Las elecciones europeas que se celebrarán del 6 al 9 de junio constatarán la derechización del continente. Apenas resisten un puñado de gobiernos progresistas, entre ellos el de España y el tripartito alemán en horas bajas, mientras que crecen los de la derecha, en muchas ocasiones apoyados por fuerzas ultraconservadoras. Todas las encuestas coinciden en que el Partido Popular Europeo será el más votado y los socialistas serán de nuevo segunda fuerza, pero dibujan un incremento notable de la extrema derecha, con los grupos que la componen pugnando con los liberales por la tercera posición. Y con esos mimbres, la presidenta de la Comisión Europea y candidata del PPE, Ursula von der Leyen, ha confirmado que buscará el apoyo de algunos de esos partidos, entre ellos el de la ultraderechista italiana Giorgia Meloni.
La alemana primero abrió la ventana, luego la puerta y ahora ha dejado claro que levanta el veto a la extrema derecha en el corazón de la UE: el Parlamento Europeo. Allí pretende buscar el apoyo de quien sea con tal de ser reelegida y las únicas condiciones que pone es que sean fuerzas proeuropeas, anti-Putin y cumplidoras con el estado de derecho. “He trabajado muy bien con Meloni en el Consejo Europeo, como con otros primeros ministros, es mi tarea. [Meloni] es pro-europea, ha sido muy clara contra Putin y pro-estado de derecho. Le ofrezco trabajar juntas”, afirmó Von der Leyen en un debate con el resto de Spitzenkandidaten, que le reprocharon su intención de llegar a acuerdos con los ultras. La dirigente de la CDU se limitó a decir que tiene un “enfoque diferente” que el de Meloni en asuntos como los derechos LGTBI. Además de amenazar a las ONG, el Gobierno de Meloni está tomando medidas contra los derechos de las mujeres y ha aumentado el control sobre los medios de comunicación públicos.
Von der Leyen, al fin y al cabo, sigue la estela que ha marcado el PPE a nivel nacional en distintos países en los últimos años en los que la derecha tradicional ha visto cómo las fuerzas ultraconservadoras le iban pisando terreno. Ante esa situación, el PPE se dividió en dos almas: quienes consideraban que tenían que ganar por el centro –ahí se ha situado Von der Leyen esta legislatura en la que ha gobernado gracias a socialistas, liberales y, en ocasiones, verdes por las fugas en sus propias filas– y quienes defendían la colaboración con ese tipo de fuerzas, en su mayoría populistas y euroescépticas.
Más allá del cumplimiento de sus condiciones para pactar con Meloni, Von der Leyen justificó su acercamiento a esas fuerzas en que necesitará armar una mayoría en la Eurocámara y recordó que los grupos no funcionan de manera unánime por lo que puede haber fugas en los apoyos. En 2019, la alemana salió elegida en el Parlamento Europeo por la mínima. Y ahora las formaciones que formaban parte del acuerdo junto al PPE (socialistas y liberales) están en caída mientras los sondeos apuntan a un incremento de la extrema derecha.
Los llamados Conservadores y Reformistas (ECR), el grupo de extrema derecha del que forma parte Vox, pelean ahora por la tercera posición tras los 68 escaños que lograron hace cinco años, aunque algunas encuestas, como la proyección de Politico, ascienden a Identidad y Democracia (ID), también de extrema derecha, a ese puesto con hasta 85 eurodiputados frente a los 59 que obtuvieron en 2019. Los dos grupos, que siempre han tenido la tentación de unirse para tener más fuerza aunque por razones nacionales, personales y hasta cierto punto políticas nunca lo han hecho, tienen partidos dentro con grandes expectativas electorales para las elecciones de dentro de dos fines de semana.
