Las elecciones que nadie decía desear ya son una realidad. Tras una semana de consultas con los partidos para decidir la mejor fecha, el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, ha anunciado que los ciudadanos volverán a votar el 30 de enero.
La contienda se anuncia abierta, con pronóstico incierto a derecha e izquierda. Entre las formaciones progresistas, el Partido Socialista (PS) del primer ministro António Costa ambiciona una mayoría “reforzada” que no le haga depender del Bloco de Esquerda y el Partido Comunista, quienes a su vez quieren seguir empujando a los socialistas hacia la izquierda. Del otro lado, la derecha tradicional se encuentra con las elecciones en pleno debate interno y mirando de reojo a una extrema derecha en auge.
Rebelo de Sousa, o Marcelo, como se le llama familiarmente en Portugal, había anunciado que habría elecciones si el Gobierno no lograba aprobar los presupuestos. La decisión no era en absoluto automática y fue vista por algunos analistas como un órdago fallido. El catedrático de Derecho de la Universidad de Lisboa Eduardo Paz Ferreira lo recordaba ayer al mediodía en la RTP, donde señaló que la ley contempla expresamente la posibilidad de prórroga presupuestaria. “Si cada vez que un presupuesto no sale adelante vamos a elecciones, no acabamos nunca”, ironizó.
El presidente ha tenido en cuenta estas dudas en el discurso televisivo en el que anunció la fecha. “Hace 25 años le di viabilidad a un presupuesto como líder parlamentario con el que no estaba especialmente de acuerdo porque el momento era importante para el avance de la moneda única”.
Rebelo ha dicho que las diferencias entre las fuerzas de izquierda eran “tan grandes que se volvieron insuperables” y no era esperable limarlas en un segundo proyecto de presupuestos, en contra de lo defendido por el Partido Comunista, el último en bajarse de la negociación con el PS. La gestión de los fondos europeos de recuperación no admitía tener de salida unas cuentas sin actualizar, añadió.
La maniobra, por inesperada, cogió a la derecha tradicional con el pie cambiado. Con cierta melancolía, el líder del conservador Partido Social Demócrata (PSD), Rui Rio, afeó al primer ministro socialista, António Costa, que se hubiese cerrado en banda a negociar algún acercamiento. De fondo estaba la inestabilidad interna del PSD, que está a las puertas de unas primarias, previstas para el 4 de diciembre, en las que Rio no las tiene todas consigo para conseguir la candidatura. El eurodiputado Paulo Rangel, de un perfil político más agresivo, le disputa el mando y quería unas elecciones más tardías para tener tiempo de organizar la campaña en caso de victoria interna. Rio pretendía exactamente lo contrario, con el argumento de que el país está pendiente de los fondos europeos de reconstrucción y necesita estabilidad institucional. “Cuanto más tiempo tardemos, más dinero perderemos”, argumentó.
El enfrentamiento se enconó también por el papel de Rebelo, que es del mismo partido. El día de la votación parlamentaria, el presidente se reunió con Rangel. Una cuestión “protocolaria”, según despejó, que molestó a Rio, quien se enteró por la prensa. “Me parece muy raro”, dijo. Desde entonces, los decibelios han subido. La vicepresidenta del PSD, Isabel Meirelles, afín a Rio, acusó a Rebelo en 'O Jornal Económico' de “hipocondría ante las crisis políticas”, de “hablar de más” y de “poner una vela a Dios y otra al diablo”, tras “llevar a la 'jerigonza' [el informal pacto entre izquierdas que dio apoyo al Gobierno del PS] en el regazo” en los últimos años. En sentido contrario, Rangel: “Es una cosa inaudita, extravagante, no recuerdo a líderes políticos realizando ataques casi personales a un presidente de la República para condicionarlo”.
Las acusaciones cruzadas se sucedieron hasta las horas previas al anuncio del presidente, que finalmente optó por una solución salomónica: el 30 de enero, que no perjudica excesivamente ni a uno ni a otro candidato y además deja a los portugueses celebrar la Navidad en paz, después de las restricciones del año pasado por el coronavirus. Adelantar la fecha “podría contribuir a la abstención”, ha argumentado.
La marejada en el bando conservador también afecta al minoritario CDS, donde la dirección de Francisco Rodrigues de Santos decidió retrasar su propio congreso, para mayúsculo enfado del aspirante, Nuno Melo, que impugnó la decisión. Algunos militantes destacados anunciaron que se iban del partido. Actualmente con cinco diputados, el CDS se ha presentado en el pasado en coalición con el PSD, un acuerdo que está hoy en cuestión. Paulo Rangel no es muy partidario.
Tan solo la extrema derecha de Chega tiene expectativas favorables. “Las encuestas nos dan cerca del 10% y hasta 12 diputados”, anticipa a elDiario.es Pedro Frazão, vicepresidente y previsiblemente futuro parlamentario, que haría compañía al fundador y hasta ahora único representante en la Asamblea de la República, André Ventura.
Las elecciones municipales de septiembre no fueron, no obstante, excesivamente buenas para Chega. Tampoco para la izquierda. El PS fue el más votado, pero bajó en importantes apoyos. El PCP sufrió asimismo un descenso y el Bloco tampoco logró despegar. La derecha menos agreste avanzó tímidamente, con alguna victoria simbólica como Lisboa, que volvió al PSD.
A vueltas con la 'jerigonza'
A la izquierda del PS le compensaría que los resultados no volviesen a ser muy distintos a los de 2019, siquiera para obligar a António Costa a aceptar algunas de las propuestas sobre derechos laborales o refuerzo de la sanidad pública que hasta ahora no han conseguido imponer.
El primer ministro, que echó la culpa a ambas formaciones del fracaso presupuestario tras insistir en que el déficit no se puede disparar, por imperativo de la UE, pidió una mayoría reforzada el día mismo de la votación fallida.
Tanto la dirigente del Bloco, Catarina Martins, quien habló de “obsesión por la mayoría absoluta”, como el secretario general del PCP, Jeronimo de Sousa, consideran que esta supuesta ansia por liberarse de su izquierda ha sido determinante para que las negociaciones de las cuentas públicas no prosperasen. De momento nadie niega categóricamente, no obstante, que pueda haber nuevos entendimientos tras las elecciones. “La 'jerigonza' no fue un paréntesis” previno el ministro de Infraestructuras, Pedro Nuno Santos, que está en las quinielas para suceder a Costa en el PS.
El líder comunista, veterano de estas lides, ya avanzó que no se fía de las palabras del ministro. “Se lo agradezco mucho, pero ese pensamiento no es prevalente en el PS”, opuso el miércoles en una entrevista en la televisión pública.