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Quién está detrás de las protestas en Europa contra las restricciones

Policías ante una marcha en Viena este sábado contra las medidas contra el coronavirus.

Icíar Gutiérrez

23 de noviembre de 2021 22:27 h

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De Austria a Países Bajos, Europa vive una nueva oleada de protestas en las que miles de personas están mostrando su rechazo y descontento contra las nuevas medidas ante el aumento de casos de coronavirus, como el pasaporte sanitario o la vacunación obligatoria. Las movilizaciones atraen a una gran variedad de actores y grupos, desde militantes de ultraderecha a familias con niños.

Y cuanto más se alarga la pandemia, “más complejo se vuelve el escenario del malestar, incluso para aquellos que intentaron capitalizar las protestas y los espacios de confrontación desde los inicios de la COVID”, según dice a elDiario.es Carme Colomina, investigadora principal de CIDOB, centro de estudios con sede en Barcelona.

¿Quiénes están detrás de las movilizaciones? Las protestas han acabado convertidas, indica la experta, en “una amalgama heterogénea de grupos, posiciones y malestares distintos”. “Por un lado existe un malestar legítimo por los costes económicos de los cierres forzados. Por otro, la protesta ideológica y la movilización de los movimientos antivacunas. Hay un efecto de acumulación que no es menor”.

Según su análisis, la polarización y las medidas han pasado factura incluso a aquellas formaciones que, al principio de la pandemia, “intuyeron que tenían una oportunidad política de desgaste institucional”. “Estamos viendo cómo el apoyo al pasaporte COVID divide a la extrema derecha italiana, o cómo el negacionismo ha abierto brechas dentro de Alternativa por Alemania hasta el punto de favorecer la irrupción de un nuevo actor, el partido Die Basis (La Base)”.

La ultraderecha impulsa protestas en Austria

Entre lemas como “resistencia”, pocas mascarillas y numerosas banderas de Austria, miles de manifestantes marcharon este sábado en Viena contra la decisión del Gobierno de extender el confinamiento a toda la población a partir de esta semana para contener el aumento de los casos, así como de hacer la vacunación obligatoria a partir de febrero –aproximadamente el 65% de la población está completamente inmunizada, una de las tasas más bajas de Europa Occidental–. 

Según los medios austríacos, había varias concentraciones. El partido ultraderechista FPÖ, que se ha opuesto permanentemente a las restricciones y se ha mostrado en contra de la vacunación, organizó los mayores actos, lo que atrajo a grupos de ultraderecha y partidarios de las teorías de la conspiración de todo el país. En las protestas, sin embargo, participaron personas de toda condición. 

Herbert Kickl –el líder del partido ultra, tercera fuerza parlamentaria– estaba en cuarentena tras dar positivo en coronavirus y no asistió a la manifestación, pero sí apareció en la proyección de un vídeo en el que dijo que la protesta era “para defenderse de una amenaza totalitaria”. La agencia APA informa de que entre la multitud estaban figuras de la ultraderecha austríaca como el neonazi y negacionista del Holocausto Gottfried Küssel.

En los días previos, negacionistas se habían movilizado sobre todo en Telegram y también hubo convocatorias de identitarios y hooligans. Muchos manifestantes lanzaban mensajes negando la existencia de la enfermedad y contra la vacunación, o calificando las restricciones de dictatoriales. Muchos se quejaban de que sus líderes no habían hecho lo suficiente antes de imponer las drásticas medidas.

La protesta fue en gran parte pacífica. Diez personas fueron arrestadas, según APA. Hubo varias denuncias por el uso de simbología nazi. La Policía cifró en 40.000 los asistentes. El ultraderechista FPÖ, que llevaba tiempo planeando una demostración de fuerza, elevó la cifra a 100.000. El ministro del Interior ha dicho que por un lado había “ciudadanos preocupados” que rechazan las medidas, y por otro “grupos de extrema derecha, conocidos neonazis y también, de nuevo, vándalos dispuestos a utilizar la violencia”. No solo hubo protestas en la capital, también se extendieron a otros lugares como Salzburgo, Innsbruck y Bregenz.

