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Elecciones cuestionadas, adhesión a la UE y Rusia: claves de las protestas en Georgia

Varias personas ondean banderas de Georgia y de la Unión Europea cerca de agentes de policía mientras los partidos de la oposición georgiana se reúnen cerca del edificio del Parlamento de Georgia para protestar contra los resultados de las elecciones parlamentarias, en Tiflis, Georgia, 24 de noviembre de 2024.

Queralt Castillo Cerezuela

Tbilisi, Georgia —
6 de diciembre de 2024 22:24 h

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Un mes después de las polémicas elecciones generales en Georgia, Irakli Kobakhidze, el primer ministro del país, ha dejado clara su postura respecto a la Unión Europea para los próximos cuatro años de mandato: suspende las negociaciones para la adhesión hasta 2028 y renuncia a la financiación de la UE.

El partido Sueño Georgiano, que gobierna desde 2012, revalidó el pasado 26 de octubre su mandato con un 54% de los votos. Un triunfo que –a ojos de los observadores internacionales, los partidos en la oposición y parte de la sociedad civil georgiana– es fraudulento.

Bruselas ya había anunciado hace unos meses que iba a paralizar estas ayudas tras haberse aprobado la ley “sobre transparencia e influencia extranjera”, conocida por la ciudadanía georgiana como “la ley rusa”, por su parecido con las leyes en el país vecino.

La postura del Parlamento Europeo ante estas elecciones también es clara: “Las elecciones parlamentarias de Georgia deben repetirse bajo supervisión internacional”. Y no solo eso: la Eurocámara quiere imponer sanciones contra el primer ministro y contra los principales funcionarios del nuevo Gobierno. “Las políticas seguidas por el Gobierno georgiano son incompatibles con las perspectivas de integración euroatlántica del país”, se puede leer en la nota de prensa.

En la resolución adoptada por el Parlamento Europeo se señala que el 26 de octubre (fecha de las elecciones) hubo “intimidación de los votantes, manipulación de votos, interferencias con los observadores electorales y los medios de comunicación y presunta manipulación de las máquinas de votación electrónica”. Esta resolución también insta a la celebración de unas nuevas elecciones generales en el plazo de un año y a limitar los contactos formales con el Gobierno georgiano.

Por su parte, Estados Unidos también ha suspendido recientemente la asociación estratégica con el país del Cáucaso, y el bloque formado por los países bálticos (Letonia, Lituania y Estonia) ha impuesto sanciones al todopoderoso oligarca Bidzina Ivanishvili (quien mueve los hilos en Sueño Georgiano), y a varios funcionarios de primer rango del Ministerio del Interior.

“Estas elecciones fueron impugnadas ante el Tribunal Constitucional de Georgia por la presidenta del Parlamento y también por algunos de sus miembros. Hasta que no haya una resolución, estos resultados son anticonstitucionales, así como el Parlamento actual. Este Parlamento es ilegal porque viola directamente la legislación y cualquier cosa que haga es ilegal, por eso las elecciones presidenciales convocadas para el 14 de diciembre no son válidas”, explica Nino Dolidze, directora ejecutiva de la International Society for Fair Elections and Democracy (ISFED) —organismo de control electoral en Georgia—, además de activista política y experta en cuestiones electorales y de género.

Un mes de protestas

Desde los comicios del 26 de octubre, una parte importante de la ciudadanía georgiana se ha lanzado a la calle a protestar. El anuncio de Kobakhidze de detener las negociaciones con la UE no ha hecho más que aumentar el malestar y la tensión en las calles, donde la gente se ha estado congregando casi cada día desde que se conocieron los resultados.

En los últimos días, la represión por parte de las fuerzas de seguridad del Estado ha aumentado considerablemente y se han producido cargas violentas, tanto contra los manifestantes como contra los periodistas. Hay decenas de detenidos y tanto la Asociación de Jóvenes Abogados de Georgia como la Red de Asistencia Jurídica, que proporcionan asistencia legal gratuita a los detenidos en el marco de las protestas, aseguran que se les ha maltratado, tanto durante las manifestaciones como durante la detención en las comisarías.

En la avenida principal de Tbilisi, que recibe el nombre del poeta georgiano más importante, Shota Rustaveli, los manifestantes ondean banderas georgianas y europeas y por los altavoces la banda sonora es siempre la misma: el himno de Georgia, el de la Unión Europea (Oda a la Alegría, de Beethoven), “Another brick in the wall”, de Pink Floyd, “Sakartveloa”, de Mgzavrebi (que significa Georgia) o “I am Georgia”, de Achiki Guledani y Beqa Japaridze Shukvani. Pero si hay una canción oficial de estas protestas, esta es “Samshoblo”, que significa patria, interpretada por la banda Yvela.

“No tenemos ningún plan, pero tenemos claro que resistiremos y que ocuparemos las calles en la medida en que podamos; lo cual resulta complicado porque todos tenemos una vida y trabajamos. No podemos estar aquí 24 horas”, explica Tekle Makashvili, de 26 años. “Uno de los problemas de este país es que la justicia no funciona como debería, entonces no confiamos en ella. Hay muchísimas evidencias de la violación de derechos durante las elecciones”, añade.

Parte de la ciudadanía georgiana se muestra pesimista, ahora que ya se ha formado Gobierno, pero tampoco quiere renunciar a la posibilidad “de mostrarle al Gobierno el desacuerdo con ellos”, dice Tekle Makashvili, quien confía en la UE y los aliados internacionales para que se haga justicia. “Estamos contentos de que Bruselas se alinee con nosotros y, aunque desconozco los mecanismos o las herramientas que pueden usar contra el Gobierno, espero que continúen apoyándonos [en referencia a los países de la UE]”.

