A Elon Musk le interesa ahora una desgravación fiscal para granjeros británicos que hereden propiedades de más de un millón de libras y que, en algunos casos, a partir de 2026 tendrán que empezar a pagar una parte de los impuestos que les corresponderían. La eliminación de la ayuda de propiedad agrícola que el año pasado solicitaron unos 500 granjeros prevista en el presupuesto del Gobierno de Keir Starmer es la última excusa para el ataque hiperbólico contra los laboristas del hombre más rico del mundo, propietario de Tesla y X y asesor de Donald Trump.
Musk dijo este lunes en un mensaje en su red que el Reino Unido es “puro Stalin”, una referencia a la hambruna forzada en Ucrania por las políticas del dictador soviético entre 1932 y 1933, conocida como Holodomor, que provocó la muerte de más de cuatro millones de personas y que el Parlamento Europeo define como “genocidio”. Musk hizo este comentario sin relación con realidad unas horas antes de una protesta de granjeros contra el Gobierno en Londres. El multimillonario utilizó un enlace del diario The Guardian, que hace unos días anunció que ha dejado de compartir su contenido en X porque prefiere dedicar sus esfuerzos a promocionar su periodismo en otra red menos tóxica y más productiva.
La defensa de los granjeros más ricos es el último ejemplo de la intervención del sudafricano-estadounidense en los debates del Reino Unido.
Los disturbios antiinmigración
Desde que Starmer fue elegido primer ministro en las elecciones del pasado 4 de julio, Musk ha prestado más atención al Reino Unido que a ningún otro país fuera de Estados Unidos y ha azuzado las críticas más extremistas y los bulos contra Starmer, a menudo utilizando y promocionando palabras clave de la cultura política local. Por ejemplo, difundió la idea sin pruebas de que en el Reino Unido existe una “policía de dos niveles”, que es más dura cuando los delincuentes son blancos que cuando pertenecen a minorías. Musk estuvo especialmente activo en agosto agitando mentiras que tuvieron un papel en provocar disturbios antiinmigración.
El dueño de X decía que se avecinaba una “guerra civil” en el Reino Unido y cargó contra el Gobierno por detener y sancionar con juicios exprés a algunos de los asaltantes más violentos y los que esparcían amenazas y mentiras en redes sociales, incluida X.
Musk raramente comenta sobre la actualidad de otros países, si bien hace unos días también atacó a los jueces que habían parado las deportaciones de solicitantes de asilo a Albania por parte del Gobierno de Giorgia Meloni. El presidente italiano, Sergio Mattarella, pidió a Musk en este caso que no interviniera en los asuntos de su país.
Libertad de expresión para él
La principal batalla de Musk contra el Reino Unido en los últimos meses, ya antes de que llegara Starmer al poder, ha sido contra cualquier crítica o intención de castigo por la difusión de amenazas o incitación al odio y a la violencia, algo habitual para la prensa en este país, que está sometida a más límites por difamación e interferencia en procesos judiciales que la de otros vecinos europeos. La lucha contra la regulación es una de las cruzadas detrás de la agresiva campaña de Musk, que ya se ha enfrentado -hasta ceder en los tribunales- con otros gobiernos, como el de Brasil.
El año pasado, el anterior Gobierno británico, del conservador Rishi Sunak, aprobó una ley que obliga a las redes a proteger en especial a los menores de contenido violento, pornográfico o incitador de autolesiones y da poderes al regulador de comunicación para obligar a las redes a retirar ese contenido bajo amenaza de multas del 10% de su facturación e incluso condenas penales para sus ejecutivos. La ley entrará en vigor a principios de 2025, y puede suponer un conflicto con miles de cuentas en X que ahora no están sujetas a ninguna moderación.
Poco después de hacerse con Twitter en 2022, Musk levantó la suspensión contra las cuentas de neonazis y otros extremistas en el Reino Unido, entre ellos el activista y delincuente convicto Tommy Robinson (ahora está en la cárcel por quinta vez, en esta ocasión por desacato y después de varias condenas que incluyen violencia física, acoso a una periodista, difamación de un refugiado sirio de 15 años y la entrada en Estados Unidos con un pasaporte falso).
El dueño de X se declara defensor de la “libertad de expresión absoluta”, pero a menudo trata de utilizar su fortuna para aniquilar cualquier crítica o descripción de la plataforma en sus manos. También lo ha intentado y sigue intentándolo en una batalla contra el Center for Countering Digital Hate, una organización sin ánimo de lucro británico-estadounidense centrada en documentar y combatir el odio en Internet. El centro registró con un estudio académico el incremento de ataques y amenazas de carácter racista, antisemita, islamófobo y misógino tras la compra de Musk, y el nuevo propietario lo acusó de utilizar “de manera ilegal” sus posts durante la investigación para documentar lo que pasa en X.
El aumento de amenazas y ataques ha sido documentado extensamente en inglés por esta y otras organizaciones especializadas, como la Liga Antidifamación.
Un juez en California rechazó en marzo de este año la querella de Musk contra el Center for Countering Digital Hate y amonestó al millonario por intentar “castigar” la libre expresión. Pero el multimillonario y asesor de Trump no se ha rendido, y hace unas semanas denunció la supuesta “interferencia electoral” de esta organización en las elecciones de Estados Unidos porque el consejero delegado es el británico Imran Ahmed, un antiguo consultor laborista. Musk lo hizo con su retórica habitual, llamando “organización criminal” al grupo de académicos y activistas sin ánimo de lucro.
