Puede que Donald Trump jamás admita que perdió legítimamente las elecciones de 2020 y la presidencia de Estados Unidos. Eso no importa demasiado, pero podría utilizar sus últimos meses en el cargo antes de la toma de posesión de Joe Biden en enero de 2021 para promover las mismas políticas de división que se han convertido en su marca personal. Hasta podría llegar a boicotear la ceremonia de toma de posesión de Biden.
Pero incluso si Trump y sus acólitos ponen las bases para una transferencia de poder chapucera, caótica y rencorosa, el profesor de Derecho, Jurisprudencia y Pensamiento Social en el Amherst College Lawrence Douglas sigue considerando inconcebible que el presidente de un solo mandato se atrinchere de forma beligerante en el Despacho Oval negándose a salir.
“No veo que eso pueda suceder”, dice Douglas, autor del libro sobre los posibles efectos de las elecciones presidenciales 'Will He Go?'. “Creo que en algún momento, Donald Trump aceptará la derrota”.
Después de años jugando con la idea de rechazar un resultado electoral desfavorable, Trump le ha dado vida al temor de los peores escenarios posibles: una guerra civil, un Tribunal Supremo convertido en arma política o incluso el fin de la democracia estadounidense. En principio, con solo un 10% de los simpatizantes de Trump convencidos de que Biden ha ganado la batalla por la presidencia, muchos estadounidenses están preocupados por un posible estallido de violencia, con el vengativo comandante en jefe hablando, sin ningún fundamento, de fraude y resultados amañados.
“Yo llevaba una gran ventaja en todos estos estados hasta bien entrada la noche de las elecciones y desapareció por arte de magia con el paso de los días. ¡Tal vez esa ventaja regrese a medida que avancen nuestros procedimientos legales!”, tuiteó Trump el viernes.
En un último esfuerzo de los republicanos por aferrarse al poder, Trump y sus aliados ya han presentado un aluvión de demandas por las elecciones. Hasta el momento no han avanzado mucho.
Según Jonathan Turley, de la Facultad de Derecho de la Universidad George Washington, cuando el número de votos impugnados no supera el margen de victoria, “los tribunales no tienen ninguna gana de reabrir unas elecciones”. Aunque por otro lado un escrutinio judicial podría ayudar a disipar el “persistente aura de ilegitimidad” que hay en torno al recuento de votos.
Si alguna de las demandas de Trump es acogida por los legisladores republicanos y los tribunales federales, se podría generar un ambiente complicado y tenso hasta el 20 de enero, cuando Biden toma posesión del cargo.
El silencio republicano
Pero lo más probable es que los republicanos se queden callados por mucho que Trump siga armando un escándalo y negándose a cooperar con el equipo de Biden, opina Julian Zelizer, historiador de la Universidad de Princeton. “El problema que esto genera es que la nueva Administración no recibe las mejores herramientas, la mejor información y la mejor transición que podríamos esperar”, dice Zelizer. “Pero yo diría que Biden ya cuenta con eso”.
Incluso siendo un presidente derrotado en las elecciones, dice Turley, Trump aún puede hacer movimientos estratégicos con la mira en la segunda vuelta electoral de Georgia de enero (donde se decidirá quién controla el Senado), obligando a los demócratas a oponerse a sus decretos presidenciales que subrayen las vulnerabilidades de su partido.
Si la Administración saliente se apoya en decretos presidenciales, estos pueden ser revocados por Biden. Pero después de cuatro años en que los demócratas intentaron impedir que Trump revocase las políticas del expresidente Barack Obama, afirma Turley, se ha creado un precedente contra la revocación de los decretos sin largos retrasos administrativos.
Trump podría hacer valer el poder de la presidencia para intentar el nombramiento de más jueces conservadores, otro recorte de impuestos o desregulaciones medioambientales. Según Zelizer, son medidas con las que, incluso al dejar la Casa Blanca, le estaría recordando “a los republicanos por qué muchos le votaron”.
Trump ha perdido la reelección pero ganó más de 70 millones de votos y en los próximos años podría ejercer una autoridad importante sobre sus votantes. “Le seguirá diciendo a decenas de millones de estadounidenses que la presidencia de Biden es ilegítima y que, básicamente, los demócratas han cometido un golpe”, señala Douglas. “Eso podría sin dudas allanar el camino para un resurgimiento del Trumpismo, o del propio Trump, para 2024”.
Mientras tanto, y con los zarandeos de una transición desordenada, Biden hereda un gobierno dividido que en los últimos años ha tenido problemas para cooperar y llegar a acuerdos. “Es una persona decente que tratará de unir a los estadounidenses”, señala Douglas. “Si tendrá éxito en eso es algo que todavía está por ver”.
Traducido por Francisco de Zárate.