Sin embargo, Makashvili y una parte importante de los que protestan estos días se muestran decepcionados con los partidos de la oposición, que continúan con sus particulares rencillas internas y que no han sabido mostrar una imagen de unidad estas últimas semanas. “La gente está exigiendo unidad, eso es seguro. Y es la presidenta del Parlamento, Salomé Zurabishvili, quien la está intentando crear”, apunta la analista y activista Nino Dolidze.

Irma Kiria es una de las observadoras de los comicios que estuvo haciendo guardia en uno de los colegios electorales en Tbilisi. “Estamos aquí para proteger nuestro futuro como europeos, porque nosotros somos parte de Europa y este Gobierno está intentando robarnos este futuro y llevarnos de vuelta a Rusia. No queremos eso”, explica Kiria, de 37 años. “Vi a grupos de gente esperando fuera de los colegios electorales, gente que traía a otra gente a votar... Hubo muchas irregularidades. Además de que todo el mundo podía ver nuestro voto, y por eso estamos aquí: para proteger nuestro derecho a unas elecciones justas”.

Kiria, quien llegó a la capital georgiana con toda su familia procedente de Abjasia (zona controlada por Rusia) cuando contaba con seis años, hace referencia al lunar negro marcado en las papeletas de las votaciones y que identificaban la opción que se votaba, un icono que se ha convertido en un símbolo de las protestas.

Por eso, junto a las banderas europeas y las georgianas, también ondean banderas blancas con un lunar negro en el centro. “Si nos vamos a casa, perderemos la oportunidad de cambiar las cosas”, concluye Kiria. Preguntada por la Ley de Agentes Extranjeros recientemente aprobada y que supone un acercamiento a Rusia, asegura que se trata “de una preparación para lo que vendría con estas elecciones”.

Doble discurso y futuro incierto

“Entre la población hay mucho enfado, pero también hay voces críticas desde diferentes organizaciones estatales, ministerios, desde el Banco Nacional y desde el Registro Público. Es decir, hay voces críticas contra el actual Gobierno desde dentro del propio Ejecutivo”, explica Jelger Groeneveld, experto en el país y analista en el Georgian Institute of Politics.

El pasado 1 de diciembre, por ejemplo, dimitió Davit Zalkaliani, embajador de Georgia en Estados Unidos y exministro de Asuntos Exteriores de Sueño Georgiano entre 2018 y 2022. Unos días antes también lo habían hecho los embajadores de Países Bajos, Bulgaria, Lituania y el embajador interino en Italia.

“Otra de las novedades respecto a otras protestas es que no se están dando solo en la burbuja de Tbilisi, sino que se han extendido por todo el país”, cuenta Groeneveld.

Aun así, Groeneveld reconoce que hay zonas, sobre todo donde viven las principales minorías étnicas del país (armenios y azeríes), en las que la población se muestra más afín a Rusia. “Las zonas rurales son menos proeuropeas, pero aún así, la mayoría está a favor de la integración en la UE”, dice. La analista Nino Dolidze tiene la misma opinión.

Hablando con jóvenes y no tan jóvenes, sin embargo, es fácil darse cuenta de que el enfado no viene solo de los resultados electorales, su presunta manipulación y el anuncio de posponer la carrera por la adhesión a la UE: la ley sobre transparencia e influencia extranjera fue la antesala de lo que se ve estos días. “La gente está frustrada. Cuando se aprobó la Ley de Agentes Extranjeros hubo grandes protestas, pero no tuvieron ningún efecto o, por lo menos, no en el Gobierno, que no dio ningún paso atrás. No obstante, la gente no lo ha aceptado y esto contribuye a aumentar la ira. Incluso los ciudadanos que no prestan demasiada atención a la vida política ahora se están implicando”, dice el experto.

Paseando por las calles de Tbilisi hay algo que llama la atención: si bien en los últimos años Sueño Georgiano ha dado un volantazo y ha empezado a mirar hacia Rusia, en muchos edificios públicos, incluidos edificios ministeriales, ondean la bandera georgiana y la europea. Esto contrasta con el discurso de los últimos meses del partido en el Gobierno, cada vez más alejado de la UE.

“En Georgia, si quieres llegar al poder, tienes que presentarte como una fuerza proeuropea”, asegura Groeneveld, para quien Sueño Georgiano a usado un doble lenguaje en los últimos dos años que ha funcionado muy bien. “Nunca fue un partido completamente proeuropeo, pero ha tenido un mensaje próximo a Europa, de quien se ha ido acercando y alejando según los intereses”, añade.

Respecto a este doble discurso, Nino Dolidze es clara: “Así es como funciona la propaganda. Sueño Georgiano sabe que en Georgia uno no se puede mostrar prorruso porque la identidad de Georgia está en contra de Rusia. Hemos estado luchando contra ellos durante siglos”.

Preguntados sobre el futuro a corto plazo del país, ni Jelger Groeneveld ni Nino Dolidze saben lo que va a ocurrir: “¿Qué es lo que viene a continuación? Siendo honesta, no lo sé. Sé que la gente peleará por la repetición electoral hasta el final. No sé qué pasos dará Sueño Georgiano. De momento está ignorando las demandas de la población. No sé qué será lo próximo” concluye finalmente Dolidze.

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