Entre las decoraciones otoñales y las calabazas de Halloween asoman tanto los carteles de apoyo por la reelección de Donald Trump como los que alientan por el demócrata Joe Biden en las elecciones del 3 de noviembre en uno de los barrios residenciales de Scranton (Pensilvania), donde la que la mayoría de los habitantes es consciente de lo importante que es cada voto en este estado bisagra.
“No sé por qué desde hace un mes y medio hay tantos letreros, a lo mejor a la gente le pagan por tener los carteles”, comenta desde su porche Julio, un venezolano que lleva media década viviendo en esta ciudad que la versión estadounidense de la serie The Office puso en el mapa a principio de siglo XXI. También es la ciudad natal de Biden.
La teoría del caribeño es incorrecta: son los propios vecinos los que compran la propaganda política. Lynn Cawley Harding cuenta que compró por Amazon su gran bandera de “Biden - Harris”. También compró una pancarta de “Biden presidente” por tres dólares a una vecina que trabaja como voluntaria en la campaña demócrata.
“Alguien me robó mi pancarta (que estaba clavada en el césped de la entrada), por eso puse la bandera en el interior de mi ventana. Podría mirar en mi sistema de seguridad quién lo hizo, pero no me importa, pongo otra enseguida”, explica esta maestra que cada año electoral muestra su apoyo al partido demócrata.
“Estoy orgullosa de poner un cartel por Biden, porque él es de Scranton y creo que la mejor parte de Scranton está representada en un hombre como Joe Biden. Él es religioso como muchos de nosotros”, dice sentada en su patio trasero mientras que se baja su mascarilla para darle un trago a una taza de café.
Mientras que, para Cawley, el candidato republicano es “lo peor” que América pudo ofrecer. “Él es lo contrario de nuestro valores. Votaría por cualquier persona que no fuese Trump, voté por Hillary (Clinton) por las mismas razones. Donald Trump es una caricatura, es un chiste y me da vergüenza que nuestro país haya elegido a este hombre para representarnos en el mundo”.
Para esta maestra divorciada que desde que empezó el curso enseña a través de su ordenador debido a la pandemia, el objetivo de Trump es dividir al país y el de Biden, unir a Estados Unidos. Explica que cuando Trump dio un mitin este agosto en Old Forge -a 10 kilómetros de Scranton- fue con su hija de 16 años para ver cómo era el apoyo del condado de Lackawanna hacia el mandatario y dice que se sintió “avergonzada”, ya que ella creía que la gente de esta área tenía valores distintos, más ligados al cristianismo y a ayudar al prójimo que al racismo.
“Los votantes de Trump de los suburbios y las zonas rurales de Pensilvania son racistas, así de simple. No les gusta ni la gente negra ni los morenos”, dice la mujer de 50 años. El 90,4% de la población de Lackawanna es blanca; el 8,4%, hispana y el 4,2%, afroamericana. Son datos muy similares a la población de Pensilvania, que tiene un 81,6% de blancos, un 7,8% de latinos y un 12% de afroamericanos.
No obstante, Cawley cree que Biden va a ganar estas elecciones porque tiene el apoyo de las mujeres. “Las mujeres blancas no apoyaron a Clinton como hubiesen tenido que haberlo hecho. Las mujeres blancas van a votar por Biden, las negras y las morenas también, porque son mujeres y saben que él (Trump) es un racista”, resalta y respalda su teoría en el hecho de que hay dos veces más carteles a favor de Biden que había por Clinton hace cuatro años.
Con nocturnidad
A tan solo unas calles de distancia, Mike Lesnefsky se queja del mismo problema, le han robado una pancarta en mitad de la noche, pero a diferencia de Cawley su letrero decía Trump Pence y “Keep America Great!” (¡Mantén a América grande!). “El nuevo (cartel) lo he puesto aquí (cerca de su entrada) a ver si la persona que me robó el primer letrero tiene el coraje suficiente de venir a mi porche y coger mi segundo cartel. El primero estaba en la esquina entre los arbustos, sólo duró dos días”, detalla el camionero jubilado que, además de la pancarta, tiene en su cobertizo tres banderas de Estados Unidos y una polaca, esta última en honor a su padre, quien nació allí.
“La razón por la que votamos (su esposa y él) por Trump es porque él es provida, no creo que nadie pueda asesinar a un niño en el útero. Así es como nos sentimos”, argumenta el octogenario.
Para Lesnefsky, quien se describe como un “americano de purasangre” pese a que sus progenitores nacieron en Europa del Este, otro motivo para votar al actual presidente es que no cree que Biden disponga de la habilidad necesaria para ser mandatario porque, según él, no ha hecho nada. También recalca el segundo nombre del presidente Barack Obama (“Hussein”) como si fuera algo negativo.