Disturbios en Países Bajos

En Países Bajos, el fin de semana volvió a estar marcado por protestas y fuertes disturbios en varias ciudades. De fondo están el descontento social y la creciente polarización tras un año y medio de pandemia. En las últimas semanas, los casos se han disparado a niveles récord, el Gobierno ha reintroducido restricciones y el malestar ha ido creciendo: los estadios están cerrados al público, se han prohibido los fuegos artificiales en Nochevieja, se ha adelantado el cierre de la hostelería a las 20:00 horas y hay planes para excluir a los no vacunados del pasaporte COVID aunque den negativo en un test. 

Más de 170 personas han sido detenidas y varias han resultado heridas, según los medios del país. En Róterdam, la noche del viernes se convirtió en una “orgía de violencia”, en palabras del alcalde de la ciudad holandesa –hubo quema de coches, lanzamiento de piedras y pirotecnia por parte de manifestantes y disparos por parte de la Policía–. El primer ministro en funciones, Mark Rutte, ha tachado los disturbios de “pura violencia con el pretexto de manifestarse” y ha dicho que “nunca aceptará que haya idiotas que utilicen pura violencia (...) con un 'estamos insatisfechos' como pretexto”.

Una vez más, los expertos creen que que confluyen un conjunto de factores y grupos heterogéneos. También parece haber un patrón con protestas previas en el país.

“Los recientes disturbios son en gran parte similares a los de principios de este año. Mucha gente, especialmente los jóvenes, está frustrada y enfadada por todas las restricciones”, dice a elDiario.es Jelle van Buuren, profesor adjunto en la Universidad de Leiden, que actualmente investiga el pensamiento conspirativo. “La resistencia está formada por una mezcla ecléctica de individuos, redes y algunos grupos organizados. Algunos tenían una motivación política y protestaban contra las medidas, otros –como los hooligans– tenían la intención deliberada de atacar a la Policía; y muchos jóvenes se unieron a los disturbios de forma más o menos espontánea como forma de acción”.

Según explica, pequeñas organizaciones de ultraderecha participan en actividades de propaganda, manifestaciones y disturbios, “tratando de subirse al carro y capitalizar la ira y el malestar de la sociedad; hasta ahora sin mucho éxito”. “El apoyo político a los manifestantes proviene del [partido de ultraderecha] Foro para la Democracia, que utiliza tácticas bastante disruptivas en el Parlamento para acaparar el protagonismo”.

“Hay organizaciones y partidos de derecha populista que hacen declaraciones en los medios de comunicación y crean un clima que mina la confianza de los ciudadanos en el Gobierno y la ciencia”, coincide Ron van Wonderen, investigador del Instituto Verwey-Jonke. “Pero en mi opinión, la fuente principal de las protestas contra las medidas no es la agitación de la derecha populista, sino el descontento general de los ciudadanos por las medidas restrictivas. Esto es motivo de protesta, pero no de violencia, ya que la mayoría de las manifestaciones son pacíficas. La violencia está alimentada por jóvenes alborotadores sin motivos políticos claros”.

Tras los disturbios de Róterdam, los organizadores de una manifestación programada para el sábado en Ámsterdam decidieron cancelarla. “La violencia que se vio en Róterdam el viernes, y que esas mismas imágenes llevaran a desconvocar la manifestación prevista para el día siguiente en la capital, demuestra que hay una parte de la protesta que ha desbordado incluso a los movilizados contra las restricciones decretadas por el Gobierno”, dice Colomina.

Esta protesta de Ámsterdam estaba convocada por World Wide Netherlands a través de redes sociales y un grupo de Telegram en el que hay más de 10.000 miembros bajo lemas como “juntos somos libres”. Son parte de una iniciativa llamada World Wide Rally for Freedom, en nombre de la cual se convocaron protestas en muchas partes del mundo –según han publicado, en 150 ciudades– que dicen, entre otras cosas, que “el coronavirus se está convirtiendo rápidamente en una nueva religión del miedo y se está invocando para justificar la tiranía”.

Una investigación de la organización contra la desinformación Logically reveló hace unos meses que detrás de World Wide Rally for Freedom estaba un pequeño grupo en una ciudad alemana que se dedica a los contenidos conspirativos contra la COVID y las vacunas. Este grupo ayudó a coordinar una oleada mundial de actos y protestas antivacunas y antirrestricciones en marzo. También planeó concentraciones similares en mayo. 

