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ENTREVISTA The Guardian

Cornel West: “Biden no me chifla, pero creo que tenemos que votarle”

Hugh Muir

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Cornel West es pensador, el cuarto mejor pensador del mundo, según los lectores de la revista Prospect. Ahora reflexiona sobre las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, sobre si los votantes estadounidenses apoyaran o darán la espalda a Donald Trump. Nadie sabe lo que pasará, tampoco West, sobre todo porque ve contradicciones en los estadounidenses que ni siquiera él puede explicar del todo.

Una de esas contradicciones se dio en Charlottesville (Virginia) el 12 de agosto de 2017, el día en que activistas de extrema derecha amenazaron a una comunidad, mataron a una mujer que participaba en una manifestación contra el racismo y más tarde se regodearon cuando Trump se refirió a ellos como “gente muy buena”. West, siempre elegante con su característico traje negro, bufanda negra, camisa blanca, gemelos relucientes y su afro canoso, lo vivió en primera persona.

“Recuerdo cómo esas personas nos observaban, nos insultaban y nos escupían sin parar. Y luego el ataque, y la llegada de los antifascistas para salvarnos. Pero lo que también recuerdo es caminar por el parque y ver a estos hermanos neofascistas escuchando música negra. Dije: 'Vaya, esto es Estados Unidos, ¿no? Estos hermanos neofascistas escuchando algo de Motown (discográfica estadounidense especializada en música afroamericana) antes de matarnos. ¿No es increíble?”, dice en una entrevista con The Guardian.

Las opiniones de West son relevantes por su trayectoria y porque está presente en sectores muy diferentes: en el mundo académico, en los medios de comunicación, en la cultura popular. Parece demasiado erudito como para ser un referente de la cultura popular y demasiado popular como para ser un pensador influyente en el ámbito académico y, sin embargo, ha logrado ambas cosas. Espera sacar provecho de esta ventaja de aquí a noviembre.

“Biden no me chifla, pero tenemos que votarle”

“Biden no me chifla”, reconoce. “No lo apoyo. Pero creo que tenemos que votarle. Tampoco soy un enamorado de las élites neoliberales. Creo que tienen que asumir su parte de responsabilidad por el momento neofascista. Pero al final, el movimiento supremacista blanco es tan letal....y cala muy profundo”.

Hace una larga pausa. Es evidente que es una cuestión dolorosa para él. “Si lo piensas, el 65% de los hermanos blancos y el 50% de las hermanas blancas votaron a Trump. Ese es el tipo de país en el que vivimos. Es como... ¡guau! Si no fuera por los votantes negros, los hispanos y otras minorías y los blancos progresistas... Las acciones de Trump han tenido repercusiones en todo el mundo... todos sabemos que es un mafioso, un mentiroso patológico y un xenófobo”.

¿Y qué pasará? ¿Trump será reelegido? Si pierde, ¿aceptará el resultado y hará un traspaso ordenado de poder? West hace una pausa y reflexiona.

“Es difícil decirlo. A muchos nos gustaría acompañarlo hasta la salida. Probablemente dirá que estas elecciones estaban amañadas y que son ilegítimas. Podría pedir a su legión de seguidores que no acepten el resultado de las elecciones. Entonces, tendremos un problema, hermano... un enfrentamiento civil, tío”.

Para muchos, estas son las elecciones de la COVID-19. Trump infravaloró la gravedad de la pandemia, no reaccionó, no hizo caso a la comunidad científica que lo asesoraba, luego se contagió, se recuperó, y finalmente ha convertido esta recuperación en parte su historia. “Ha creado un personaje; una versión simplificada de una obra de Pirandello”, señala West. “Intenta convencernos de que es el hombre fuerte y el único que puede salvar a Estados Unidos; que es Superman y ha vencido el mismo virus que negaba”.

West, de 67 años, se ve a sí mismo como parte de una “coalición antifascista” contra Trump. Está apoyando a los menos malos. “Lo que no quiero presentar a Biden como un gran defensor de los pobres y los trabajadores”, dice. “No quiero mentir. Ya hemos tenido suficientes mentiras con Trump”. Es una 'elección de Hobson' (una elección libre en la que hay una sola posibilidad). “Ante un neofascista frío y mezquino como Trump, tengo que intentar impulsar a Biden”, concluye.

El mismo argumento es aplicable para Kamala Harris, la número dos de la apuesta demócrata. Biden tiene 77 años y esto convierte a Harris en una potencial presidenta. “Es una hermana negra brillante”, dice West, “pero en gran medida es parte de esa élite y jerarquía imperial”.

Una trayectoria estelar

El anhelo de West de participar en el debate predominante comenzó en su infancia, en Sacramento, California, donde creció con su madre Irene, una distinguida profesora, su padre, Clifton, funcionario civil de la Fuerza Aérea, y tres hermanos. Los West alzaron sus voces progresistas en la iglesia bautista de Shiloh como defensores de los derechos civiles y a través de la Liga Urbana, una organización histórica de derechos civiles. El joven Cornel fue con sus padres a ver a Martin Luther King. “Era magnético. Yo era demasiado joven para entender todos sus mensajes, pero me impactó en el alma”.

