La nueva rutina de una Italia paralizada por el coronavirus: “Está siendo muy duro”

Teletrabajo, clases suspendidas, propietarios de negocios preocupados por la falta de clientes. La población italiana trata de adaptarse a la nueva rutina tras las drásticas restricciones para contener al coronavirus, una epidemia que en Italia ya dejaba este martes más de 8.000 casos activos y 631 muertes.

Con el nuevo decreto, la gente solo puede moverse por el territorio si puede justificar que lo hace por motivos laborales, de salud o de necesidad. Si salen a la calle, deben mantener una distancia recomendada de un metro entre sí. Ya no hay una “zona roja”, como había ocurrido hasta ahora con localidades del norte, las más afectadas. Las medidas de cuarentena se han extendido a todo el país.

Venecia está casi vacía, algo extraño en una de las ciudades más turísticas del mundo, en la que cada día suele haber más de 500 viajeros por kilómetro cuadrado. En sus concurridas calles y callejones, ahora hay muy pocos turistas. Los bares y restaurantes abiertos permanecen prácticamente vacíos.

Natalia Diaconu, una mujer moldava, trabaja como camarera en un restaurante al lado de la basílica veneciana de Santa María Gloriosa dei Frari. Calcula que el negocio “ha perdido al 90%” de la clientela. “Cerramos a las tres de la tarde porque no merece la pena permanecer abiertos. La verdad, creo que hay demasiado alarmismo”, sostiene en una conversación con eldiario.es. “Llevo en Venecia más de 10 años y nunca he visto nada parecido. Primero las inundaciones de noviembre, ahora el virus... está siendo muy duro”, opina. Sara, camarera en un restaurante no muy lejos de la Plaza de San Marcos, es aún más pesimista: “Como siga así, pienso emigrar a Alemania, Austria o España”.

“La economía aquí va mal, ya no tengo clientes. Es un desastre”, lamenta Stefano, un gondolero veneciano. Asegura estar muy preocupado por la situación en la que se encuentra la ciudad desde que comenzó el brote de coronavirus. “Los políticos y los medios de comunicación están generando mucho alarmismo. En Italia hay muchos mayores, y a menudo son nuestros abuelos y nuestros padres los que nos dicen 'no salgas, ten cuidado'. ¡Pero si bloqueas a los que trabajan, se para la economía!”, afirma.

La falta de turistas amenaza con ahogar la economía del centro histórico de Venecia, que depende prácticamente de este sector y de los eventos culturales. Desde que Italia se ha convertido en el país europeo con más casos del coronavirus SARS-CoV-2, las llegadas del extranjero se han resentido, también en otras ciudades turísticas como Verona y Milán.

Con la decisión del Gobierno italiano de transformar a todo el país en una gigantesca “área protegida” con el decreto llamado 'Yo me quedo en casa' –ya que solo se puede salir de casa por razones de trabajo, salud y casos de emergencia–, los desplazamientos internos se detendrán por completo. En todo el territorio italiano, desde los Alpes hasta Sicilia, los viajes por motivos turísticos están prohibidos. Los turistas solo tienen permiso para volver a su casa. Una medida difícil, considerando que el turismo supone más del 13% del PIB nacional.

Escuelas cerradas y teletrabajo

Hasta el 3 de abril las escuelas y universidades también estarán cerradas, y los bares y restaurantes solo podrán abrir desde las 6:00 a las 18:00 horas. “Es muy difícil para nosotros, estamos tratando de reorganizarnos cada día. Es complicado saber cómo actuar frente a un acontecimiento sin precedentes”, explica Luca Torta, propietario de un bar en Trentino-Alto Adige, una zona alpina en la frontera con Austria.

Stefano Teso es un investigador especializado en Inteligencia Artificial que vive en Trentino-Alto Adige, al noreste del país. Para él, como para millones de ciudadanos, el Gobierno italiano aconseja el teletrabajo, algo que ya está haciendo. “Para mi trabajo, el decreto del Gobierno no tiene consecuencias graves. Trabajaré desde casa, con más calma, tomándome mi tiempo. Pero no sé si las infraestructuras digitales de las empresas y universidades italianas están suficientemente preparadas para algo así... Hasta hace unos días, el smart working parecía un concepto del futuro”.

