En Uruguay, un país normalmente más tranquilo y estable que sus vecinos sudamericanos, se suele decir que nunca pasa nada. Pero lo cierto es que de vez en cuando ocurre de todo, incluyendo historias de película como la del pasado domingo por la noche, cuando se fugó de la cárcel el capo mafioso de la poderosa ‘Ndrangheta calabresa Rocco Morabito.
Allí esperaba su extradición a Italia después de que en 2017 fuera detenido con un documento falso en un hotel de Montevideo, en el que se había alojado tras una discusión con su esposa. Esa identidad falsa le había permitido vivir plácidamente durante 13 años en el destino turístico más visitado del país, Punta del Este.
Este hombre de 53 años, a quienes sus vecinos definían como discreto y apacible, era conocido como el 'rey de la cocaína de Milán' y era uno de los cinco criminales más buscados en Italia tras darse a la fuga en 1995. En Italia fue condenado a 30 años de prisión por asociación ilícita y tráfico de drogas.
Morabito huyó junto a otros tres presos, de noche, por la azotea de la prisión a través de un boquete realizado en el techo. Después accedieron a una vivienda del edificio contiguo, donde exigieron a su asustada propietaria, de unos 70 años, que les abriera la puerta para escapar. Morabito, a modo de disculpa, le dijo que echaba de menos a su hija y que le urgía verla. Según las cámaras de seguridad, acto seguido subió a un auto y emprendió la huida.
La reacción de Italia no se hizo esperar. El vicepresidente del Gobierno, Matteo Salvini, tildó de “desconcertante y grave” que un criminal de las características de Morabito lograra escapar de la cárcel y aseguró que pediría explicaciones al Gobierno uruguayo por lo ocurrido.
Lo que hace aún más rocambolesca la historia es que la cárcel de la que se fugó el capo mafioso italiano y los otros tres presos no está precisamente en las afueras de Montevideo, sino en pleno centro de la ciudad. Se trata de un enorme edificio de cemento que ocupa gran parte de una manzana en el que, además, tiene su sede la jefatura de policía de la ciudad.
El hecho de que no hubiera agentes custodiando el lugar y que las cámaras de seguridad no funcionasen cuando los cuatro presos huyeron apuntan a una posible corrupción de las autoridades policiales. Además, tampoco se dio la voz de alarma hasta la mañana del lunes, con lo cual los prófugos tuvieron varias horas de ventaja para emprender su huida.
Una de las consecuencias inmediatas de la fuga ha sido la renuncia de Alberto Gadea como director del Instituto Nacional de Rehabilitación (INR) de Uruguay, organismo encargado de controlar el sistema carcelario. Además se han abierto expedientes disciplinarios a una veintena de funcionarios de la cárcel.
Pero lo más grave es, sin duda, que desde el año pasado existía un informe del Departamento de Investigación y Análisis Penitenciario donde se advertía de una posible fuga de Morabito, según ha dado a conocer el canal uruguayo VTV. Sin embargo, el INR no tomó medidas al respecto. Por si fuera poco, la fuga del mafioso se produjo de manera muy similar a la que constaba en ese informe.
Pese a que las autoridades siguen sin tener noticias del paradero de Morabito, en la madrugada del martes la policía pudo detener a uno de los tres presos que se fugaron junto a él. Se trata de Leonardo Sinopozoli, un ciudadano brasileño que había sido detenido por un delito de falsificación de documento y hurto, a solicitud de la justicia de su país, según informó el Ministerio de Interior.
Aunque las autoridades se han volcado en la búsqueda de Morabito, todo hace pensar que su fuga, cuidadosamente planificada, va a prolongarse en el tiempo: el capo de la ‘Ndrangheta ha vuelto a desaparecer, al menos de momento.
Un país poco corrupto
La fuga de Morabito ha caído como un jarro de agua fría en el país. Uruguay es el país menos corrupto de América Latina, según señala el último índice elaborado por la organización Transparencia Internacional en enero de este año y sus habitantes están orgullosos de ello. De hecho, a diferencia de otras naciones latinoamericanas como por ejemplo México, en el pequeño país rioplatense es difícil encontrarse con funcionarios o policías corruptos que sobornen a la población o a ciudadanos extranjeros.
Sin embargo el caso Morabito no es, ni mucho menos, el único episodio en el que la delincuencia internacional elige como escenario al país charrúa. Durante mucho tiempo, la OCDE lo consideró un paraíso fiscal y no fue hasta el año 2009 cuando lo retiró de la 'lista negra' que el organismo publica.
A pesar de ello, Uruguay ha estado presente en operaciones tan importantes como la 'Lava Jato' o el caso Odebrecht, como destino favorito para lavar dinero obtenido ilegalmente a través de grandes sobornos.
De hecho, bancos, empresas y testaferros uruguayos aparecen a menudo en casos notorios de corrupción, incluyendo sumarios bien conocidos en España. Luis Bárcenas, por ejemplo, eligió una sucursal del Discount Bank en Montevideo para, presuntamente, ocultar parte de los fondos desviados de la contabilidad B del Partido Popular. Su compañero de partido, el recientemente liberado Eduardo Zaplana, contó con los servicios de un experimentado testaferro uruguayo, viejo conocido de la Fiscalía Anticorrupción española, llamado Fernando Belhot, para “blanquear” varios millones de euros a través de empresas pantalla radicadas en la zona franca de Montevideo.
Incluso el entramado empresarial del comisario Villarejo tiene Uruguay como punto de referencia, a través de un hotel en Punta del Este regentado por su hija y de varias empresas radicadas en el país que han sido objeto de especial atención por parte de la Audiencia Nacional.
Sin embargo, estos crímenes financieros han pasado desapercibidos para la sociedad uruguaya; la fuga de Morabito, en cambio, pone en evidencia que tal vez el “oasis uruguayo” sea más complejo de lo que parece y seguramente obligue a enfocar de otra manera la lucha contra la delincuencia internacional en un país más conocido por sus avances sociales que por sus historias de criminalidad.