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Análisis

Por qué el 'éxito' de la inteligencia israelí en Líbano evidencia su inmenso fracaso en Gaza

Una mujer toma una foto de un edificio destruido en el barrio de Haret Hreik, en los suburbios del sur de Beirut, tras los ataques militares israelíes

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Israel primero se infiltró en la cadena de suministro de Hizbulá para instalar explosivos en miles de dispositivos de comunicación de la organización y hacerlos detonar en remoto simultáneamente por todo Líbano. Después, tras varios bombardeos selectivos en la capital, el Ejército ha asesinado a sus principales comandantes, incluido su líder, Hasan Nasrallah.

El mismo país no fue capaz de detectar y parar el 7 de octubre de 2023 un asalto lanzado desde una franja de 365 kilómetros cuadrados totalmente bloqueada y asediada durante 17 años y en la que participaron al menos 3.800 miembros de Hamás. Tras un año de brutal ofensiva, Israel ha arrasado toda la Franja de Gaza, ha destruido el 53% de todas sus infraestructuras y ha asesinado a más de 41.500 personas sin encontrar al líder de Hamás y cerebro de los ataques del 7 de octubre, Yahya Sinwar. De las 251 personas secuestradas en Gaza, las autoridades israelíes solo han conseguido rescatar con vida en operaciones especiales a 8 de ellos —105 fueron liberados en intercambios negociados—.

La inmensa y sorprendente penetración de Israel en las redes de Hizbulá en Líbano contrasta con Gaza, que ha demostrado ser un agujero negro para Tel Aviv. Esta situación responde a una combinación de múltiples factores a diferentes niveles, desde la concepción de la amenaza a los objetivos y metodologías utilizados por los servicios secretos.

“Cortar el césped” o la disuasión fallida

Durante años, Israel había priorizado la amenaza proveniente de Hizbulá en detrimento de Hamás. Tel Aviv estaba convencido de que su inmensa superioridad en todos los ámbitos había conseguido disuadir a Hamás. Es más, tan solo unas semanas antes del 7 de octubre, Israel había autorizado continuar con los pagos de Qatar a las autoridades de Hamás en la Franja de Gaza —en los que incluso han participado directamente agentes del Mosad, los servicios secretos— en una política calificada por sus detractores como un intento de “comprar la calma”. Una vieja frase del primer ministro Benjamin Netanyahu resume bien esta política: “La tranquilidad se responderá con tranquilidad”.

Netanyahu pensaba que le interesaba mantener a Hamás más o menos estable y centrado en gobernar —bajo un estricto bloqueo— para contener a su enemigo al tiempo que su presencia le daba una justificación para evitar negociar por un Estado palestino. Hasta ministros actuales de extrema derecha han llegado a considerar a Hamás como un activo para Israel.

Esa estrategia había que complementarla con otra denominada “cortar el césped”. Se trata de lanzar operaciones ocasionales para mantener la capacidad de disuasión, así como reducir las capacidades ofensivas de Hamás. Simplemente, Israel no pensaba que Hamás podía ni le interesaba lanzar un ataque masivo como el del 7 de octubre.

“Mientras gran parte de nuestra atención se centraba en prepararnos para un enfrentamiento con Hizbulá, descuidamos en cierto modo el escenario meridional y la evolución de la situación con Hamás en Gaza”, afirmaba la analista Carmit Valensi, investigadora del Institute for National Security Studies de Israel, al medio Breaking Defence.

El foco en el flanco norte por Hizbulá también se ha traducido en una falta de atención al flanco sur de Gaza, coinciden los expertos israelíes en seguridad.

El papel de los servicios secretos

Cuando Israel se retiró de la Franja de Gaza se produjo una progresiva desconexión. En palabras de Zohar Palti, exdirector de inteligencia del Mosad —recogidas por 'The New York Times'—, “todo el mundo estaba harto y cansado de Gaza”. “Todos dijimos: 'olvidémonos de Gaza' porque sabíamos que estaba en un punto muerto”.

La desconexión hizo que Israel tuviese cada vez más difícil obtener información a través de HUMINT (inteligencia humana —basado principalmente en fuentes sobre el terreno—). Además, “el Shin Bet [servicio de inteligencia interior de Israel y encargado de Hamás en Gaza] sufrió una 'adicción' tecnológica”, escribía el analista israelí Amir Rapaport en una columna en Israel Defense.

Esa mayor dependencia de SIGINT [inteligencia de señales –interceptación de comunicaciones—] ha impedido a Israel tener una imagen completa del panorama en Gaza. Normalmente antes de un gran plan —como el 7 de octubre— se produce un silencio operativo en las comunicaciones para no ser detectado. Del mismo modo, cuestiones sensibles que puedan localizar a sus líderes o los rehenes, probablemente tampoco se hablan a través de dispositivos, sino únicamente cara a cara o a través de mensajeros.

