Las elecciones municipales de Brasil fracturan el bolsonarismo

Bernardo Gutiérrez

Río de Janeiro —
7 de octubre de 2024 08:15 h

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El bolsonarismo se agrieta. No se rompe, pero muestra una primera fisura. Pase lo que pase en la segunda vuelta del 27 de octubre, la extrema derecha brasileña difícilmente volverá a demostrar una unidad inquebrantable alrededor de Jair Bolsonaro. El coach evangélico Pablo Marçal, que ha dinamitado la campaña en São Paulo con un partido irrelevante y sin recursos (el Partido Renovador Trabalhista Brasileiro, PRTB), es el nuevo outsider. Marçal, colándose por brechas digitales al margen de las leyes electorales y apelando a los trabajadores de economía informal con sueños de emprendedurismo, arrebata a Jair Bolsonaro su autoproclamada condición de mesías. Y parece haber encontrado la fórmula de renovación de la extrema derecha. Tras ver cómo la justicia cerró algunos de sus perfiles en redes sociales por difusión de fake news, Marçal acudió a votar descalzo, cinco minutos antes del cierre del colegio electoral. “Vine descalzo para mostrar cómo he sido perseguido en esta campaña electoral”, aseguró.

Aunque Pablo Marçal se ha quedado a las puertas de la segunda vuelta, que será disputada entre Ricardo Nunes (candidato de Jair Bolsonaro) y Guilherme Boulos (candidato de Lula da Silva), su sorprendente resultado (algo más del 28%, con el 100% ya escrutado), insinúa un camino prometedor. Frente a la narrativa de empresario hecho a sí mismo y la irreverente agresividad de Marçal, los acuerdos de la familia Bolsonaro con los partidos del establishment han sido interpretados por los votantes más radicales como vieja política. El apoyo de Jair Bolsonaro a Ricardo Nunes, candidato a la reelección por el Movimento Democrático Brasileiro (MDB), en detrimento de una candidatura propia del Partido Liberal (PL), acabó volviéndose en su contra. La alianza pragmática del bolsonarismo en muchas capitales con partidos tradicionales, clave para que el expresidente luche en el congreso por su amnistía ante la justicia, hizo perder el cariz antisistema de sus candidaturas. 

Por si fuera poco, la imagen de Jair Bolsonaro, inhabilitado políticamente y perseguido por múltiples procesos judiciales, cotiza a la baja. En São Paulo, ciudad en la que el 63% de los votantes rechazaban cualquier candidatura apoyada por Jair Bolsonaro, la campaña oficial de Ricardo Nunes escondió la figura del expresidente. Tarcísio de Freitas, gobernador bolsonarista del estado de São Paulo, tuvo que acudir al rescate de Nunes con su imagen de moderación. 

La subida de Marçal en las encuestas provocó que pesos pesados del bolsonarismo se cambiaran la chaqueta y declararan su apoyo, como Ricardo Salles (ex ministro de Medio Ambiente) y el popular diputado Níkolas Ferreira (íntimo de la familia Bolsonaro). El propio publicitario del expresidente, Sérgio Lima, se deshizo en elogios a Pablo Marçal. Atribuyó el ascenso del candidato a su buena relación con los algoritmos de las redes sociales que presentan asuntos polémicos al gran público. “Las redes sociales se rigen por el mismo principio de las elecciones: la masa elige a la autoridad. Manda el algoritmo”, aseguró Lima. 

El primer gran salto de Marçal tuvo lugar durante las inundaciones del sur de Brasil, en mayo, cuando Marçal difundió fake news y se enemistó con la principal cadena de televisión, la Rede Globo, algo que catapultó su figura. Su gran explosión ocurrió al inicio de la campaña, cuando acusó sin pruebas al izquierdista Guilherme Boulos de usar cocaína. Y su estallido final enfangó el último debate electoral, el pasado viernes, cuando mostró un falso atestado médico para asociar una vez más a Boulos con el uso de drogas.

La provocación final de Pablo Marçal, algo que le puso en la mira de la justicia, tiene un objetivo claro según un ala de su propio partido: servir de trampolín para su candidatura presidencial en 2026.  