West era un estudiante apasionado y llevó su activismo al colegio. A los ocho años, fue expulsado de la escuela porque se negó a saludar a la bandera. Un profesor trató de coaccionarlo y terminaron peleándose. Tenía sus motivos; una tragedia familiar, un clásico caso de ultraje, la muerte de su tío abuelo. “Mi tío abuelo formaba parte de un grupo de militares que regresó de la Primera Guerra Mundial; los lincharon con el uniforme puesto. Se envolvieron en la bandera para hacerles saber que no iban a ser ciudadanos de pleno derecho, a pesar de que habían estado dispuestos a dar sus vidas por el país”.

El joven West, asertivo y sin estudios, tuvo la suerte de ser brillante y de tener padres que lo apoyaban y que conocían el sistema. Su madre encontró una escuela en el otro extremo de la ciudad y, además, todos los días le daba clase de refuerzo. West encontró su vocación. “Me lo pasé muy bien”, dice. “Tuve la suerte de superarlo”.

Su trayectoria ha sido estelar. En 1970 fue aceptado en la Universidad de Harvard y se graduó tres años más tarde en Lenguas y civilización de Oriente Próximo. Luego fue a Princeton y se convirtió en el primer afroamericano que se doctoró en Filosofía en esa universidad.

Ante un neofascista frío y mezquino como Trump, tengo que intentar impulsar a Biden

Después de dar clases en Harvard, fue al Union Theological Seminary de Nueva York, a la Universidad de París y a la Divinity School de la Universidad de Yale. En Yale, durante una protesta contra el apartheid en el campus, fue detenido y encarcelado por poco tiempo. En 1988, regresó a Princeton donde pasó seis años enseñando Religión y Estudios afroamericanos antes de volver a Harvard, cargo que terminó de manera explosiva en 2002 cuando se peleó con el entonces presidente de la universidad, Lawrence Summers. Volvió a Princeton para impulsar un método de enseñanza más pionero sobre Estudios afroamericanos. En 2017, regresó a Harvard, donde ahora da clase en la Escuela de Teología.

Los libros que ha publicado han desempeñado un papel clave en su popularidad, digna de una estrella de rock. El primero que publicó tuvo una buena acogida. En 1993, publicó la colección de ensayos Race Matters (La raza importa). Se convirtió en la lente a través de la cual gran parte de EEUU debatió esta cuestión: fue un texto de referencia en colegios y universidades y que definió batallas políticas e intelectuales. Bill Clinton, el entonces presidente, invitó a West a la Casa Blanca para una consulta privada. Algunos aclamaron el libro, que fue reeditado en una edición del 25 aniversario, como una flecha que atraviesa el oscuro corazón de Estados Unidos. Otros cuestionaron su análisis. Pero pocos cuestionaron la afirmación del libro de que la raza es importante y, por tanto, West también lo es.

Hoy, West es un pensador ingenioso, con opiniones claras y una profunda fe, extraída de una base cristiana que hace que se refiera a Trump, Michael Bloomberg e incluso Tucker Carlson, el famoso presentador de derechas de Fox News, como “hermanos”. Esto puede acarrearle problemas, por ejemplo, cuando habla del polémico líder de la Nación del Islam. “Cuando llamo hermano a Trump, dicen: 'Oh, Dios mío, el hermano West es muy abierto de mente'. Pero llamo hermano a Louis Farrakhan, y dicen: 'Oh el hermano West debe ser antisemita'. Como cristiano debes amar a tu prójimo, y no es amar a un prójimo afín sino amar en todos los sentidos”.

“No sería quien soy sin Aretha Franklin”

Su amor por Barack Obama se debilitó por su tiempo en la Casa Blanca. Ha llamado al primer presidente negro de su país “criminal de guerra” por haber autorizado el uso de aviones no tripulados para bombardeos. “Los ciudadanos no entienden la magnitud del rescate de Wall Street. ¿Por qué asignas un billón de dólares para el 0,01% más rico del país y dejas a tu gente en la estacada, y luego pides su voto cada cuatro años como si fueras su héroe?”.

La música y la cultura desempeñan un papel fundamental en el pensamiento de West. Nadie más yuxtapone el pensamiento de los grandes poetas y filósofos con el de Curtis Mayfield o Bootsy Collins. “No sería quien soy sin Aretha Franklin o John Coltrane”, afirma. También le gusta el hip-hop. Mientras hablamos, se prepara para una cumbre de hip-hop dirigida a aumentar el registro de votantes. “Genios como Rakim y Tupac están luchando con su concepción de lo que significa ser humano en su contexto”, dice. “Son artistas y todos los artistas, como dice Shelley en su Defensa de la Poesía, son los 'legisladores no reconocidos del mundo'”.

También las hermanas Wachowskis, cineastas de culto que lo contrataron para interpretar el papel de Councillor West en las películas The Matrix Reloaded y The Matrix Revolutions. “Fue increíble”, recuerda. “Tuvimos un diálogo intelectual con Keanu Reeves y Laurence Fishburne, leyendo a Schopenhauer y William James. Son intelectuales, sin lugar a dudas”.

