En 2011, la subida del coste de las materias primas agrícolas auguraba un aumento de los precios de productos de primera necesidad. Aquella primavera, la situación se tradujo en un repentino aumento de artículos como el café, las galletas, el aceite, el queso, el pan o la mantequilla, y eso llevó al Gobierno de Nicolas Sarkozy a buscar medidas de urgencia para tranquilizar a los hogares, preocupados además por la subida del precio de la energía y el paro.
Así que, para hacer frente a esta situación, el ejecutivo anunció un acuerdo con nueve de las principales cadenas de supermercados del país para que ofrecieran a sus clientes una serie de productos básicos a precios bajos. Bautizada como “cesta de los esenciales” (panier des essentiels, en francés), la medida de Sarkozy ha sido recordada después de que la vicepresidenta Yolanda Díaz planteara en una entrevista en elDiario.es un acuerdo con las distribuidoras para limitar los precios de alimentos básicos como el pan o la leche.
En la experiencia francesa, que a diferencia de la propuesta de Díaz no suponía acordar un precio máximo para productos básicos sino en realizar ofertas, las marcas firmantes del convenio –voluntario y sin ningún tipo de obligaciones legales ni limitaciones– seleccionaban una propuesta semanal de diez productos básicos y saludables: carne, pescado, algunas bebidas, productos lácteos, frutas y verduras de temporada. Todo ello a precios “atractivos” (en torno a 20 euros por cesta). El objetivo declarado entonces por el secretario de Estado de Consumo, Frédéric Lefebvre, principal impulsor del convenio, era que “todos los franceses pudieran llevar una dieta equilibrada con productos de calidad”, esperando que cada cesta permitiese elaborar tres comidas para cuatro personas.
La medida fue recibida ya entonces con bastante escepticismo por parte de las asociaciones de consumo. La principal agrupación de consumidores rurales de Francia, Familles Rurales, “se congratuló por la iniciativa”, pero desde el principio expresó dudas sobre su aplicación. Otras, como UFC-Que choisir, fueron aún más críticas y expresaron su “amarga decepción” por una “medida efectista, al servicio de la gran distribución y la comunicación gubernamental”.
Falta de etiquetas y de seguimiento
Solo unos meses después del anuncio, una investigación realizada por esta organización en diez hipermercados parisinos apuntó “una desvinculación total de la gran distribución” con la medida: ocho de los comercios no tenían expositores ni menciones sobre el panier des essentiels. Y los dos que sí no cumplían el objetivo fijado por el Gobierno, ya que los productos elegidos para la cesta no eran los más adecuados, ni en términos de precio ni de valor nutricional.
El análisis fue confirmado por otra asociación de consumidores, Consommation Logement Cadre de vie (CLCV), que realizó varios seguimientos sobre la implantación y continuidad que confirmaron la débil adhesión por parte de los distribuidores. Por ejemplo, un año después de su creación y pese a que el Gobierno había anunciado su prolongación, la cesta de productos básicos había sido “prácticamente abandonada por los supermercados”: en el 59% de los 214 comercios visitados no había ningún cartel ni etiqueta que permitiera a los consumidores identificar los productos.
Desde un principio las asociaciones habían señalado fallos de concepción en la medida, empezando por el hecho de que no incluyese ninguna obligación ni ningún sistema de monitorización, además de considerar el número y la selección de productos como insuficiente. Por otro lado, reclamaban que se atajasen problemas más profundos, como “una mayor transparencia en el proceso de formación de los precios” y que el Observatorio de Precios y Márgenes, entidad dependiente de los ministerios de Economía y Agricultura, examinase los márgenes netos para analizar el reparto del valor añadido a lo largo de la cadena de suministro“.
Qué hacen ahora los supermercados
De vuelta a 2022, en un contexto similar de aumento de los precios, las cadenas no han esperado al Gobierno para desplegar sus estrategias. En primavera, Supermercados E.Leclerc lanzó una campaña “destinada a proteger el poder adquisitivo de los franceses mermado por la inflación” congelando el precio de 234 productos, etiquetados como esenciales, hasta el 4 de diciembre.
Lo cierto es que la subida de los precios al consumo se ha vuelto a acelerar en los últimos meses en Francia, alcanzando el 6,1% en un año. En este contexto, la iniciativa de E.Leclerc ya ha sido seguida por Carrefour, que en agosto presentó su propia versión con el “plan anti-inflación de 100 productos de uso cotidiano” durante cien días.
Estas promociones presentan varias ventajas potenciales para las marcas. Como señala Philippe Moati, profesor de Economía en la Universidad de París y cofundador del Observatorio Sociedad y Consumo (ObSoCo), “la gran distribución se basa en el descuento, el argumento del precio bajo; desde siempre, los minoristas han competido en esta guerra de precios para intentar innovar y convencer a los consumidores de que les elijan a ellos en lugar de a la competencia. Lo que no tiene precedentes es quizás la respuesta a estos anuncios: gracias a la inflación, E.Leclerc y Carrefour han encontrado mucho eco en los medios de comunicación, que han difundido especialmente su iniciativa”.
Por otro lado, estas medidas ayudarán a las cadenas en las negociaciones con el ministro de Economía, Bruno Le Maire, que el pasado junio anunció que el ejecutivo se asegurará de que las empresas francesas que se han beneficiado de la elevada inflación utilizan parte de sus beneficios para aliviar el poder adquisitivo de los hogares.