Orden económico, crecimiento sostenido del PIB, profundas carencias sociales y una agria disputa interna en el gobernante Partido Colorado enmarcan las elecciones presidenciales de Paraguay de este domingo, en las que 4,8 millones de ciudadanos están habilitados para votar.
La disputa principal será entre dos candidatos, Santiago Peña, de la Asociación Nacional Republicana (ANR, nombre oficial del Partido Colorado, derecha), y Efraín Alegre, de la Concertación Nacional (una variopinta alianza que incluye a fuerzas de centroizquierda), que representan perfiles políticos y económicos muy diferenciados. Mientras algunas encuestas apuntan a un empate, otras atribuyen una ventaja considerable para Peña, aunque los errores pasados de los sondeos invitan a la cautela, lo que contribuye a una alta incertidumbre sobre el resultado.
Ambas candidaturas encierran particularidades. Peña pertenece al círculo más próximo al expresidente Horacio Cartes (2013-2018), enemistado con el actual mandatario, Mario Abdo, quien a su vez venció al actual postulante en las primarias del Partido Colorado para las elecciones de 2018.
Peña, de 45 años, es un economista de corte ortodoxo. Pasó por el Banco Central de Paraguay, estudió en Estados Unidos y recaló como funcionario del Fondo Monetario Internacional (FMI) para países africanos. Tras regresar a su país, se convirtió en ministro de Hacienda durante la presidencia de Cartes, en 2013. No tiene ADN colorado. De hecho, estuvo años afiliado al opositor Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), según explicó, por herencia familiar.
Un documento filtrado por WikiLeaks mostró que, en 2010, el Departamento de Estado de EEUU consideraba que Cartes incurría en lavado de dinero del narcotráfico y el comercio ilegal de cigarrillos. En julio pasado, la acusación trascendió la mera filtración y Washington señaló oficialmente al expresidente por su participación en “corrupción significativa”, le congeló los bienes y le prohibió el ingreso al país.
El señalamiento de un país determinante en la vida política paraguaya significó un cimbronazo para el coloradismo, sobre el que Cartes sigue manteniendo alta influencia al mando de su fracción Honor Colorado. Tanta que Peña, su hombre, ganó las elecciones primarias de la ANR, en diciembre pasado, frente a la línea Fuerza Republicana, que conduce Abdo. El enfrentamiento entre las diferentes facciones de los colorados no ha excluido atribuciones de graves delitos, pero ello no es óbice para que, en el plano formal, Abdo apoye a Peña en estas elecciones.
El lastre de “corrupción significativa” había sido adosado antes al actual vicepresidente, Hugo Velázquez, quien era considerado el candidato para este turno, pero archivó su pretensión una vez que el Departamento de Estado emitió la amonestación. Los dictámenes lapidarios llegados desde Washington no solo formatearon las candidaturas del Partido Colorado sino que también dificultaron una de las principales tareas de Cartes: financiar la campaña.
La herencia de Lugo
Alegre, 60 años, abogado, se presenta como quien podría retomar el rumbo trazado por el exobispo y expresidente Fernando Lugo (2008-2012), cuya victoria hace 14 años marcó el fin a las primeras seis décadas de los colorados en el Palacio presidencial, 35 de los cuales habían sido bajo la dictadura de Alfredo Stroessner (1954-1989). Pero las cosas no están tan claras. Alegre fue ministro de Obras Públicas y Comunicaciones con Lugo, pertenece desde que era joven al tradicional PLRA, formación que, aliada al Partido Colorado, derrocó al exobispo de San Pedro por vía parlamentaria, mediante la utilización de una acusación amañada por una matanza en un enfrentamiento de policías con campesinos.
“Alegre y Lugo no son tan iguales, aunque el expresidente dejó claro su apoyo recientemente en un acto junto a (el expresidente uruguayo) Pepe Mujica. Lugo sigue siendo un elector importante y, detrás de él, un sector relevante de la izquierda se inscribe en la Concertación Nacional”, dice desde Asunción Idilio Méndez, analista y autor de Los herederos de Stroessner. “La fractura interna del Partido Colorado entre vertientes herederas del strossnerismo y la unidad opositora son las claves que permiten pensar en un escenario parecido al de 2008, cuando Lugo fue electo”, explica a elDiario.es.
Magdalena López, investigadora del Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, delimita la dificultad en la que se encuentra el candidato del partido gubernamental: “Como Cartes ha quedado asociado al dinero espurio del narcotráfico, Peña necesita compensar la declaración de Estados Unidos, un país de enorme influencia en la política paraguaya, con el apoyo de todo el partido. Por eso exagera su coloradismo, pese a que estuvo muchos años afiliado al PLRA, para convencer a las otras facciones que no están con Cartes”.
El político del PLRA se enfrenta a su tercera candidatura presidencial tras haber sido superado por Cartes, en 2013, y por Abdo, en 2018. En esa ocasión, Alegre cosechó 42,7% de los votos frente a 46,4% del candidato colorado, una diferencia mucho más estrecha que la prevista, antecedente que lleva a la analista a ser escéptica con los sondeos que hoy señalan una ventaja nítida para Peña.