En la misma situación está Franco Pradelli, que vive en Módena y es cofundador de una startup de dispositivos médicos cuyo cuartel general está a 40 kilómetros de su casa. “Por suerte, trabajo mucho en programación, así que puedo trabajar donde prefiera”. Sus dos compañeras, sin embargo, no corren la misma suerte. “Ellas se centran en los dispositivos físicos, y necesitan trabajar con soldadores y componentes, son cosas que nadie tiene en casa. Ahora están trabajando juntas en la oficina de Bolonia, y como la oficina también tiene espacios para descansar, han decidido, por respeto a la ley y por sentido de responsabilidad, dormir allí y limitar al máximo cualquier contacto con el exterior”, indica.

Las condiciones son distintas en compañías que cuentan con mayor número de empleados y proveedores en el extranjero. M. es gerente de un fabricante de alta tecnología de Véneto. “No estoy nada contento con la forma en que algunos políticos –locales y nacionales, de derecha e izquierda– están gestionando la situación. Han convertido un grave problema de salud pública en un daño inmenso para la reputación de Italia en el extranjero”, afirma, con la condición de hablar bajo anonimato. “Hablan mucho pero no generan más que confusión. Y en cambio nosotros, los empresarios, seguimos trabajando día y noche, y las empresas manufactureras italianas siguen exportando a todo el mundo”.

El decreto del Gobierno no impide la circulación de las mercancías por toda Italia, y las fábricas –así como los despachos públicos y privados, las tiendas, los supermercados y las farmacias– pueden seguir funcionando, algo esencial para el segundo país más industrializado de Europa después de Alemania: la industria supone alrededor del 16% del PIB.

“Los empresarios están muy preocupados y en alerta, pero también son conscientes de las dificultades de la situación. Se adaptan, como siempre lo han hecho, porque no es fácil ser empresario en Italia”, opina Carlo Valerio, presidente de la sección de Padua, en el norte de Italia, de la Confederación de pequeñas y medianas industrias privadas (Confapi). “Sin duda esto ha complicado la organización del trabajo, pero en general, la situación del sector industrial es relativamente estable. Sobre todo para aquellos que trabajan mucho con el extranjero”, agrega Valerio, que lidera una empresa que exporta el 85% de sus productos al extranjero, y sus proveedores están en Padua y alrededores. Una de las fuerzas del sector en Italia son los distritos industriales, agrupaciones donde muchas pequeñas y medianas empresas trabajan juntas, lo cual les garantiza un cierto grado de resistencia.

Valerio muestra algunas dudas sobre el teletrabajo. “Es un tipo de medida para las grandes compañías, pero el tejido económico italiano se compone de pequeñas empresas, y no todo el mundo puede trabajar desde casa”. No obstante, piensa que, tras la epidemia, los gerentes y empresarios seguirán haciendo reuniones por teléfono. Aun así, enfatiza que “esta no es una crisis de demanda, una crisis debida a falta de crecimiento”. “Antes de la emergencia del coronavirus, las cosas no iban mal: lo que estamos experimentando es de hecho una crisis emocional y de salud pública”, prosigue.

Preguntado por las posibles consecuencias en la economía, el profesor Giorgio Barba Navaretti, catedrático de Economía Política en la Universidad de Milán, considera que “todavía no es fácil evaluar el impacto de esta situación, porque aún no está claro cuánto tiempo durará”. “Si conseguimos solucionarla en un mes, la economía debería volver a arrancar. Evidentemente, el sistema productivo debe ser apoyado, financiado. Hemos de asegurarnos que no se pierdan puestos de trabajo. Si la situación continuara mucho más tiempo, está claro que el efecto puede ser devastador. Por el momento, la gente no está haciendo planes, todo está un poco a la espera. Es esencial que todo se resuelva pronto”, esgrime.

“Esta crisis solo es un parón. El futuro será mejor”, opina por su parte Valerio. “No estamos en guerra, pero de alguna manera es una situación dramática. Saldremos de ella con un mayor grado de atención, conciencia, valor. Confío que de esta crisis saldrá una Italia mejor”.

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