EEUU, principal aliado de Israel desde hace siete décadas, avisa al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ante la anunciada invasión de Gaza. Este domingo, Joe Biden bajaba el tono beligerante y aseguraba en la CBS que la invasión de Gaza sería “un gran error”, alertando de los riesgos hacia la población civil, después de la condena de la comunidad internacional a la orden de evacuación. “Lo que sucedió en Gaza, en mi opinión, es que Hamás y los elementos extremos de Hamás no representan a todo el pueblo palestino. Y creo que sería un error que Israel ocupara Gaza de nuevo”, añadió Biden.
Las declaraciones del presidente de EEUU llegan después de un fin de semana en el que el ejército de Israel daba un ultimátum de 24 horas a los gazatíes para evacuar sus hogares, a la par que mantenía el bloqueo total de la franja de Gaza.
En este contexto, el secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, llegaba este viernes a Tel Aviv para reunirse con altos mandos del recién formado gobierno de concentración israelí. Era el segundo hombre fuerte de la administración de Joe Biden en pisar el estado judío desde la masacre sorpresa reivindicada Hamás una semana antes. Su viaje es el último episodio de 75 años de apoyo inequívoco de Washington a su aliado más preciado, que se ha convertido en el primer receptor de ayuda estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial.
Preguntado por la alta probabilidad de víctimas civiles, el jefe del Pentágono se limitó a responder que “Israel está en su derecho de defenderse” y sus Fuerzas de Defensa “son profesionales, disciplinadas y están centradas en hacer lo correcto”. Y matizó: “Democracias como las nuestras son más fuertes y más seguras cuando respetamos las leyes de la guerra. Los terroristas como Hamás atacan deliberadamente a civiles, pero las democracias no”.
Con todo, Austin no llegó a desmarcarse del desplazamiento de población forzoso ordenado por el ejército israelí, el bloqueo total o los bombardeos indiscriminados en Gaza. Y prosiguió con un compromiso: “La asistencia de seguridad de EEUU a Israel fluirá a la velocidad de la guerra”.
Este sábado partía un segundo portaaviones, el USS Dwight Eisenhower, de la costa de Norfolk (Virginia), y el Pentágono trabaja para enviar más destructores, cazas y municiones para la Cúpula de Hierro, el sistema israelí de defensa antiaérea.
Mientras tanto, Biden mantiene una línea de comunicación constante con Netanyahu y las fuerzas de operaciones especiales comparten inteligencia y asisten en la planificación al ejército israelí, según confirmó Austin. El objetivo declarado es disuadir a los actores de la región, especialmente Irán y Hezbollah, para que no se involucren en el conflicto.
Esta ayuda militar se enmarca en una relación de simbiosis, que nace en la misma creación del estado de Israel hace 75 años y que ha convertido al país en la 18ª potencia militar del mundo, a pesar de situarse en el lugar 149 en superficie y el 93 en población.
75 años de simbiosis
El 14 de mayo del 1948, tan solo once minutos después de que David Ben Gurion declarara a Israel como una nación soberana, EEUU se convirtió en el primer país en reconocer de facto al estado judío. Sin embargo, el primer reconocimiento de iure -es decir, jurídico- llegó tres días después por parte de la Unión Soviética, que también vio en el naciente país una ventana de oportunidad para impulsar el socialismo y su influencia en la región. El reconocimiento oficial de EEUU, promovido por Harry Truman en contra de una parte de su gobierno, no llegaría hasta principios de 1949, cuando Israel celebró sus primeras elecciones.
Desde entonces, Israel ha recibido nada menos que 158.600 millones de dólares estadounidenses, según datos oficiales. De este apoyo, 124.300 millones (casi un 80%) son ayuda militar y el monto restante, 34.300 millones, asistencia económica.
Este flujo de dinero, el mayor a un país desde la Segunda Guerra Mundial, ha generado un gran consenso entre demócratas y republicanos, como suele ocurrir con las líneas maestras de la política exterior. Se origina en el contexto de Guerra Fría, en que el Oriente Medio se convirtió en escenario de disputa entre potencias por su posición geoestratégica. La región ya había servido durante siglos como un cruce entre civilizaciones, pero los recientes descubrimientos de reservas de petróleo, la importancia del Canal de Suez y la necesidad de contentar al creciente lobby judío en EEUU, catapultaron el interés de Washington para aliarse con la reciente creada nación.