Crecimiento sin progreso
Las estadísticas ilustran el contraste de Paraguay. Con un crecimiento promedio anual de 4,4% entre 2003 y 2019, ritmo que retoma este año tras el período de pandemia y sequía, suele ser señalado como ejemplo sudamericano por la ortodoxia económica, en contraste con vecinos como Brasil y Argentina, que enfrentaron ciclos recientes de turbulencia. La inflación permanece bajo control y el Estado paraguayo tiene un bajo endeudamiento. Sin embargo, el índice de desarrollo humano de 2021 ubica a Paraguay en el puesto 105 entre 191 países medidos por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), incluso con un retroceso con respecto al año anterior. Este país de 7,4 millones de habitantes sigue siendo uno de los más pobres de América Latina.
“Lo que está en juego el domingo es una especie de perfil del Estado. Si prevalece una voluntad de privilegiar una macroeconomía muy estable, con un Estado con mínima intervención, que lleva a la absurda definición de la Singapur de América Latina, o si se va a un modelo más parecido al de Lugo de 2008, con más intervención en la distribución de recursos, que tienda a la protección social y mayor cobertura de salud, educativa y de adultos mayores, a riesgo de que se afecte la estabilidad macro”, dice López.
La investigadora explica las causas que bloquean el desarrollo social pese al sostenido crecimiento de Paraguay. “En un país con siete de cada 10 trabajadores en la informalidad e impuestos que se evaden en igual medida, no se produce ningún derrame más allá del sector directamente vinculado a la exportación del agro”.
La estadística oficial indica que la pobreza se ubicó en 24,7% en 2022, levemente inferior a la de 2013. El número es relativamente bajo para los propios términos históricos de Paraguay, aunque en parte obedece a un cambio metodológico en la forma de medición, dice Idilio Méndez. A su vez, no es un porcentaje comparable con la región, dado que cada país latinoamericano establece un umbral diferente para definir el ingreso de un hogar pobre.
Del régimen impositivo a las relaciones con Taiwán
Un desafío para el candidato opositor sería modificar el régimen impositivo, basado en el consumo —el IVA representa 50% de los ingresos del Estado—, con muy baja incidencia de gravámenes al patrimonio o la renta.
¿Afrontará Alegre la amenaza de la destitución si emprende reformas redistributivas, como le ocurrió a Lugo y a otros mandatarios latinoamericanos? “Alegre tiene una ventaja: es liberal. Él estuvo a favor de destituir a Lugo en 2012, cuando asumió el vicepresidente Federico Franco. Ahora difícilmente el PLRA va a tratar de destituirse a sí mismo”, desliza López.
El PLRA es un partido nacido en el siglo XIX que encabezó diversos gobiernos y protagonizó la vida pública hasta 1940. Las dictaduras de Higinio Morínigo y Stroessner detuvieron, secuestraron y enviaron al exilio a decenas de miles de dirigentes, militantes y afines de la formación liberal. Con el derrocamiento de Stroessner, en 1989, el PLRA volvió a la escena oficial y alberga una identidad política que varía entre la centroderecha y la centroizquierda.
Un capítulo colateral de las elecciones es cómo quedará la relación con China, principal destino de exportaciones de varios países latinoamericanos. Paraguay es el único en Sudamérica que reconoce a Taiwán, para disgusto de Pekín. Alegre ya avisó de que, como mínimo, aspira a rediscutir los términos de esa relación. En su lógica, si Paraguay, un eminente exportador de soja, maíz y carne, paga el costo de no tener relaciones con China, debe ser compensado por Taiwán, isla que hace apenas un mes perdió la adhesión de Honduras, otro de los países que había establecido ese reconocimiento, en un revés para Washington.
Una eventual ruptura con Taiwán y recomposición de relaciones con China sería, para Idilio Méndez, “el final del tutelaje de Estados Unidos en los asuntos internos y de la política exterior de Paraguay”, pero no será un paso sencillo. El analista dice que Lugo no pudo resistir la presión de Washington y mantuvo el estatus heredado.
La Casa Blanca tiene asuntos de interés en Paraguay. Por un lado, el territorio paraguayo y, sobre todo, sus ríos cumplen un papel crucial en el tráfico de cocaína proveniente de Perú, Colombia y Bolivia. A su vez, la mirada de Departamento de Estado y de la CIA posan hace décadas en la Triple Frontera entre Brasil, Argentina y Paraguay, donde Estados Unidos cree que operan terroristas yihadistas, algo nunca probado, pero que da lugar a la presencia de agentes de Inteligencia y ejercicios militares con anuencia de Asunción.
Aunque la Casa Blanca aplicó un veto a la línea de Cartes en el Partido Colorado, su vínculo con el sector de Abdo se ha mantenido muy engrasado. La asociación comercial con China que podría habilitar Alegre no estará exenta de consecuencias en otros asuntos geopolíticos.
Otras candidaturas
Más allá de los dos principales contendientes, está Fernando Lugo, quien a sus 71 años se repone de un severo accidente cerebrovascular. No obstante, participa en las elecciones como candidato al Senado por la alianza de izquierda Frente Guasu, con la que ganó en 2013 un escaño en la Cámara Alta.
Dentro de la vertiente de derecha dura que se presenta como antisistema, heredera del trazo de Jair Bolsonaro en Brasil, Paraguayo Cubas, del Partido Cruzada Nacional, se hace fuerte en redes sociales con propuestas como la pena de muerte. También se postulan Euclides Acevedo Candia, excanciller del Gobierno de Abdo, por Nueva República, y el exportero de la selección paraguaya de fútbol José Luis Chilavert, por el Partido de la Juventud, también de derecha.
Además de presidente y vicepresidente, se elige la totalidad de la Cámara de Diputados (80 asientos), el Senado (45) y 17 gobernadores.