Silenciosamente, España tira de pragmatismo en el maremágnum que forman la irrupción de Syriza, la guerra en Ucrania oriental y las sanciones contra Rusia. La Unión Europea prorrogó esta semana otro semestre las medidas en vigor contra Moscú y aplazó unos días el posible refuerzo a éstas por la presión del recién creado Gobierno de izquierdas en Grecia. Juan Manuel García Margallo lo definió de forma pragmática: “Ha sido una discusión más bien bizantina, pero se ha respetado la lógica aristotélica que estaba en el documento”, indicó el ministro de Exteriores. “La sangre no ha llegado al río”.
España se encuentra relativamente cómoda en esta división en torno a las sanciones a Moscú, un cisma que no solo incumbe a Grecia. Ya las últimas semanas se produjo un conato de discordia, y ahora ésta se ha hecho efectiva en relación a un producto: las exportaciones de carne de cerdo. En la actualidad hay contactos bilaterales entre Rusia y seis países de la UE (Francia, Italia, Dinamarca, Holanda, Alemania y –sorprendentemente- Hungría) para levantar este embargo. Lógicamente, el movimiento ha irritado a Polonia y otros estados de Europa del Este, furibundamente antirrusos.
Los ministros de Agricultura francés y polaco se vieron el viernes para limar asperezas. Y es la agricultura la que precisamente más preocupa al Gobierno de España, como ya se puso de manifiesto en el último Consejo de la UE de ministros del ramo. Oficialmente, el Gobierno de Rajoy apoya las sanciones y tiene una especial sensibilidad hacia la crisis de Crimea por la repercusión nacionalista que la anexión rusa de la península del Mar Negro pudiera tener. Extraoficialmente, a España le interesa un relajamiento del veto a las exportaciones a Rusia que están golpeando duramente a la agricultura nacional, y eso pasa por dar una salida paralela al embargo crimeo.
Es lo que sucedió el 19 de enero, antes de la escalada de violencia en Ucrania: según fuentes del Consejo, un borrador diplomático apadrinado por Francia y Alemania planteó diferenciar las “sanciones políticas” derivadas de la invasión de Crimea de las económicas y financieras, que ahogan al Kremlin pero también a sus castigadores europeos. España respaldaba el borrador franco-alemán, condicionado por el cumplimiento de Putin de los llamados Acuerdos de Minsk. Hubo una confrontación diplomática soterrada entre los portaestandartes de la apertura y los países del Este. Los sucesos de Mariúpol y la ofensiva de los rebeldes prorrusos dieron al traste con la tentativa.
“Seguimos con esa distinción entre sanciones políticas y económicas, aunque de momento toca esperar y ver cómo evolucionan los acontecimientos en Ucrania”, explican a eldiario.es fuentes de Exteriores.
En el imaginario español y comunitario, el acercamiento a Rusia tiene otras vertientes positivas. “Rusia es un factor de equilibrio entre el mundo occidental y el yihadismo más radical”, argumentan en Exteriores. La actual olla a presión que vive Oriente Próximo con Siria e Irak partidas por el auge del Estado Islámico y la situación de un país como Libia, que bien podría calificarse de “Estado fallido” (Rusia aceptó a regañadientes en 2011 la ofensiva contra Gadafi y los hechos posteriores han demostrado que los recelos rusos iban bien encaminados), convierten a Moscú en aliado de la Unión Europea en lucha contra el yihadismo.
Los terribles sucesos de París solo refuerzan este planteamiento. Fuentes diplomáticas añaden que Rusia también puede ayudar a desbloquear las relaciones con Irán, pero que será la guerra en Ucrania la que inevitablemente marque la agenda europea. No obstante, Syriza puede ser, en ocasiones como esta, un aliado más que un enemigo de España y del PP.