Al principio, el apoyo estadounidense se limitó a la ayuda económica para el desarrollo del nuevo país, generalmente en forma de préstamos. La asistencia militar provenía entonces de Francia y el Reino Unido, países con los que Israel se alió para invadir Egipto en la Guerra del Sinaí en 1956, después de que el presidente egipcio Gamal Abdel Nasser nacionalizara el Canal de Suez, hasta entonces propiedad de franceses e ingleses.
EEUU, descontento porque sus aliados no le habían avisado de la invasión, presionó a los tres países para que retiraran las tropas. Este hecho, sumado a la presión de la URSS, que se había aliado con el Egipto socialista y antiimperialista de Nasser, obligó a los tres países a dar por perdida la invasión y confirmó la influencia de las dos superpotencias en Oriente Medio.
El blindaje del 'tío Sam'
Con el paso de los años, y especialmente después de la Guerra de los Seis Días –cuando en 1967 Israel ocupó ilegalmente Cisjordania, Gaza, el Este de Jerusalén, los Altos del Golán sirios y el Sinaí egipcio–, el apoyo económico estadounidense fue dando paso al militar. Un año después de la guerra, por primera vez el Congreso norteamericano aprobó por amplia mayoría la venta de dos aviones de combate F-4 Phantom II a Israel. Fue el precedente de una nueva doctrina en la región: Washington se comprometería a blindar a Tel Aviv para asegurarse una ventaja militar frente a sus vecinos, aliados soviéticos.
La alianza se reforzó durante la Guerra de Yom Kippur (1973), cuando una coalición de países árabes, liderados por Egipto y Siria, y con el apoyo de la URSS, atacaron los territorios que había ocupado Israel seis años antes. La respuesta fue contundente: el Pentágono montó un puente aéreo para entregar más de 22.000 toneladas de armamento, 40 aviones de combate y una docena de aviones con suministros al país judío.
En la siguiente década, durante la Administración Reagan (1981-1989), se intensificó la alianza con el Acuerdo de Cooperación Estratégica, que creaba el marco para coordinar operaciones militares conjuntas, daba a Israel un trato comercial preferente y preveía una ayuda armamentística de 425 millones de dólares cada año. A este, le siguió un acuerdo para que EEUU almacenara arsenal militar en Israel y otro por el que el estado judío quedaba designado como un “importante aliado fuera de la OTAN”.
Este hecho le ha dado beneficios a la hora de comprar armas estadounidenses, pero no constituye en ningún caso un tratado de defensa formal: Washington no está obligado a salir en defensa de Israel en caso de ataque. Además, las agencias de espionaje de ambos países, la CIA y el Mossad, han creado una relación próxima y comparten información –una inteligencia que, según critican medios estadounidenses, falló en la prevención del ataque de Hamás.
Las aportaciones anuales estadounidenses no han dejado de crecer con el paso de las administraciones, que han ido renovando la alianza a base de memorándums de entendimiento y paquetes de ayuda aprobados en el Congreso. La ayuda militar anual se fijó en 2.100 millones de dólares para los años fiscales entre 1999-2008, 3.000 millones entre 2009-2018 y 3.800 millones entre 2019-2028.
Washington se ha comprometido a seguir aumentando este apoyo mientras dure la guerra. De momento, podrá seguir financiando a Israel con los 3.800 millones aprobados para el año fiscal 2024. Pero si quiere aprobar una ayuda adicional, tal como prometió Biden, tendrá que superar la parálisis que domina estos días la Cámara de Representantes, que permanece sin presidente desde la destitución la semana pasada del republicano Kevin McCarthy a manos de su partido.
Además del apoyo militar y financiero, la ayuda estadounidense en estos 75 años también se ha trasladado a las Naciones Unidas: de las 83 veces que se ha usado el poder de veto en el Consejo de Seguridad, en 42 ha sido invocado por EEUU contra resoluciones que condenaban a Israel por sus asentamientos en Palestina.