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Unas elecciones, un posible fraude electoral y 33 muertos en Honduras

Simpatizantes del candidato presidencial opositor, Salvador Nasralla, durante una protesta el 30 de noviembre de 2017

Cristina Armunia Berges

Hace poco más de dos meses, en Honduras se celebraron unas elecciones presidenciales que quedaron marcadas por tres asuntos clave: los detractores del presidente reelegido lo acusaron de moldear las instituciones para mantenerse en el cargo, durante la noche electoral los resultados cambiaron de tendencia tras un apagón informativo y 33 manifestantes murieron en las protestas posteriores. A principios de diciembre se decretó un toque de queda en el que las fuerzas de seguridad actuaron con total impunidad, según la oposición.

Juan Orlando Hernández llegó al poder en 2014 y un año después puso en marcha una reforma constitucional para hacer posible su futura reelección. Pero para eso tenía que ganar las elecciones.

“En el conteo de votos en la noche del domingo al lunes, del 26 al 27 de noviembre, se produce un primer anuncio de resultados y después se reportaron algunos problemas de comunicación o de retransmisión de datos. Cuando volvieron a aparecer las informaciones con esos resultados cambió completamente la tendencia inicial que se había comunicado. En la madrugada del lunes la tendencia daba una victoria significativa del candidato opositor Salvador Nasralla”, explica Adeline Neau, investigadora especializada en Honduras de Amnistía Internacional.

Lo que llegó después fue un descontento generalizado y movilizaciones en decenas de localidades del país, no solo en Tegucigalpa. “Cuando las personas hacen plantones (bloqueo de ciertas vías), primero les gasean y luego les disparan”, asegura Erika García, activista de Somos Muchas e integrante de la Coalición contra la Impunidad. Esta organización ha presentado un informe con el que denuncian las violaciones de derechos humanos en las protestas y donde se dan los nombres, los apellidos y las circunstancias en las que murieron los 33 manifestantes.

“Los activistas tratamos de ir y resistir en todas las movilizaciones. Es impresionante. Está todo muy militarizado”, apunta García. Todo el aparato policial y militar del país está desplegado: la policía militar, las fuerzas armadas, la policía nacional y los cuerpos de élite, que se crearon para contrarrestar delitos graves como el narcotráfico.

“Disparan a bala viva cuando no hay trabajadores de las ONG cerca observando. Esperan a que no haya tanta gente, a que sea de noche. Se han encontrado casquillos de bala militar y el Ministerio Público no está haciendo nada”, protesta la activista.

Amnistía Internacional confirma esta versión: “No se respetaron los protocolos sobre el uso de la fuerza que normalmente significa que se empieza por dialogar y nunca utilizar, salvo en casos excepcionales, la fuerza excesiva y en este caso la fuerza letal”. Adeline Neau también confirma que se “reportaron muchísimas personas que recibieron disparos a bala viva cuando las fuerzas de seguridad estaban presentes”.

La redes sociales jugaron un papel esencial durante las movilizaciones. Ahora el partido gobernante ha presentado un proyecto de ley para limitar la información en estas plataformas. “Esto es muy grave porque la mayoría de medios corporativos no informan sobre lo que en realidad pasa. Las redes son las principales fuentes de información y convocatoria”, lamenta la Coalición contra la Impunidad.

Cronología de unas movilizaciones anunciadas

“Todos los que estamos relacionados con el activismo en mayor o menor medida sabíamos que esto iba a pasar, pero no imaginábamos que iba a ser tan represivo”, añade García. Según el informe publicado, estos fueron los días en los que se produjeron el mayor número de muertes.

El 30 de noviembre, cuatro días después de las elecciones, la población se lanza a las calles para protestar contra el triunfo de la Alianza de la Oposición. Ese día hubo 56 movilizaciones en 15 de los 18 departamentos del país.

El 1 de diciembre, murió el primer manifestante en el departamento de Atlántida. En la zona norte se registraron saqueos de centros comerciales y esto provocó una escalada de la represión policial y militar. Aquí empezó a usarse fuego real y se activó un estado de excepción que duró diez días. En esta jornada se registraron 92 movilizaciones ciudadanas también en 15 de los 18 departamentos de Honduras.

Otro día clave fue el 15 de diciembre, fecha en la que se convocó un paro nacional y en que hubo más de 100 manifestaciones en todos los departamentos del país. El 18 de diciembre, Juan Orlando Hernández tomó posesión del cargo y se produjeron otras 100 movilizaciones.

Algunos testimonios

Las 58 organizaciones de la sociedad civil hondureña Coalición contra la Impunidad han recopilado decenas de testimonios de familiares de personas muertas, de manifestantes heridos de gravedad y de personas que han tenido que ser escondidas porque el Estado les persigue. La clave de la lucha se centra ahora en seguir pidiendo justicia para cada una de las 33 personas fallecidas y para las decenas de perseguidos.

José David Ramos Lambert

“Soñaba con una patria libre y eso le llevó a su muerte”, dice el padre de José David. El joven tenía 22 años, trabajaba como operario y era padre de un niño de ocho años. Según el informe, murió el 1 de diciembre en la colonia López de Choloma, en el departamento de Cortés. “Voy a llegar hasta las últimas consecuencias, no solo por mi hijo, sino por todos los que han perdido la vida, porque la lucha es de todos”, concluye el progenitor.

David Octavio Quiroz

Era soldador, tenía cuatro hijos y murió el 15 de diciembre en una de las movilizaciones. Según explica su esposa, David murió en medio de gases lacrimógenos cuando fue alcanzado por un disparo de bala. Llegó al hospital con vida, pero murió solo unas horas después. “Su sentido de justicia provocó su participación en las protestas contra el fraude electoral y siempre estaba al frente”, apunta el informe.

Héctor Enrique Morales Fiallos

“El 18 de diciembre, en la colonia Victoria llevé la moto al taller, las calles estaban tomadas. El día anterior habían saqueado una tienda […] luego me fui para casa y me dijo un amigo que fuéramos a comer baleadas, y escuchamos a la gente correr […], escuchamos los disparos como de guerra, nos estaban rodeando y me sentí sordo, ciego. La policía militar me había disparado”, cuenta uno de los heridos de gravedad.

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