Lula la encumbró. Le dio un lugar en el Gobierno que ponía al Partido de los Trabajadores por primera vez al frente de Brasil. La ascendió a jefa de gabinete y, más tarde, le legó su popularidad y sus votos para convertirla en la presidenta de un país de 200 millones de personas. Además de venerarlo públicamente, Dilma siguió a rajatabla las líneas trazadas por su padrino. Después marcó ciertas distancias para dejar de ser un invento de su antecesor y ganó unas elecciones en las que no era favorita.
Ahora, con la corrupción acechando y la economía en problemas, a ella ya no le queda nada. No sólo el apoyo popular se ha esfumado. También el de Lula da Silva. Y la encrucijada a la que se enfrenta Rousseff incluye un doloroso divorcio político.
“El suyo parece un Gobierno de mudos”, sentenció Lula en una reunión privada que trascendió esta semana. La falta de reacción de Dilma frente a la evidente desconexión con los ciudadanos –el sondeo de Ibope sitúa el rechazo a su figura en niveles históricos– parece definitiva para un Lula decepcionado con su propio partido. “El PT ha perdido la utopía. Ya sólo les importan los cargos”, aseguró estos días en una charla. Aunque públicamente ha intentado no cargar las tintas, en privado sí se quejó del encierro de la presidenta: “Es un sacrificio convencerla para viajar por Brasil”, comentó Lula a un grupo de líderes religiosos.
Lula les contó que una encuesta encargada por el propio Partido de los Trabajadores en el cordón industrial de São Paulo, donde surgió el movimiento, “demostró que el rechazo al partido llega al 75%. Y solo hay un 7% de gente que cree que el Gobierno es bueno”, según las palabras del expresidente (2003-2010) que reprodujo el periódico O Globo.
“Dilma se equivocó mucho con la economía en los últimos dos años y sigue equivocándose. Enfrenta la recesión con ajuste fiscal y una política monetaria extraordinariamente rígida. Y todo eso después de lograr la inclusión de millones de personas en los años anteriores, millones que ahora tienen unas perspectivas de crecimiento personal y se encuentran con un cuadro de desempleo”, explica a eldiario.es Luis Nassif, columnista y miembro del consejo editorial del periódico Folha de São Paulo.
La pérdida de popularidad de Rousseff se plasmó sólo meses después de haber sido reeleegida por un estrecho margen. “En los estratos sociales en que la evaluación de la presidente es habitualmente más positiva, la reducción fue más intensa”, confirma el último informe de la consultora Ibope.
El cisma económico
El de la economía es un capítulo importante en el desencuentro interno del partido gobernante. Buena parte del PT no vio con buenos ojos la designación del ministro Joaquim Levy, al que consideran un liberal –se formó en Chicago–. El expresidente criticó en esa reunión publicada por O Globo el “ajuste fiscal” que supone la apreciación del dólar y el aumento de la inflación y de las tasas de interés.
El panorama no parece que vaya a mejor. El Instituto de Investigación Económica Aplicada (IPEA), vinculado al Gobierno, ha hecho público esta semana un informe muy pesimista en el que ve poco probable que se reviertan los “datos negativos” de los últimos meses: el PIB cayó un 1,6% respecto a 2014, el consumo de las familias registró su peor dato desde 2003, la inflación subió un 8,5% en un año y el gasto público bajó un 1,5%.
Lula 2018
¿Es el final del mandato Rousseff? Para el analista Luis Nassif, la ventaja de Dilma es que la oposición “no ha demostrado tener capacidad de contraponer un proyecto alternativo”. Y sentencia: “Aunque no hay un clima político para el impeachment [juicio político para destituir al presidente] la falta de reacción ante la crisis y el vacío de gobierno podrían provocar la salida de la presidenta”. Fernando Collor de Mello abandonó la presidencia en 1992 en medio de un proeso de impeachment con unos niveles de rechazo popular similares a los de Rousseff hoy.
La pregunta que se hace la prensa brasileña es si la actitud crítica de Lula tiene que ver con la posibilidad de que el expresidente se presente como candidato en las próximas elecciones. Quizá como una forma de rescatar al PT de la debacle o incluso para convertirlo en otra cosa. “Podría crear una nueva iniciativa política incorporando sectores más amplios”, arriesga Nassif.
“Tenemos que definir si queremos salvar nuestra piel y nuestros cargos o si queremos salvar nuestro proyecto”, señaló Lula este lunes en São Paulo durante un seminario junto a Felipe González. “El PT está viejo. Pienso si no es hora de hacer una revolución interna y poner gente nueva, que piense diferente”, lanzó.
En cualquier caso, si piensa ponerse al frente de la renovación, Inácio Lula da Silva tiene un inconveniente. El escándalo de corrupción en Petrobras puede acabar salpicándole. Y mucho más desde la detención de su amigo, el empresario de la construcción Marcelo Odebrecht. “La investigación Lava Jato se ha convertido en una estrategia para parar una posible candidatura de Lula en 2018”, afirma Nassif. “Y el ministro de Justicia no muestra ninguna disposición a contener los abusos de la Policía Federal”, enfatiza. ¿Una simple falta de reacción del Gobierno de Roussef? ¿O parte de la guerra del divorcio?