Este anciano dice que no le preocupa demasiado la pandemia y cree que no es tan “seria” aunque ya hayan muerto más de 200.000 personas por coronavirus en Estados Unidos y más de un millón en el mundo. Aun así, prefiere votar por correo. Dice que confía en el servicio de correos de Scranton.
Una enfermera jubilada que prefiere no dar su nombre barre las hojas otoñales que se han caído en la acera que está delante de su casa. Entretanto cuenta que ella también va a votar por correo, al igual que hizo en las primarias. Aunque no hace públicas sus preferencias políticas mediante letreros en su propiedad, tiene claro que va a votar por Biden porque a su país le hace falta un líder y Trump ha demostrado que no lo es.
“Parece que vamos hacia la manera de vivir de los rusos: divide y conquistarás. Creo que él (Trump) es un hombre de negocios, y no un buen hombre de negocios porque fracasó en muchos, pero nació con dinero. Él no sabe qué es no tener dinero, no tiene respeto por la vida humana, ni por las mujeres. Me acuerdo que en los 70 le miraba y pensaba: '¡Qué hombre tan horrible!'”, comenta desde la vereda, lugar que en este barrio residencial es más transitado por las ardillas que por los humanos.
En su opinión, el republicano tiene mucho apoyo entre la gente joven de Pensilvania. “Parecen simpáticos y luego abren la boca y dicen que el coronavirus es un engaño. Mi vecino, un muchacho joven, dice: '¿Dónde están todos los cuerpos?' y yo le respondo: 'Ve al cementerio'. Creen que es un engaño y que es todo político. Lo que más gracia me hace es que él vive una vida demócrata, pues quiere disfrutar de las subvenciones”.
Pancartas para el cementerio
Curiosamente, en una de las puertas del cementerio de Scranton hay un cartel arrugado de Trump. Podría ser uno de los carteles robados y que alguien lo haya puesto ahí para señalar que en lo que va de año han muerto más de 200.000 personas en el país por la COVID-19.
Marjorie, una vecina de la misma zona residencial, está cubriendo con tierra sus marchitas flores para que sobrevivan al invierno y vuelvan a resurgir en la primavera de 2021. Cree que el hecho de que los vecinos se roben los carteles entre ellos es un tema serio, ya que la gente está traspasando propiedad privada. Señala que no es un asunto que sólo se dé en su barrio, pues ha visto “en Facebook” que a unos amigos suyos que viven en una granja cercana también les han robado un cartel enorme pro Trump.
Para ella el tema más importante a la hora de votar es la sanidad, pues su hija es diabética y su tratamiento es muy caro. No obstante, señala que, por un lado, Biden le dice a la gente “lo que quiere oír” y que, por otro, Trump muestra su odio hacia Obamacare (nombre popular que recibe la Ley de Protección al Paciente y Cuidado de Salud Asequible), pero que ella no sabe cuáles son los planes de Trump porque el magnate “no lo anuncia”.
La edad de los candidatos, ambos septuagenarios, es otro tema que le concierne. “No creo que Biden deba ser presidente porque es demasiado viejo, no creo que su mente esté bien, se le olvida todo como a mí”, dice entre risas la mujer que defiende que, aunque haya sólo cuatro años de diferencia entre los políticos, Trump es “como un toro”.
Latinos por Trump
A Luis Román, un puertorriqueño que lleva 39 años viviendo en un barrio de la periferia del centro de Scranton, la agilidad mental de Biden también le preocupa. “Si te das cuenta Biden está más loco, se queda dormido, es demasiado mayor”, comenta, haciéndose eco de las declaraciones de Trump (74 años), quien ha bautizado a Biden (77 años) como “sleepy Joe” (Joe el somnoliento).
Román, que tal y como hizo el año pasado votará por Trump porque es “un hombre de negocios y no un político corrupto”, se describe como un demócrata. Apunta que votó por Obama en dos ocasiones debido a los “ideales que proponía”.
El puertorriqueño está junto a otros tres amigos boricuas que no van a votar en estas elecciones. Es más, ninguno de ellos ha ejercido su derecho al voto desde que se mudaron de la isla a Pensilvania. La razón principal es porque no notan que ningún político les tenga de verdad en cuenta, más allá de las campañas electorales, cuando los candidatos anuncian inversiones a Puerto Rico -el republicano anunció 13.000 millones de dólares en ayuda en septiembre- o se empiezan a hacer eco de la importancia de la cultura hispana en el país -Biden comenzó uno de sus mítines este mes con la canción de 'Despacito'-.
