En su primer discurso como presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden pidió unidad en un país dividido, prometió orden y calma tras cuatro años turbulentos y aseguró que llega con un plan para las crisis que deja este difícil 2020. Su mensaje central fue que intentará “curar” las divisiones del país: “Es el momento de cerrar las heridas en Estados Unidos”.
Este sábado por la noche (madrugada en España), Biden y Kamala Harris, la vicepresidenta electa, aparecieron juntos en un escenario al aire libre junto a un centro de convenciones en Wilmington, Delaware, el pequeño estado donde vive Biden y que representó tres décadas en el Senado desde que fue elegido por primera vez hace exactamente 48 años, el 7 de noviembre de 1972. Se trataba del tradicional discurso de la victoria en circunstancias nada tradicionales, cuatro noches electorales después de lo habitual por el retraso del escrutinio. Ante una congregación de coches, por precaución para garantizar la distancia por la pandemia, y con un presidente que sigue sin reconocer los resultados.
Biden salió al escenario con la música de We Take Care Of Our Own de Bruce Springsteen. Se dirigió expresamente a los votantes de Trump y les recordó que él mismo sabe lo que es perder “un par de veces”, en referencia a sus dos carreras presidenciales fallidas. “A la gente que no votó por mí: vamos a darnos los unos a los otros una oportunidad. Es el momento de bajar la tensión, de vernos los unos a los otros, de hablar los unos con los otros...No son nuestros enemigos, son estadounidenses”. Este es el momento de cerrar heridas en Estados Unidos“, dijo.
El presidente electo mencionó la lucha contra la pandemia y la crisis climática entre sus prioridades. También se refirió a la cooperación internacional, con “el poder del ejemplo”. “Esta noche todo el mundo está mirando a Estados Unidos... Vamos a liderar por el poder de nuestro ejemplo”, dijo.
“Hagamos que éste sea el principio del fin de la oscura era de la demonización de Estados Unidos ahora. El rechazo de demócratas y republicanos a cooperar los unos con los otros no es una fuerza misteriosa fuera de nuestro control. Es una decisión”, dijo Biden, con experiencia en llegar a acuerdos bipartidistas en sus tres décadas como senador.
Blanco sufragista
Kamala Harris, vestida de blanco, el color de las sufragistas, entró en el escenario con música de Beyoncé, rodeada de pantallas con mensajes como “la gente ha elegido unidad” y “la gente ha elegido empatía”. Harris comenzó su discurso recordando las palabras de John Lewis, el congresista de Georgia y luchador por los derechos civiles que murió en julio: “La democracia no es un estado, es un acto”. “La democracia de Estados Unidos no está garantizada. Es tan fuerte como nuestra voluntad por luchar por ella”, dijo Harris.
Harris recordó a su madre, Shyamala Gopalan, que emigró a California desde la India en los años 50 cuando tenía 19 años y la crío casi en solitario tras la separación de su marido, de origen jamaicano. “Pienso en ella. Y en las generaciones de mujeres. De mujeres negras, asiáticas, blancas, latinas, nativas-americanas que han abierto el camino a través de nuestra historia para poder llegar a este momento”, dijo Harris, que se refirió en especial a las negras que “tan a menudo son pasadas por alto”.
Harris será la primera mujer vicepresidenta. También la primera persona negra y la primera asiática-americana en ocupara el puesto. Es un hito en un país en la que su madre, una prestigiosa investigadora, estaba acostumbrada a ser despreciada por su acento indio o donde Harris recorría la ciudad para ir a una escuela que no estuviera segregada por color. Un hito para un país donde el actual presidente alaba a grupos racistas y las muertes de negros a manos de la policía no cesan.
Biden estaba acompañado de la futura primera dama, Jill Biden, profesora y que fue la primera esposa de vicepresidente en seguir trabajando durante los dos mandatos de la Administración Obama. Y Harris de su marido, Douglas Emhoff.
Un país difícil
Todavía continúa el escrutinio, y Biden puede acabar ganando por un margen de cerca de siete millones de votos, con un récord por encima de los 80 millones. Puede tener un mapa de votos electorales, los que reparten los estados según el voto mayoritario en su territorio, igual al que consiguió el actual presidente en 2016: 306 votos electorales para Biden contra 232 de Trump.
Biden y Harris heredarán la gestión de un país tocado por la pandemia -Estados Unidos vuelve a batir datos de contagios diarios-, una economía dañada y un electorado igual de polarizado que en 2016.
La Administración Biden lo puede tener difícil también si los demócratas no logran recuperar la mayoría del Senado, que puede depender de dos carreras en Georgia que tendrán que repetirse porque el ganador no ha logrado llegar al umbral necesario del 50%. Si finalmente lo consigue, puede ser por apenas un escaño. Los demócratas tienen mayoría en la Cámara de Representantes pero el Senado es esencial para aprobar la legislación y confirmar los nombramientos de jueces y de cargos del gobierno.
De momento, Trump sigue sin reconocer la derrota y no tiene planes de hacer el discurso habitual de agradecimiento a los votantes y despedida. Hay una tradición de cortesía que los perdedores respetan con discursos incluso emocionantes, como el de John McCain para felicitar a Obama en 2008.
Nueva York era una fiesta
La espera de cuatro días y cuatro noches ha estado marcada por la tensión, las acusaciones falsas de fraude del presidente Trump, que no acepta los resultados, y algunas protestas y episodios aislados de violencia. Pero cuando sobre las 11 y media de la mañana de la Costa Este, los medios anunciaron la victoria de Biden y Harris las calles de las grandes ciudades se convirtieron en una fiesta espontánea.
La fiesta fue por todo el país. Entre otras muchas, las dos ciudades de Trump. Nueva York, la ciudad natal de Trump, y Washington, la sede de la Casa Blanca, estallaron en una celebración que sólo tiene parangón con la elección de Barack Obama en 2008. Aplausos desde las ventanas, guitarristas tocando el himno, bailes, mariachis y gritos de agradecimiento a la furgoneta de correos, en un año récord de voto por correo por la pandemia.
La Presidencia de Trump ha sido inédita en la historia reciente de Estados Unidos, igual que la animadversión personal que ha despertado. Ni en los momentos más controvertidos de la Presidencia de George W. Bush había un ambiente de tensión y tristeza parecido al que ha generado Trump en estos últimos cuatro años.
El rechazo de Trump es también algo significativo. Los presidentes en el cargo suelen tener ventaja y lo más habitual es que tengan un segundo mandato. Trump es el tercer presidente desde la Segunda Guerra Mundial en no ser reelegido. Los otros dos fueron Jimmy Carter y George H.W. Bush.
De Scranton a la Casa Blanca
Pensilvania fue el estado clave que dio la victoria a Trump en 2016 y ahora ha sido el que ha empujado a Biden este sábado por encima de los 270 votos electorales que se necesitan para ser presidente.
Biden nació en este estado, en Scranton. El día de las elecciones visitó su casa de la infancia y escribió un mensaje en la pared: “De esta casa a la Casa Blanca con la gracia de Dios”.
En su antigua casa parecía pensativo. Un reportero de la radio pública NPR le preguntó a Biden en qué pensaba. “En mi madre”, contestó.