Sin embargo, cuando su lente política y cultural apunta a Obama, lo analiza con lupa. “Es triste que el primer presidente negro terminó pareciéndose más a Kenny G que a John Coltrane. ¿Qué podemos decir? Como Kenny G, toca las notas y está bien. Obama está bien. No es un fascista ni nada por el estilo. Pero estamos buscando a alguien como Coltrane”.

“Derribar monumentos no empodera a los pobres”

Desde la muerte de George Floyd asfixiado por la Policía, la gente ha buscado diagnósticos y soluciones radicales. Una revuelta sin precedentes que West puede explicar de manera sencilla: “El linchamiento público de George Floyd conectó con la pandemia y con el mafioso neofascista de la Casa Blanca, y sacó a relucir nuestra esencia como personas y como sistema”, explica. “Lo que pasa es que durante mucho tiempo hemos estado viviendo una mentira”.

El asesinato de Breonna Taylor y la decisión del gran jurado de que ningún policía fuera acusado de su muerte “muestran que el sistema está podrido”, según dice West, en voz baja. “Por eso se preocupa más por las balas que atraviesan la puerta del vecino blanco que por la bala que mató a la hermana negra”.

Desde Race Matters al movimiento Black Lives Matter (la vida de las personas negras importa) señala el “nuevo y hermoso momento en la lucha por la libertad de los negros”. Pero incluso en este caso, West identifica problemas y aconseja establecer objetivos concretos. Debe ser “un asunto profundamente humano que siempre es multirracial, multinacional, multigénero, multiorientación sexual”. Es clave que se prioricen a aquellos más necesitados. “El enfoque debe ser el empoderamiento de los más vulnerables, como dice la Biblia, los pobres y la clase trabajadora. Cuando se derriban monumentos, no se empodera a los pobres. Se convierte en un gesto simbólico”.

En su opinión, esa estrategia requiere una reflexión profunda. “Lincoln fue un supremacista blanco la mayor parte de su vida pero, Dios mío, maduró y se convirtió en una fuerza del bien. Lo que ocurre es que a veces terminas produciendo rechazo en algunos miembros de comunidades más amplias a las que intentas llegar”.

El linchamiento público de George Floyd conectó con la pandemia y con el mafioso neofascista de la Casa Blanca, y sacó a relucir nuestra esencia como personas y como sistema

Cuando entrevisté a West por primera vez, lo agasajaban en la Universidad de Cambridge y en Londres, David Cameron era el primer ministro del Reino Unido y crecían las políticas de austeridad y la división social.

“Reino Unido tiene problemas graves”, afirmó West en ese primer encuentro. Ninguno de los dos pudimos prever lo que sucedería después. “Boris Johnson”, espeta con desdén. “Es el primo hermano de Trump, más educado, más sofisticado, pero en la misma línea que Trump y que Netanyahu, Modi y Bolsonaro. Odio tener que afirmar que estuve en lo cierto cuando hablaba sobre Reino Unido”, indica. Sonríe y encoge los hombros para reconocer que él “tampoco vio venir a Boris Johnson”.

En Zoom, da una lección sobre cómo reflexionar. Se balancea hacia adelante y hacia atrás a un ritmo pausado. Lo invitan en universidades, cumbres y tiene un podcast, The Tightrope (La Cuerda Floja): un diálogo con la profesora Tricia Rose, socióloga de la Universidad Brown de Rhode Island, que abarca temas sociales, culturales y de raza. Está un poco nervioso porque en 2024 pronunciará la conferencia Gifford. Se trata de un evento auspiciado por la Universidad de Edimburgo desde 1888 y es “el mayor honor en la carrera de un filosofo”. West hablará sobre la lucha contra la muerte, el dogma y la dominación.

Es un férreo defensor de Julian Assange y de la campaña para evitar que sea extraditado a Estados Unidos. “Es alguien que nos cuenta la verdad”, señala West. “Simplemente ha dejado al descubierto algunos de los crímenes y mentiras del imperio estadounidense”. ¿Pero pagará el precio por ello? “Rezo por él. Pero creo que no tiene buena pinta, tío”.

Ante la posibilidad de un futuro sombrío, con solo un atisbo de esperanza depositada en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre en Estados Unidos, West insiste en la necesidad de seguir una trayectoria definida.

“Militarismo, racismo, pobreza y materialismo; los cuatro absorberán la energía de la democracia estadounidense”, afirma, recitando con admiración. “Martin Luther King dijo eso justo antes de que lo mataran, y, como sabes, los que dicen la verdad a menudo son asesinados. Así es el mundo”.

¿Debería él estar preocupado? Inclina la cabeza y ríe. “Oh, diablos, podrían matarme cualquier día; me parece bien. Voy a caer bailando, hermano, como Ella Fitzgerald y Muhammad Ali, con un poco de Rakim y algo de Coltrane”.

Traducido por Emma Reverter