Los Fratelli d'Italia de Giorgia Meloni son la gran esperanza de ECR al igual que el polaco Ley y Justicia (Pis), que actualmente es la principal delegación, pese a haber perdido el gobierno en favor del popular Donald Tusk. Por el momento también cuentan con el Fidesz de Viktor Orbán, que esta legislatura fue expulsado del PPE. En el caso de ID, tienen la gran novedad del Partido de la Libertad (PVV) del populista Geert Wilders, que se hizo con la victoria en Holanda, y también aspiran a que gane el Rassemblement National de Marine Le Pen en Francia. De ahí que ID haya consumado la expulsión de Alternativa por Alemania (AfD) con la excusa de unas declaraciones de su candidato sobre las SS y en plenos escándalos por colaboracionismo con Rusia y China.
La situación aboca, no obstante, a un empoderamiento de la derecha a nivel europeo. “El nuevo equilibrio político dentro del Parlamento permitirá que el Partido Popular Europeo tenga una posición negociadora fuerte, ya que podrán darse dos escenarios no autoexcluyentes entre sí”, señala un informe de la consultora Llorente y Cuenca (LLYC), que señala a la posibilidad de mantener la actual mayoría (PPE, socialistas y liberales) o una “coalición de derechas”.
“Si gana el PPE y ECR e ID aumentan considerablemente sus escaños como se prevé, esto podría dar lugar a una nueva coalición, posiblemente entre el PPE y el ECR, a lo que la propia Von der Leyen ha dejado la puerta abierta, siempre y cuando las fuerzas de la derecha no cuestionen la posición ante Rusia y pro-OTAN. Este cambio podría afectar a la agenda estratégica de la UE, desplazándola hacia la derecha en cuestiones clave como la legislación climática, la defensa o la migración. Además, la toma de decisiones podría resultar más difícil debido a la negativa de S&D, Renew, los Verdes y La Izquierda a formar coaliciones con grupos ultraconservadores (en este caso, ECR e ID). Por lo tanto, debido a este mayor poder de negociación del EPP, es previsible que en algunos temas (como pueden ser migración o competitividad) haya un giro a la derecha, mientras que para otras cuestiones se apoye en una mayoría más centrista”, apunta el análisis.
Otro de los grandes cambios respecto a la anterior legislatura es el previsible descalabro de Los Verdes, que en algunas encuestas figuran hasta en quinta posición frente a los 72 escaños que lograron en 2019, cuando la ola ambientalista se tradujo en un fuerte incremento de su presencia en Estrasburgo. El sondeo de Politico augura 41 eurodiputados para ese grupo y 32 para La Izquierda (cinco menos que los que tiene ahora). La fatiga ambientalista es una realidad en un continente atravesado por las protestas de los agricultores y en el que se está pisando el freno de las políticas que han compuesto la agenda verde. La derechización de Europa también ha conducido a un endurecimiento de la política migratoria y amenaza con hacerlo aún más.
“Los líderes proeuropeos tienen muchas razones para estar preocupados por las elecciones. Los europeos están agotados por la cadena de crisis y un bloque considerable de votantes considera negativa la respuesta de la UE a cada una las que han sacudido el continente en los últimos 15 años. Muchos de ellos manifiestan actualmente su apoyo a partidos antieuropeos”, señalan los politólogos Ivan Krastev y Mark Leonard en un análisis bajo el título A new political map: Getting the European Parliament election right publicado por el think tank Consejo Europeo de Relaciones Internacionales, que apunta a una elevada movilización de los votantes de los partidos antieuropeos en países como Alemania, Francia o Austria.
Las recetas que dan a los partidos proeuropeos para vencer a sus rivales es que no conviertan las elecciones “en un debate sobre la inmigración o sobre los éxitos de la última Comisión Europea”. “Y no deben elegir entre una estrategia de polarización o de fragmentación a escala europea. En su lugar, deberían adoptar un conjunto de estrategias nacionales diferenciadas para movilizar a sus partidarios sin provocar a los votantes de extrema derecha. Esto debería incluir la presentación de un nuevo argumento geopolítico para Europa, que no intente movilizar a la gente por solidaridad con Ucrania, sino más bien por preocupación por la soberanía y la seguridad europeas”, concluyen.