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Lola García-Ajofrín

Outriders —

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Frente a un espejo en su habitación en Colombo, Sri Lanka, tras apagar el secador y después de maquillarse los ojos con sombra con los trucos que aprendió con tutoriales de YouTube, Susana explica que cuando se jubiló como contable en una empresa de prestigio, guardó el traje y la corbata en un armario y confesó a su esposa que “quería ser mujer”.

Esta mujer trans había estado luchando contra su identidad durante casi 70 años, tras una infancia en la que en casa la llamaban “pissu lama” (“niño loco” en cingalés) y dos matrimonios forzados con mujeres, cuando ella “ya quería ser la chica”. A sus 72 años, Susana dice que, por fin, es ella misma. Aún sigue casada con su segunda esposa, una mujer musulmana y su hija, de 37, la sigue llamando “papá.”

La historia de Susana no empezó el día que su padre descubrió un sujetador bajo la almohada y le preguntó: “¿Eres gay?”, sino un siglo y medio antes.

Antiguas colonias británicas

En 2021, hay al menos 68 países en los que las relaciones sexuales consentidas entre personas adultas del mismo sexo son ilegales. Más de la mitad de esos países tienen algo en común: una vez fueron colonias británicas. Sus códigos penales incluyen delitos bajo la etiqueta de “delitos contra natura” que fueron introducidos por primera vez por los colonizadores en el Código Penal de la India en 1860 bajo la Sección 377 y luego, en todo el Imperio británico.

La mayoría de las antiguas colonias británicas obtuvieron la independencia gradualmente a principios del siglo XX, y muchos de los países restantes lograron la independencia después del final de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en una treintena de esos territorios, se mantuvo una ley colonial arcaica: el artículo 377 sobre delitos contra la naturaleza.

De Asia a África o el Caribe

La sección 377 fue introducida por los colonizadores británicos en el Código Penal de la India en 1860 y luego en todo el Imperio Británico. “Se encontraba en el corazón del proyecto colonizador británico”, explica Neela Ghoshal, directora asociada del programa de derechos LGTB de Human Rights Watch. “Los británicos buscaban someter a las personas en sus colonias no solo al control británico, sino también a la moralidad británica, de la élite británica para ser claros”, añade Ghoshal. Una de las razones por las que estas leyes no fueron derogadas después de la independencia de estos países de la colonia británica es porque, según explica Ghosal, “continúan sirviendo a los intereses de los gobiernos incluso en sociedades poscoloniales.”

La sección 377 no se refiere explícitamente a las personas LGTBI, sino que criminaliza lo que denominaron actos “contra natura”, que incluyen el sexo anal o el sexo con animales. Sin embargo, dicha ley se ha utilizado como una herramienta para castigar los actos sexuales entre personas del mismo sexo durante un siglo y medio, en países tan distantes y dispares como partes del Caribe, África Oriental o el Sudeste Asiático.

Matrimonios forzados, suicidios y arrestos en Sri Lanka

El 6 de septiembre de 2018, después de una lucha de años de activistas y abogados, el Tribunal Supremo de India despenalizó los actos consensuales entre personas del mismo sexo en India al derogar la Sección 377 en una sentencia histórica en la que se citó a Shakespeare: “¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa con cualquier otro nombre olería igual de dulce”.

Sin embargo, aún hay una treintena de países en el mundo en los que dicha ley sigue vigente. Uno de ellos es Sri Lanka. El código penal de Sri Lanka cuenta con algunas disposiciones que son un “corta y pega” de la Sección 377 de la India. Son las Secciones 365 y 365A sobre “delitos contra natura”, que se han utilizado para criminalizar a la comunidad LGTBI durante más de un siglo.

Lo llamativo es que el Código Penal de Sri Lanka fue promulgado en 1883 por gobernantes británicos y todavía está en vigor, un siglo y medio más tarde, pese a que Sri Lanka se independizó de la corona británica en 1948.

“Esconderse es un tipo de presión mental”

En un sofá de su casa en Colombo, rodeado de informes y documentos y junto a un gran oso de peluche, Damith Chandimal, un activista budista y defensor de los derechos humanos, explica que en los últimos años ha recopilado “numerosos casos de suicidios, arrestos y abusos contra personas LGTBI en Sri Lanka”.

Menciona la investigación titulada “Baila Ponnaya, Baila!”, un informe que incluye 24 entrevistas en profundidad con trabajadoras sexuales trans en Colombo de 1999 a 2002. Chandimal explica que los entrevistados denunciaron abusos verbales y físicos, sobornos e incluso robos por parte de la policía. “Ponnaya” es una palabra peyorativa contra las personas trans. 

En Sri Lanka, estas disposiciones prevén una pena de hasta diez años de prisión. Aunque rara vez se aplican, la criminalización de la vida de las personas LGTBI alimenta la discriminación y permite la impunidad de los abusos y la retórica de odio contra la comunidad. Además, otra ley colonial, la “Ordenanza sobre vagos y maleantes”, que penaliza a “toda persona que se comporte de manera desenfrenada o desordenada en cualquier vía pública”, se ha utilizado para criminalizar a las personas trans y a los trabajadoras sexuales a pesar de que la Constitución de Sri Lanka debería proteger el Derecho a la igualdad en virtud del artículo 12.

No existe una cifra clara del número de personas LGTBI que han sido arrestadas o condenadas por “delitos no naturales” en los últimos años en Sri Lanka. HRW denunció que en 2018 “la policía presentó cargos contra al menos nueve hombres por ”homosexualidad“ basándose en los datos de un informe de la policía. Además, HRW y Equal Ground, una ONG local, publicaron recientemente que, desde 2017, las autoridades de Sri Lanka han sometido al menos a siete personas a exámenes físicos forzados, que incluyen exámenes anales y vaginales, con el objetivo de proporcionar pruebas de conducta homosexual.

Más allá de las detenciones, en un país que criminaliza, lo que más pesa es el estigma. “Y esconderse es una especie de presión mental”, añade Chandimal. Junto al estigma otro los tabúes de la isla son los muchos matrimonios ficticios entre personas gays y heterosexuales, que causan tanto dolor a ambas partes. “Tengo muchos amigos gays de mi edad inmersos en relaciones heterosexuales con mujeres; el matrimonio es algo de lo que es muy difícil escapar”, explica el cineasta y abogado de derechos humanos Visakesa Chandrasekaram, autor de la primera película de Sri Lanka que aborda las relaciones de las personas LGTBI en Sri Lanka y el peso de la sociedad: “Frangipani.”

El corto documental está publicado por Outriders, un organización periodística sin ánimo de lucro, con sede en Polonia, que cubre información internacional con formatos innovadores. La directora del documental, Lola García-Ajofrín, es periodista española.

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