división que atraviesa el país. El 52% de los brasileños aprueba la gestión del presidente, frente a un 46% que la suspende, según la encuesta de Atlas Intel lanzada a finales de septiembre. “La aprobación de Lula se ha mantenido constante a lo largo de los últimos seis meses, sin movimientos expresivos de aumento o caída, consecuencia de la polarización política que se ha mantenido incluso después del ciclo electoral. Aún así, existen algunos señales de alarma en esta última encuesta”, afirmó Andrei Roman, CEO de AtlasInterl, a CNN Brasil.
Más allá de la polarización
Sabrina Karlla Oliveira, doctora en Ciencias Políticas y profesora de la Fundación Getulio Vargas, alerta sobre una polarización que ha excedido la histórica rivalidad entre derechas e izquierdas. En su opinión, la polarización puede ser incluso “una dimensión importante de la democracia” que puede favorecer la participación. Sin embargo, la radicalización de la derecha brasileña ha sido un auténtico meteorito que ha alterado la percepción de buena parte de la población sobre las instituciones democráticas. “El problema reside en fenómenos que emergen tras la estela de la radicalidad de este escenario polarizado, como prueban los discursos de odio, la intolerancia hacia el otro y las creencias antidemocráticas que van ganando espacio difíciles de revertir”, asegura Oliveira a elDiario.es.
La encuesta de AtlasIntel muestra que el 47,7% de los entrevistados no confía en el Supremo Tribunal Federal (STF), que hace unas semanas emitió las primeras condenas de cárcel relacionadas a los ataques golpistas del pasado 8 de enero. Si en las elecciones de 2018, la extrema derecha dirigió sus ataques más feroces contra la universidad, la cultura y la diversidad en general, en 2022 le llegó el turno al STF, al que considera una extensión de la izquierda. Especialmente después de la victoria electoral de Lula, el mantra de la “democracia corrupta” se convirtió en la nueva frontera de las guerras culturales bolsonaristas. “Su lucha es contra las instituciones, contra el sistema, pero sobre todo contra los comunistas, que, en alianza con la justicia, estarían llevando a Brasil al autoritarismo y a la restricción de las libertades”, asegura Pedro Fiori, historiador de arte y urbanista, coordinador del libro Guerras culturais (em verde amarelo), publicado por la Universidad Federal de São Paulo (UNIFESP) a finales de 2022.
Algunos detalles de la encuesta de AtlasIntel prueban que el bolsonarismo goza aún de una fuerza importante. El 38% de los entrevistados considera que Lula está realizando una peor gestión internacional que Bolsonaro (aunque Brasil desapareciera de las instituciones internacionales entre 2018 y 2022) y el 39% piensa que la cuestión medioambiental empeoró con el nuevo gobierno (a pesar de que la deforestación se disparase durante la gestión del anterior presidente). Los múltiples casos de corrupción que salpican a Jair Bolsonaro y las causas judiciales que se ciernen sobre su entorno no están mermando en exceso sus apoyos. El hecho de que las redes sociales, intoxicadas todavía por fake news, sean más importantes para los bolsonaristas que para los lulistas (el 37% las usan para informarse, frente al 29% que usa la televisión) explica parte del fenómeno, según una encuesta de Quest de junio.
Ventaja de Lula
Aunque todos los estudios revelan que la división política continúa casi intacta en Brasil, la gestión presidencial de Lula está inclinando la balanza hacia su lado. Dentro del 18% del electorado que según Datafolha no se alinea con ninguno de los dos polos políticos, el 11% afirma estar más próximo del líder izquierdista que de Bolsonaro. Por otro lado, el 25% de los electores que votaron a Bolsonaro en el segundo turno de 2022 aprueban la gestión de Lula, de acuerdo con la encuesta de Quaest de agosto. La misma encuesta reveló un dato crucial: la mayoría de los votantes evangelistas, aliados históricos de Bolsonaro, aprueban por primera vez a Lula (50%, frente a un 46% de rechazo).
¿Existe alguna señal de que la polarización radical de Brasil esté en su fase final? Oliveira considera que es pronto para saber cuánto tiempo hará falta para deshacer una división política tan profunda: “Un camino posible, y largo, es trabajar en la consolidación de la confianza en las instituciones y en los valores democráticos. Me refiero a la calidad de la democracia y lo que este régimen garantiza en términos de derechos, libertad, igualdad e inclusión”.
Mientras tanto, el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), el conservador rival histórico del PT, se ha lanzado de lleno a pescar adeptos en medio del río revuelto de la política brasileña. Su campaña publicitaria Um só Brasil (un solo Brasil) está exhibiéndose de forma recurrente antes, durante y después del Jornal Nacional de la Rede Globo (principal noticiario de Brasil). El tiempo dirá si su mensaje cala o es arrinconado en la irrelevancia: “Nadie puede ser definido como bolsonarista o como lulista. Tampoco Brasil. En cuanto unos quieren un país para estos o para aquellos, nosotros del PSDB queremos un único Brasil”.