Muchos no lo recordaréis porque ha pasado una eternidad, ¡una semana! ¿Os suena aquella caravana de migrantes que cruzaba México con la intención de entrar a EEUU? Se trataba, en palabras de Trump, de un grupo de “criminales” y “matones” que por suerte, parece, se ha esfumado. De forma casi sobrenatural, aquella “invasión” que requería desplegar 15.000 soldados en la frontera ya no está. O al menos ya no se la ve por ninguna parte en las palabras del presidente, que se pasó toda la recta final de la campaña hablando de ella y que la ha olvidado por completo. Ni mú. Ni caravana ni caravano.
Su “desaparición” ha sido el efecto menos esperado de las pasadas elecciones. En el momento en el que el último estadounidense metió su voto en la urna, Trump decidió que ya no tenía mucho sentido seguir hablando de ello. Hemos pasado de amagar con disparar a esos inmigrantes a no concederles ni un segundo del tiempo presidencial. De amenazar a los gobiernos centroamericanos con cortar la ayuda humanitaria a que a Trump no le importe nada el asunto. Porque podemos asegurar que la caravana sigue allí, en marcha, tratando de llegar a EEUU. Nuestra compañera Gabriela Sánchez está con ellos.
La verdad es tozuda. No había invasión, ni emergencia nacional, ni necesidad de soldados. Era todo un cálculo electoral: el gran reto en unas elecciones de mitad de mandato nunca es seducir a nuevos votantes, sino asegurarte de que los tuyos vayan a votar. Trump estimó que nada levantaría a los suyos del sillón como el miedo al diferente, de piel oscura, llamando a la puerta. Acertó hasta cierto punto. En los distritos más moderados le pasó factura y a lo mejor le costó la Cámara de Representantes, pero tal vez aseguró la participación en los estados más conservadores y salvó su mayoría en el Senado.
No hay mejor termómetro del cambio en las prioridades republicanas que un vistazo a la programación de su televisión de cabecera, FOX News. Según un estudio de Media Matters, el canal dedicó 33 horas a la caravana de migrantes en las tres semanas previas a las elecciones. Desde que cerraron las urnas, han hablado de ella durante cinco minutos. Casi un calco de la cuenta de Twitter del presidente: 17 tuits sobre inmigración durante la semana anterior a las votaciones por 1 tuit sobre inmigración durante la semana posterior. No parece casual.
Trump se ha olvidado de momento del tema, pero el problema es que muchos de sus seguidores no se olvidan tan fácilmente. La retórica del presidente tiene un precio: en un país en el que el crimen sigue bajando año tras año, acabamos de saber que los delitos de odio subieron un 17% en 2017. Desde que Trump arrancó su campaña no han dejado de aumentar cada año y en concreto los crímenes racistas contra los latinos subieron un 24% solo el pasado año. Me parece difícil separarlo de la actitud de un presidente que llama a los inmigrantes hispanos “criminales”, “pandilleros” o “invasores”. Las palabras (y los tuits) importan.