España e Italia fuerzan una nueva cumbre tras el bloqueo de Alemania y Holanda a un plan más ambicioso contra el coronavirus

Hacer todo lo posible para que la economía no se derrumbe, o solo enunciarlo. Apostar por una respuesta conjunta poderosa o utilizar los mecanismos que ya existen. Planificar una reconstrucción económica y social tipo Plan Marshall cuando la crisis del coronavirus se supere, o ni siquiera hablar de ello.

Son las posiciones que atenazan a una Unión Europea incapaz de dar una respuesta ambiciosa y solidaria a una crisis que afecta a todos sin distinción: a los del sur y a los del norte; a los amigos de la cohesión y a los frugales; a los expansivos y a los halcones hanseáticos; a España, Francia e Italia que piden coronabonos, y a Alemania, Holanda y Austria, que los consideran poco “morales” y sólo piensan en posibles préstamos con condiciones de rescate. 

Mientras, en la calle, se multiplican los enfermos y los fallecidos.

Este jueves se celebra una nueva cumbre de líderes de la UE por videoconferencia. 48 horas después de un Eurogrupo que fue incapaz de pactar ni una declaración final y pasó la pelota a los jefes. 

Pero los jefes tampoco han sido capaces de cerrar nada. Y España e Italia, Pedro Sánchez y Giueppe Conte, se han plantado, adelantó El Español, en un Consejo Europeo que arrancó a las 16.00, ante el bloqueo de Alemania y Holanda para acordar un plan europeo contra el coronavirus “ambicioso y conjunto”, y que terminó seis horas después sin más acuerdo que seguir negociando.

“Con el apoyo de Italia y otros países”, explica Moncloa, “el Gobierno de España ha exigido a la Unión Europea una respuesta clara y contundente de financiación a medio y largo plazo”.

Al final, la decisión, después de que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, rehiciera las conclusiones que no querían firmar Conte y Sánchez, es que los gobiernos tienen dos semanas para presentar nuevas propuestas a los 27 para una acción fiscal coordinada. Y en lugar de a los cinco presidentes de las instituciones de la UE, se insta a la presidenta de la Comisión Europea y del Consejo Europeo a trabajar en la senda para la recuperación económica en una segunda fase.

El párrafo 14 de las conclusiones que ha dado tantas vueltas ha quedado así al final:

Es decir, los líderes le devuelven la pelota a sus ministros de Finanzas para que, en un plazo de dos semanas, vuelvan con una propuesta que tenga en cuenta la magnitud de la crisis causada por el coronavirus. 

España e Italia, así, han conseguido que salte del texto que la respuesta debiera pasar por el fondo de rescates de la UE, el MEDE, que podría llevar aparejado unos condicionantes que exigían Alemania y Holanda. Ahora bien, España e Italia tampoco consiguen dos de sus grandes ambiciones: una respuesta fiscal ambiciosa –ya sean coronabonos u otra– y poner forma al Plan Marshall para la recuperación.

“Si no proponemos ahora una respuesta unificada, potente y eficaz a esta crisis económica, no solo el impacto será más duro, sino que sus efectos duraran más tiempo y estaremos poniendo en peligro todo el proyecto europeo”, ha dicho Sánchez en una nota difundida por Moncloa tras la reunión.

“No se pueden cometer los mismos errores de la crisis financiera de 2008, que sembraron semillas de desafección y división con el proyecto europeo y provocaron el ascenso del populismo. Debemos aprender esa lección”, ha añadido el presidente del Gobierno.

Portugal tacha de “repugnante” la actitud holandesa

Una actitud, la de Holanda, calificada de “repugnante” por el primer ministro portugués, António Costa, quien no ocultó su irritación ante declaraciones “repulsivas”, “sin sentido” y “totalmente inaceptables” con respecto a la crisis de coronavirus hechas por el ministro de finanzas holandés, Wopke Hoekstra. “Esa mezquindad recurrente amenaza el futuro de la UE”, dijo Costa. Hoekstra, en el Ecofin, pidió a la Comisión que “investigue” por qué algunos Estados miembros no tenían margen fiscal para afrontar la crisis del coronavirus.

El primer ministro holandés, Mark Rutte, afirmó, por su parte tras la reunión: “No veo cómo nosotros en algún momento podemos aceptar los coronabonos o los eurobonos. Suponen una transferencia que va más allá de lo previsto en Maastricht y el euro”.

Y así explicaba Rutte los vaivenes con el párrafo 14: “Nosotros queríamos incluir que el MEDE si se activa es con sus condicionalidades, para ganar resiliencia fiscal; y ellos querían incluir que se podían diseñar nuevos instrumentos. Al final, se quedó sin lo uno ni lo otro”. 

Teóricamente, se llegaba con un “apoyo amplio” desde el Eurogrupo del martes que el Mecanismo de Estabilidad (el MEDE, el fondo de rescate de la UE) abriera unas líneas de crédito de hasta el 2% del PIB de los estados miembros. Es decir, España tendría derecho a recibir hasta 25.000 millones. ¿El problema? Es una cantidad insuficiente y, además, si no se cambia el procedimiento habitual de funcionamiento del MEDE, sería necesario un memorando de entendimiento –MoU–. Es decir, de una suerte de rescate con condiciones fiscales y reformas estructurales.

Sombra del rescate

La clave, para España, es que se pudiera reformular como algo no condicionado a un MoU, sino al coronavirus, que tuviera un carácter específico, de contención, una red que quizá nunca llegara a usarse. Por eso, España, y otros ocho países firmantes de una carta, entre ellos Francia e Italia, prefieren los bonos europeos. Como Christine Lagarde, presidenta del BCE que está movilizando casi un billón de euros, y la Comisión Europea o el presidente del Parlamento Europeo, David Sassoli.

Pero Alemania y Holanda ya han descartado los coronabonos, emulando aquella frase de Angela Merkel sobre los eurobonos en 2012: “Por encima de mi cadáver”.

“La idea es obtener fondos en el mercado sobre la misma base y en beneficio de todos los Estados miembros, garantizando así una estabilidad a largo plazo en la financiación. Este instrumento de deuda común debe tener un tamaño suficiente y largos periodos de amortización para ser totalmente eficiente y evitar riesgos de financiación ahora y en el futuro”, pedían Sánchez y los otros ocho líderes europeos en su carta, que quieren cambiar el paradigma vigente desde la crisis pasada.

En aquellos años, el presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem –del mismo partido socialdemócrata que el actual vicepresidente de la Comisión Europea Frans Timmermans–, calvinista, halcón en asuntos presupuestarios y fiscales, dijo en una entrevista al periódico alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung en 2017: “En la crisis del euro, los países del Norte se han mostrado solidarios con los países afectados por la crisis. Como socialdemócrata, atribuyo a la solidaridad una importancia excepcional. Pero el que la solicita, tiene también obligaciones. Uno no puede gastarse todo el dinero en copas y mujeres y luego pedir que se le ayude”. 

Pareciera que aquella concepción del mundo sigue aún vigente en el norte de Europa.

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