“Nunca han sido más reales”, afirmó el enviado especial de Naciones Unidas para Afganistán, Tadamichi Yamamoto, sobre las negociaciones entre EEUU y los talibanes celebradas este lunes y martes en Abu Dabi. Los talibanes se han sentado en la mesa con el objetivo de conseguir una retirada de las tropas de EEUU y no están dispuestos a hablar con el Gobierno de Afganistán. Además, lo hacen desde una posición reforzada: controlan un 50% más de territorio que hace dos años, superan en número de efectivos al Ejército y la Policía nacionales y en la última etapa han intensificado la violencia para consolidar su posición negociadora.
Ese no era el plan inicial de EEUU. Su objetivo de crear un Gobierno afgano sólido que obligase a los talibanes a negociar y que finalmente no hiciese necesaria la presencia estadounidense está lejos de hacerse realidad. Las fuerzas de seguridad del Estado apenas controlan o tienen influencia sobre el 55'5% del territorio, llevan años estancadas y cada vez tienen menos efectivos. Hoy, los talibanes quieren negociar, pero no lo hacen obligados ante la fuerza del Estado afgano.
En la sesión de confirmación del general Kenneth McKenzie como nuevo comandante de Centcom –mando del ejército de EEUU al cargo de 27 países situados entre el Cuerno de África y Asia Central– el pasado 4 de diciembre, el militar aseguró: “La misión está centrada en asegurar que las fuerzas de seguridad de Afganistán están en la mejor posición militar posible para tener éxito en el campo de batalla y poner la presión suficiente sobre los talibanes para llevarles a la mesa de negociaciones con el Gobierno de Afganistán”. Sin embargo, durante la misma sesión advirtió: “Hoy sería muy difícil para las fuerzas de seguridad afganas sobrevivir sin nuestra asistencia”.
McKenzie informó que los talibanes tienen aproximadamente 60.000 combatientes “disponibles por todo Afganistán”, una cifra bastante superior a los 40.000 que conforman el cuerpo de Policía y el Ejército nacionales. Con esta cifra, las fuerzas de seguridad nacionales registran su número más bajo desde 2012 y solo llegan al 11% de la cifra de 352.000 establecida como objetivo. En el último año, las fuerzas de seguridad afganas han perdido 8.827 efectivos, según el último informe de SIGAR, la agencia del Gobierno EEUU encargada de supervisar el proceso de reconstrucción en Afganistán.
Los talibanes dicen estar dispuestos a negociar con EEUU, pero no con el Gobierno de Afganistán. “El principal punto de discusión ha sido la retirada de las tropas extranjeras”, afirmó el portavoz talibán, Zabihullah Mujahid, a través de su canal de Telegram. EEUU no ha informado sobra las negociaciones, pero los insurgentes aseguran que en ellas no ha participado el Gobierno afgano. “Toda la agenda está centrada en asuntos que conciernen a los ocupantes y las negociaciones solo se mantendrán con ellos”, añadió.
“Recibimos dos mensajes diferentes de los talibanes. Han aumentado la violencia en algunas partes del país, pero a su vez han mostrado un mayor interés por la reconciliación”, afirmó el secretario de Defensa de EEUU, James Mattis. La interpretación del entonces comandante de la misión de EEUU en Afganistán, John Nicholson, era clara: “Los talibanes están combatiendo para ganar influencia en las negociaciones y mantener su cohesión”.
Desde 2009, la cifra de civiles muertos se ha casi duplicado, pasando de 2.814 a 5.252. Aun así, la cifra se ha mantenido estable respecto al año pasado, según datos de la Misión de la ONU en Afganistán (UNAMA). Según Naciones Unidas, el 65% de estas muertes está causado por la insurgencia y el 22% por fuerzas progubernamentales.
En cualquier caso, la UNAMA ha registrado 649 muertes de civiles por operaciones aéreas de fuerzas progubernamentales entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de 2018, lo que supone un aumento del 39% respecto al mismo periodo del año anterior y un récord desde que la misión de ONU empezó a registrar muertes de civiles en el año 2009. Los talibanes han llevado este asunto a las negociaciones de esta semana.
“Ahora tenemos la oportunidad de dar a la Unión Soviética su guerra de Vietnam”, le dijo Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad nacional del presidente Jimmy Carter, a su jefe el mismo día en que los soviéticos entraron en Afganistán. Y lo fue. La URSS estuvo allí 10 años y se marchó derrotada. Hoy, ese mismo territorio se ha convertido en una nueva Guerra de Vietnam para EEUU en la que, 17 años después, no ve la salida. La evolución en la política de Trump es un buen ejemplo de ello, que pasó de apostar por la retirada inmediata a ordenar un aumento de tropas para desequilibrar la batalla. Sin conseguirlo.