Además, Rafael Aduiou, Joel Sepúlveda y Rubén Correa apuntan que nunca darían su voto a Trump, pues aún no han perdonado lo “racista” que fue cuando lanzó rollos de papel higiénico a los damnificados después del huracán María, catástrofe que azotó a la isla y dejó a más de 3.000 muertos en 2017.
El hecho de que en los barrios residenciales de Scranton se puedan ver a partes iguales carteles de ambos candidatos sirve para entender lo ajustadas que están ahora estas elecciones en un estado que llevaba más de dos décadas votando mayoritariamente por demócratas para la Presidencia, pero que Trump ganó contra pronóstico en 2016. En 2008, Obama por más de 600.000 votos; cuatro años más tarde hizo doblete con la mitad de papeletas y en 2016 Trump se llevó Pensilvania por menos de 50.000 votos, en unas elecciones en las que participaron seis millones de votantes en el estado. Las encuestas están ahora ajustadas, aunque en las últimas Biden ha tomado la delantera.
“Es un área con mucho conflicto a nivel político, siempre ha sido así. A medida que las elecciones se acercan vamos viendo lo ajustadas que van a ser”, explica desde la plaza central de Scranton un hombre que se presenta como historiador de la guerra civil estadounidense y profesor de instituto y dice que sus iniciales son E.P.
“Scranton históricamente ha votado a los dos partidos, pero recientemente se ha mostrado más demócrata, pero he crecido en los suburbios y soy muy consciente del efecto conservador y de que en esa zona hay más republicanos”, dIce.
A pesar de que en la zona universitaria de la ciudad no se ven carteles por ninguno de los dos candidatos, las elecciones son un tema relevante entre las conversaciones de los estudiantes.
De los patios a Snapchatl
“Está por todas partes, en las redes sociales y en la televisión, vas a YouTube y te saltan los anuncios”, dice Alexis, una estudiante de 19 años que este noviembre votará por primera vez a un candidato presidencial. “Cada vez que estoy en Snapchat me sale un anuncio de Joe Biden”, añade su amigo Alan. Pensilvania, junto con Florida, es donde los dos partidos invierten más dinero en anuncios electorales.
En este grupo de cuatro amigos todos se han registrado para votar por correo pues están empadronados en otras zonas de Pensilvania, aunque hubiesen preferido poder votar en persona. “Va a ser una de las elecciones más importantes de nuestras vidas”, resalta Bradley, que con 20 años recién cumplidos es el más mayor del grupo.
Para Alan la defensa de los derechos de la comunidad LGTBQ es algo esencial y apunta que por eso nunca podría dar su voto a los republicanos, sobre todo porque Mike Pence en los años 90 apoyó la idea que ser gay era una elección.
Por su parte, Sara aún no sabe a quién votar. Dice que está segura de que va a ejercer su derecho al voto, pero también que está abrumada por el bombardeo de información que está recibiendo. Tal y como pasa en las otras generaciones de Pensilvania, la religión también es un factor importante para decidir a quién votar entre los más jóvenes.
La gran diferencia de edad que tienen con los candidatos es algo que consideran “ridículo”. “Necesitamos más representación de los jóvenes en el Congreso y en el Senado y en todos los poderes de América, porque la edad media de Estados Unidos es de 30 años. Sé que no puedes ser presidente hasta que tengas 35 años, pero creo que es importante tener a alguien que tenga 50 años, en vez de 78, 77 o 76 años”, comenta Alexis, de 19.
Su juventud implica que no conozcan tanto a Trump como un hombre de negocios o una figura de la televisión, sino como un candidato político. “La primera vez que escuché hablar de él fue por una canción de rap”, dice entre risas. “Yo me enteré hace poco que sale en una de las películas de Solo en Casa”, añade Sara.
Al estudiar en una ciudad y vivir en el centro del estado, estos jóvenes del noreste tienen también sus propias teorías de por qué el voto de Pensilvania, que decide 20 de los 538 votos electorales del país, es tan diferente entre las urbes y las zonas rurales. Según Alexis, en las ciudades, como hay más visibilidad de la indigencia, la gente es más consciente de la importancia de las ayudas sociales y la sanidad pública.
Mientras, Bradley destaca la relevancia de la segunda enmienda de la Constitución de los Estados Unidos, que protege el derecho de los estadounidenses a poseer y llevar armas, en el sector rural. “Es muy importante para mucha gente, sobre todo en las granjas. Somos conocidos como Pennsyltucky, una mezcla de Pensilvania y Kentucky. Mientras que en las ciudades la gente no suele ir armada. Además, vemos que ahora con las protestas y revueltas (contra el racismo y la brutalidad policial) la gente está asustada”.