A pesar de que la manifestación en Ámsterdam se canceló, varios miles de personas se reunieron en una plaza de la ciudad. La marcha, que se celebró bajo una fuerte presencia policial, fue pacífica. Unos cientos de personas también protestaron en la ciudad de Breda, en el sur. Esta protesta estaba organizada por 076AAN, impulsada por cuatro DJ de la ciudad, que exige que la hostelería vuelva a estar totalmente abierta y se opone a la regla que impide a los vacunados entrar en determinados espacios cerrados (conocida como 2G), según la emisora holandesa NOS.

“Aunque la mayoría de la población holandesa sigue aceptando las políticas, la confianza en el Gobierno ha disminuido drásticamente y las políticas son muy criticadas: incoherentes, falta de visión y de perspectiva. Parece que el Gobierno está subestimando los efectos de esta larga crisis en el estado de ánimo de la gente. Las medidas no funcionarán si la gran mayoría de la gente ya no está dispuesta a acatarlas”, dice Van Buuren. También menciona como trasfondo el malestar y la desconfianza por cuestiones como la falta de viviendas asequibles, los puestos de trabajo estables, la práctica de los perfiles étnicos o los escándalos fiscales, y ciudadanos que “se sienten abandonados” tras “dos décadas de políticas neoliberales y recortes en los servicios sociales”.

“En los últimos días vemos un comportamiento similar: los disturbios en una ciudad se copian en otras. Normalmente, al cabo de unos días, este tipo de disturbios se extingue. Sin embargo, mientras la frustración y la ira subyacentes permanezcan en la sociedad, es de esperar que se produzcan nuevos disturbios”, dice el experto.

Protestas en Bélgica

En Bruselas, miles de personas marcharon el domingo por el centro para protestar contra las últimas medidas impuestas por el Gobierno belga para contrarrestar el último aumento de casos. Se estima que en la marcha participaron 35.000 personas y, aunque comenzó de forma pacífica, se registraron disturbios.

Las crónicas de la marcha describen cómo entre la multitud había símbolos que iban desde insignias de la ultraderecha hasta las banderas arco iris de la comunidad LGTBI. Los periodistas de los medios del país constataron que había grupos de ultraderecha y partidarios de teóricos de la conspiración, pero también otro tipo de perfiles. Entre los manifestantes había una gran diversidad de opiniones: mientras algunos coreaban “libertad”, otros se oponían abiertamente a la vacunación obligatoria del personal sanitario; otros estaban vacunados pero se oponían al uso del pasaporte y otros estaban en contra de ambas cosas, según informó la radiotelevisión pública belga.

Los organizadores se pronunciaron en contra de los disturbios. La marcha estaba convocada contra el pasaporte sanitario, por más de una decena de colectivos, desde los chalecos amarillos al grupo llamado Teachers For Freedom, antivacunación y antimascarilla, recoge The Guardian. También asistieron diputados del partido flamenco de ultraderecha Vlaams Belang.

Territorios de ultramar franceses

En Francia, se han producido disturbios en el territorio de ultramar de Guadalupe. Los sindicatos han iniciado una huelga para protestar contra la vacunación obligatoria de los trabajadores sanitarios contra la COVID-19 y la exigencia del pase sanitario. Las protestas se han extendido a la isla vecina de Martinica y, aunque tienen su origen en la obligatoriedad de inmunizarse, el trasfondo social es más amplio debido a la falta de trabajo y los cortes continuos de agua, entre otros motivos, informa EFE.

Carme Colomina sostiene que el hartazgo pandémico “ha exacerbado las tensiones democráticas preexistentes”. “Las imágenes de violencia no pueden ser una excusa para eclipsar los dilemas de fondo que acarreamos durante toda la crisis del coronavirus y es que hay una tensión no resuelta entre los derechos individuales y la protección sanitaria. Es una evidencia que, con la excusa de la pandemia, hay países europeos como Hungría, Polonia o Eslovenia que han restringido libertades civiles. El estado de la democracia europea ha sufrido retrocesos”. 

“A medida que crece el descontento, que se alarga la crisis y, con ella, la llegada de la recuperación económica y de una cierta normalidad, el sentimiento de agravio y la frustración seguirán actuando como combustible”, dice la experta.

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