Más música que letra ha habido en Salzburgo. Aún resonaba en Salzburgo el eco del exabrupto del ministro de Exteriores luxemburgués, Jean Asselborn –Et merde alors!– ante el ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, de hace unos días. Así como la bronca con Viktor Orbán por su autoritarismo. Y con ese ambiente han navegado los jefes de gobierno de la UE para salvar una cumbre que, en el mejor de los casos, puede decirse que ha rebajado algo la tensión y ha pospuesto los debates para más adelante, en una rueda de ratón característica en las negociaciones comunitarias: mejor posponer que romper.
Y así lo han explicado en una rueda de prensa el canciller austriaco y presidente de turno de la UE, Sebastian Kurz; el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk; y el de la Comisión, Jean-Claude Juncker, que han reconocido que los principales acuerdos ha sido que no ha habido grandes acuerdos, más allá de emplazarse a negociar con terceros países para frenar los flujos irregulares de migrantes, siguiendo el ejemplo de Egipto, país con escaso respeto a los derechos humanos que está ejerciendo de guardia fronterizo en el Mediterráneo oriental.
En ese sentido, los dirigentes europeos se comprometen a incrementar las ayudas a los países del norte de África que se comprometan con el freno a las migraciones irregulares.
Por otro lado, el asunto que no termina de desencallarse, está el Brexit. En este asunto, el acuerdo ha sido propio del Seis Naciones de Rugby: patada adelante y a seguir. En este caso, el calendario establecía una declaración política sobre el acuerdo de desconexión en octubre, pero se ha acordado dejarlo para otra cumbre en noviembre. Es decir, el acuerdo sobre el Brexit ha residido en convocar una nueva reunión.
Los principales asuntos que estaban sobre la mesa en relación con la migración han seguido abiertos: las plataformas de desembarque, los puntos de reparto de migrantes y refugiados y el desarrollo de Frontex. Hasta tal punto se han pospuesto decisiones, que el anuncio estrella del presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, el desarrollo hasta 10.000 guardias para vigilar las fronteras, no se pondrá en marcha hasta finales de 2020.