La cumbre de Starmer
Una de las supuestas causas de la transformación política de Musk en el principal donante y altavoz de Trump viene del hecho de que el presidente Joe Biden no le invitó a una reunión en 2021 sobre el coche eléctrico y se pusiera a conducir un Ford eléctrico, uno de los competidores de Tesla. El desencuentro ya venía de atrás, en particular por el apoyo de Biden a los sindicatos, que Musk quiere desarticular pese a proclamarse con Trump defensor de “la clase trabajadora” (el presidente electo ya perjudicó con sus regulaciones a los sindicatos durante su primer mandato y se espera que lo vuelva a hacer con Musk a su lado). La cercanía de Starmer a los sindicatos y la defensa de los derechos laborales también choca con las preferencias de Musk.
En septiembre, el dueño de Tesla y X también atacó una cumbre de inversores internacionales en el Reino Unido a la que no había sido invitado y dijo que “nadie debería ir” a un país “donde liberan a pedófilos convictos para encarcelar a la gente por sus posts en redes sociales” (no es así, y la liberación temprana de algunos prisioneros condenados por delitos menos graves que la pedofilia estaba prevista ya por el Gobierno conservador antes de las elecciones por la superpoblación de las cárceles británicas).
Pese al ataque, el Gobierno de Starmer intentó quitarle importancia al incidente, alabó a SpaceX y aseguró que se trataba de una reunión para inversores con planes concretos ahora en el Reino Unido, y que invitaría a Musk en el futuro a otros encuentros más relevantes para su negocio.
Antes de entrar activamente en política, en 2019, Musk decidió construir una nueva planta de Tesla en Alemania en lugar de en el Reino Unido por la incertidumbre creada por el Brexit. En 2023, coqueteó con la idea de construir una factoría en Inglaterra, pero no se ha materializado.
Según dicen fuentes de Downing Street al periódico británico i, el Gobierno de Starmer está intentando especialmente desde la victoria de Trump establecer “canales de comunicación” con Musk a través de otros contactos en empresas tecnológicas para apaciguar al asesor multimillonario. Pero Starmer encaja en la definición ideológica que Musk detesta y, de momento, no parece que este intento esté dando frutos. Peter Mandelson, antiguo portavoz y estratega de Tony Blair y excomisario europeo, que aspira ahora a ser embajador del Reino Unido en Estados Unidos y/o rector de la Universidad de Oxford, tiene una sugerencia peculiar: utilizar a Nigel Farage, el líder de la extrema derecha, para acercarse a Musk porque el millonario y asesor de Trump “es un fenómeno que no se puede ignorar”.
Algunos diputados del Partido Conservador, que apoyan la regulación de las redes, han expresado su apoyo a Starmer, aunque Musk también tiene admiradores entre los tories, incluida la actual líder del partido en la oposición, Kemi Badenoch, y su predecesor.
En noviembre del año pasado, cuando Sunak todavía era primer ministro, Musk asistió como invitado de honor a una cumbre sobre inteligencia artificial (IA) en Londres.
En un chocante panel, Sunak hizo de entrevistador/fan de Musk, que además le había ridiculizado horas antes por hablar de regulación de la IA. En esa “entrevista”, Musk se puso a hacer predicciones sobre la evolución de la inteligencia artificial generativa y dijo que “en el futuro no hará falta ningún trabajo” porque, según él, esta herramienta “lo hará todo” y existirá “una renta alta universal”. No había periodistas para repreguntar y pedirle que explicara de qué estaba hablando.
Sunak, en todo caso, seguía defendiendo entonces la regulación de redes como la de Musk y las sanciones legales contra quienes incitan a la violencia y difunden bulos, tal y como está contemplada en la ley que él aprobó.
El éXodo
En el Reino Unido, como sucede en otros países, X es una red de uso más reducido que Facebook, YouTube, WhatsApp o Instagram, según los datos de principios de este año del Instituto Reuters para el estudio del periodismo de la Universidad de Oxford. En el caso de uso “para las noticias”, X estaba más igualada con otras redes y el 14% de los usuarios decían que la utilizaban para informarse.
Desde agosto, por la difusión de bulos durante los disturbios y los ataques de Musk, se han producido salidas de la plataforma de voces públicas prominentes en el Reino Unido. El número de usuarios activos diarios en el Reino Unido bajó en septiembre a 5,6 millones frente a los ocho millones del mismo periodo del año anterior, según el Financial Times, que cita los datos de Similaweb.
Además, la salida pionera del Guardian este mes ha empujado a más usuarios a dejar de tuitear y a buscar otras alternativas, como BlueSky.
La mayoría de los nuevos usuarios de BlueSky han llegado después de las elecciones del 5 de noviembre que ganó Trump y vienen sobre todo de Estados Unidos, pero ha habido llegadas notables de Brasil (tras la prohibición temporal de X) y el Reino Unido. Entre las últimas llegadas está la de Larry, the Cat, la cuenta homenaje al gato que merodea por Downing Street y que aclara que todavía sigue “en Twitter”.