La pujanza del centrão

Si la irrupción de una nueva extrema derecha complicó la campaña de algunos candidatos bolsonaristas en capitales como São Paulo o Fortaleza, el principal motivo del resultado agridulce del partido del expresidente ha sido otro: la pujanza del centrão, campo político que va del centro a la derecha. Partidos como el MDB, el Partido Social Democrático (PSD), União Brasil, Partido Progessista (PP) o Podemos arrasaron en la jornada de ayer. Conquistaron en la primera vuelta capitales como Salvador de Bahía, Teresina o Florianópolis. Y disputarán la segunda vuelta en la inmensa mayoría de las 27 capitales. El PT de Lula y del PL de Bolsonaro son partidos subalternos a dicho bloque político en la mayoría de las grandes ciudades. 

El resultado de Río de Janeiro, segundo colegio electoral del país y cuna política de Jair Bolsonaro, resume una fotografía que se repite en todo el país. El actual alcalde Eduardo Paes, el PSD, a pesar de ser aliado histórico de Lula, se lanzó a una campaña por libre, con guiños a izquierda y derecha. No solo no aceptó colocar a un candidato a vicealcalde del PT, sino que pidió al mismísimo Lula que no se involucrara en la campaña. La estrategia funcionó: Paes ganó en el primer turno con el 60,47% de los votos válidos. La abultada derrota de Alexandre Ramagem, del PL, es especialmente dolorosa para Bolsonaro, que ve como la ciudad donde creció políticamente le da la espalda. El PSD de Paes también estará en el segundo turno de Belo Horizonte, una de las ciudades más importantes del país, en la que luchará contra el candidato bolsonarista Bruno Engler (PL).  

Por otro lado, el centrão se ha visto favorecido por la ausencia de duelo directo entre Lula y Bolsonaro no ha ocurrido. Ninguno de los dos líderes políticos se involucró en la campaña como era de esperar. Lula ha priorizado su agenda internacional frente a unas elecciones locales en las que el Partido dos Trabalhadores (PT) no tenía demasiadas bazas. Alertado por los malos augurios de las encuestas para la izquierda, el presidente prefirió apoyar pragmáticamente a candidatos de otras siglas en la mayoría de las capitales, en mucho casos, del centrão. En São Paulo, una de las pocas plazas que contó con la presencia de Lula durante la campaña, la alianza fue con Guilherme Boulos (PSOL). En Río de Janeiro, con Eduardo Paes. En Recife, Lula desinfló la candidatura propia del PT y entregó la hegemonía de la izquierda a João Campos, del Partido Socialista Brasileño (PSB). 

Todo apunta a que Lula se volcará en la segunda vuelta de São Paulo, ciudad donde el PT fue el partido más votado en las elecciones presidenciales de 2022. 

La derecha arrasa

A pesar del sonoro fracaso de Bolsonaro en Río de Janeiro, el PL consigue un buen resultado electoral, aunque peor del esperado. Conquistó en la primera vuelta dos capitales y disputará la segunda en diez. Fortaleza (en el izquierdista nordeste) y Cuiabá (en el conservador centro oeste del sector agropecuario) tendrán los dos únicos enfrentamientos directos entre el PT de Lula y el PL de Bolsonaro. El buen resultado de la extrema derecha se redondea con el triunfo de Republicanos en Vitoria, una de las capitales del sudeste. 

El PT de Lula, que desde 2016 no gobierna en ninguna capital, recupera algo de aliento. Aunque no ha conquistado ninguna capital en la primera vuelta, ganó en Contagem (Minas Gerais), una ciudad de más de 600.000 habitantes. Y disputará la segunda vuelta en cuatro capitales. Aparte de en las mencionadas Fortaleza y Cuiabá, el partido de Lula pasa a la segunda vuelta en Natal y en Porto Alegre. Especialmente simbólica es esta última ciudad, en la que nacieron el Foro Social Mundial y los presupuestos participativos, que la izquierda perdió en 2017. Tras las devastadores inundaciones del pasado mayo, la gestión municipal del MDB, con vice alcalde bolsonarista, fue fuertemente cuestionada. Maria do Rosário, ministra de Derechos Humanos entre 2011 y 2014, a quien Jair Bolsonaro dijo “no te violo porque no lo mereces”, será la candidata petista para intentar reconquistar el que fue uno de los grandes bastiones de la izquierda brasileña.  

En Belo Horizonte y Belém, todo apunta a que Lula estará en la segunda vuelta junto a sus aliados políticos, que lucharán cara a cara contra el PL de Bolsonaro.