De hecho, el líder de Hamás, Yahya Sinwar, no utiliza dispositivos electrónicos para comunicarse y se basa en una amplia red de mensajeros personales y notas escritas codificadas —un sistema de comunicación que han confirmado los mediadores internacionales que tratan tanto con Hamás como con Israel—. Buena parte de la información de inteligencia que ha conseguido hasta ahora Israel en Gaza ha sido a través de la toma de documentos, ordenadores y otros dispositivos conseguidos durante su ofensiva terrestre en la Franja.

“Antes de 2020 Hizbulá desarticuló varias células de espionaje internas, pero no hizo una limpia radical, al contrario que Hamás, de la mano de Yahya Sinwar, que ejecutó y mandó neutralizar a decenas de espías, lo cual dejó a los israelíes a ciegas”, explica a elDiario.es Ignacio Gutiérrez de Terán, profesor del Departamento de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro 'Hezbolá: el laberinto de Oriente Medio' (se publica el 14 de octubre con la editorial Catarata).

El comandante de la unidad de SIGINT en el ejército israelí ha dimitido este mes por “no cumplir” su “misión” como esperaba. Entre los motivos, el general de brigada señalaba en su carta que la información recabada sobre los planes de Hamás no logró hacer sonar la alarma para el 7 de octubre.

En términos de seguridad operativa, es evidente que Hizbulá también era consciente del rastreo israelí de sus comunicaciones, por eso utilizaban buscas y 'walkie-talkies' de baja tecnología. El propio Nasrallah había pedido en un discurso televisado a todos sus seguidores que abandonasen sus teléfonos móviles. “Me preguntáis dónde está el agente [infiltrado]. Y os digo que el teléfono en vuestras manos, en manos de vuestra mujer y de vuestros niños es el agente”, dijo en febrero. “Enterradlo. Metedlo en una caja de hierro y cerradla”.

Esta conciencia de seguridad operativa en las filas de Hizbulá favorece la hipótesis de la importancia de HUMINT (agentes al servició de Israel) en el golpe a Nasrallah, ya que el ejército sabía que había una reunión de alto nivel en la sede a pesar de que probablemente sus miembros no hablaron de ella a través de dispositivos de comunicación rastreables. Sin embargo, se desconoce el papel que tuvo la interceptación de comunicaciones o SIGINT en la operación. “Teníamos inteligencia a tiempo real y una oportunidad operativa que nos permitió llevar a cabo este ataque”, afirmó el portavoz del Ejército israelí.

En cambio, “la capacidad de crear inteligencia humana en Gaza en una zona muy densa y pequeña, en la que todo el mundo se conoce y en la que un extraño destaca inmediatamente hace la vida mucho más difícil”, afirmaba a 'The Wall Street Journal' un exmiembro de los servicios de inteligencia de Israel. Acceder a personas en Líbano o fuera de Líbano conectadas con Hizbulá es más fácil. 

Gutiérrez de Terán apunta también a un exceso de confianza por parte del grupo chií libanés: “Los desastres de Hizbulá nacen de un exceso de confianza y la ineficacia de sus servicios de seguridad, que asumieron sistemas de comunicación iraníes, muy malos”. Hizbulá es un fuerte aliado de Irán.

“Según se acerque la ofensiva terrestre de Tel Aviv veremos un 'apagón' informativo y la desaparición de sus líderes, como hicieron en 2006. Es su única opción para aguantar el aluvión”, añade. El profesor explica que en muchos de los ataques contra líderes de Hizbulá había iraníes cerca.

“Hizbulá se ha desnudado”

El papel de Hizbulá en la guerra en Siria también ha afectado a su nivel de exposición frente a Israel, explica Gutiérrez de Terán. “Hizbulá se ha desnudado con su entrada en Siria tras 2012, dejando al descubierto sus redes de distribución y dejando resquicios para la inteligencia sionista”, añade.

“Convirtiéndose en brazo ejecutor de Teherán en Siria, instructor de tropas en Irak, coordinando con los hutíes en Yemen, etc. se ha implicado en una red abierta de comunicación dirigida por los iraníes, que ya estaban infiltrados por Israel”, sostiene el profesor.

“Si quieren sobrevivir solo les queda volver a la edad de piedra en materia de comunicación”, concluye Gutiérrez de Terán.

Israel llevaba años preparándose para la guerra con Hizbulá y una semana de ofensiva en el flanco norte lo demuestra.

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