En las últimas elecciones generales en España, los colegios cerraron a las ocho de la tarde y tres horas después ya se había contado casi el 99% de los votos. En EEUU, cuatro días después de cerrar las urnas, todavía les queda para llegar ahí. Es cierto que son unas elecciones especiales, con la mayor participación en 120 años y muchísimo voto por correo debido a la pandemia, pero eso no oculta una realidad: la autodenominada “primera democracia del mundo” es un desastre contando votos. ¿Por qué?
El resultado “oficial” puede tardar semanas
Por recuperar el ejemplo español, en las últimas elecciones generales el ministro del Interior compareció a las 22.30 de la noche y anunció los resultados con más del 96% del escrutinio hecho. En EEUU hemos tardado cuatro días en conocer el nombre del ganador y no porque nos lo haya dicho una autoridad, sino porque así lo han anunciado los que lo anuncian siempre: los grandes medios nacionales que tienen equipos de analistas mirando los datos y que deciden cuándo es seguro “declarar” que un candidato ha ganado en un estado.
Después del desastre de la noche electoral del año 2000, cuando declararon ganador primero a Al Gore, luego a George Bush y después a ninguno de los dos, los grandes medios se han vuelto más prudentes. En elecciones como esta, en la que varios de los estados decisivos tenían ventajas de apenas unos miles de votos, han preferido esperar y han hecho bien: en la mayoría de los estados el voto anticipado, que suele favorecer a los demócratas, se contaba en último lugar. Si se hubieran fiado del escrutinio de la noche electoral, hubieran metido la pata declarando ganador a Trump para luego ver cómo al menos cuatro estados decisivos cambiaban a Joe Biden al avanzar el conteo.
¿Y por qué tardan tanto esos datos oficiales?
Porque tampoco se dan mucha prisa. Los estados verdaderamente disputados son pocos, en la gran mayoría se conoce el resultado de antemano y los grandes medios los “declaran” prácticamente en cuanto cierran las urnas, fiándose solo de las encuestas. Tal vez por eso la gran mayoría de los estados se pone límites muy amplios para certificar los resultados: en California o Nueva York, por ejemplo, tienen hasta principios de diciembre.
Además el escrutinio lo organizan cada uno de los 3.141 condados del país, según sus propias normas y ritmos, y no suelen obligar a ningún trabajador a quedarse contando votos durante la noche, sino que regresan al día siguiente y siguen donde lo dejaron. No parece tampoco que sea cuestión de contratar más personal: en España el escrutinio lo hacen 178.000 personas designadas para las mesas electorales, mientras que en EEUU se contrata más de un millón de trabajadores para que atiendan los centros de votación. Un cálculo rápido nos dice que en España hay unas 207 personas con derecho a voto por cada miembro de mesa y en EEUU 204 por cada trabajador electoral. No hay mucha diferencia.
¿Ha tenido algo que ver la pandemia?
Probablemente mucho. Hace cuatro años unos 35 millones de estadounidenses votaron por correo y ahora lo han hecho más de 65. Varios estados han facilitado mucho esta vía de participación para que nadie se quedara sin votar por miedo a contagiarse en un centro de votación. Los votos por correo son más trabajosos de contar, porque necesitan un procedimiento de verificación en el que se compara la firma de la persona que ha entregado el voto con la que figura en el registro de votantes. En varios estados, también hay que comprobar la firma de un testigo. Todo eso lleva tiempo.
Además muchos estados fundamentales en esta elección, entre ellos Wisconsin, Michigan o Pennsylvania, decidieron no empezar ese proceso de contar el voto por correo hasta el propio día de las elecciones, retrasando así el escrutinio. Y en otros el conteo del abundante voto por correo se iba a alargar sí o sí porque la ley permite que se contabilice todo el que esté matasellado antes de las elecciones, aunque llegue hasta cinco días después de la elección.
¿Trump ha tenido algo que ver?
Algo. El presidente ha levantado muchas dudas sobre la limpieza de estas elecciones, llevando a que las autoridades estatales hayan tenido el máximo cuidado y nadie haya querido tener prisa. Lo mismo se aplica a los grandes medios que son los que normalmente señalan al ganador y que han tenido mucha prudencia, incluso cuando los datos dejaban poco margen a una victoria del presidente.
Tradicionalmente, el candidato que se sabía perdedor ha reconocido públicamente su derrota para poner fin simbólicamente a las elecciones, pero Trump prepara una ofensiva legal que puede retrasar aún más el resultado definitivo. Toca esperar todavía, un poco más.