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Esclavos rumanos y búlgaros en Alemania

Casetas en medio del campo rodeadas de alambre de espino en la región de Bremen donde viven los trabajadores / Captura del documental de la ARD.

Carmela Negrete

Berlín —

“Esclavos asalariados en Alemania” es el título del documental que emitió el lunes la televisión pública alemana, Das Erste. En dicho reportaje muestran las condiciones laborales y de habitabilidad de cientos de trabajadores provenientes de Europa del este, sobre todo de Rumanía y de Bulgaria, en varios mataderos alemanes.

En eldiario.es exponíamos hace unos meses cómo a un grupo de enfermeros españoles les ofrecieron trabajar en la industria cárnica con condiciones similares a las descritas en el reportaje. Por suerte, no se vieron obligados a aceptar el empleo. Aunque a Aurora y a los otros enfermeros les ofrecieron vivir en un piso patera, lo más trágico de la historia que relata el reportaje no es la existencia de dichos alojamientos masificados en casas particulares.

El reportero se acerca a uno de los centros de albergue para trabajadores de la empresa Wiesenhof, una de las mayores productoras de carnes de Alemania, en la región de Bremen. Allí comprueba que, además de encontrarse en medio del campo y sin transporte de línea, las casetas en las que se alojan cientos de trabajadores se encuentran vigiladas y rodeadas por alambre de espino. El periodista trata de entrar en las instalaciones y el servicio de seguridad se lo impide. “Vengo a visitar a un conocido, ¿porqué no puedo entrar, no son personas libres las que ahí viven, no pagan un alquiler?” “Porque el propietario no quiere”, obtiene por toda respuesta.

“Nos levantaban a las dos de la mañana, trabajábamos hasta las cinco y nos mandaban otra vez a dormir. A lo mejor a las siete nos necesitaban otra vez y nos volvían a despertar”, asegura a la cámara un trabajador rumano que no quiere ser reconocido. Los empleados no podían abandonar el recinto sin que el superior lo supiera, además de tener que dar explicaciones constantemente sobre las ausencias y las actividades que llevaban a cabo en su tiempo libre.

“Nos tenían controlados todo el tiempo, incluso entraban en los cuartos a ver si estábamos durmiendo”, explica otra trabajadora que tiene miedo de mostrar su cara. Ella se atrevió a denunciarlo y su superior le soltó: “¿No tienes miedo de ir a un abogado y explicarle lo que os pasa? Te lo digo porque cuando salgas a la calle te puede atropellar un coche... O alguien puede que te apalee en medio de la noche y entierre tu cuerpo en la tierra, a varios metros de distancia de tu cabeza”.

Los cuartos llenos de camas, los trabajadores sin intimidad alguna. Al parecer existía un control interno que debería garantizar que cada trabajador duerme en un cuarto o como mucho en cuartos de dos camas. “¿Avisan de cuándo van a realizar el control?”, pregunta el periodista a la empresa que se encarga de certificarlo. “Sí”, responden, “por razones de privacidad”. Así que, según, los trabajadores, cuando venía el control les obligaban a esconder las camas en el sótano y cuando se iban, las volvían a sacar.

De 600 a 700 euros ganaban al mes por un trabajo a jornada completa que, en ocasiones, realizaban en medio de la noche o los fines de semana. Todo ello gracias a la legislación europea que permite contratar en origen. De hecho, estos trabajadores disponían de un contrato con una empresa de trabajo temporal búlgara o rumana, que les prometió un salario de unos mil doscientos euros mensuales. Los que tenían contrato. Otros seguían esperándolo después de meses y meses viviendo en dichas condiciones.

En los últimos años, las empresas que aparecen en el reportaje han despedido a numerosos trabajadores locales y han contratado en origen a través de agencias a personas procedentes de Rumanía y Bulgaria. En el documental van más allá y aseguran que estas compañías que realizan la selección están conectadas con las cárnicas alemanas donde los empleados trabajan. La fiscalía alemana está investigando el caso después de llevar a cabo registros a lo largo y ancho del país, aunque como publica incluso el conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, “se sabía desde hace años que esto ocurría”.

Este no es el único escándalo que se conoce en las últimas semanas. Otro reportaje causaba indignación hace menos de un mes. El programa de investigación Monitor, también de la televisión pública, exponía las miserables condiciones laborales que sufren miles de cuidadoras, principalmente polacas, que cuidan a personas dependientes las veinticuatro horas en Alemania. Y en febrero saltaba a la luz otro caso de explotación laboral masiva, esta vez en la empresa Amazon, en el que varios cientos de españoles se encontraron inmersos.

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