Sajonia y Turingia son dos estados federados del este de Alemania relativamente poco poblados y con peso económico limitado dentro del país. Los dos territorios suman menos de cinco millones de personas con derecho a voto. Para ponerlo en perspectiva, la población del estado occidental de Renania del Norte-Westfalia, con cerca de 18 millones de habitantes, supera a la de los cinco estados federados orientales correspondientes al territorio de la desaparecida República Democrática Alemania (RDA).
Pese a todo ello, las elecciones regionales en Sajonia y Turingia de este domingo amenazan con generar una sacudida política de tal dimensión que puede poner en serios aprietos al actual gobierno de coalición alemán, conformado por socialdemócratas, verdes y liberales.
La extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán) pelea por ganar las elecciones en los dos estados alemanes. En Sajonia, la CDU apunta a primera fuerza, pero las encuestas colocan a AfD por encima del 30% y muy cerca de los conservadores. En Turingia, será muy probablemente el partido más votado. La cuestión es si podrá gobernar, teniendo en cuenta que el resto de partidos ha excluido hasta ahora la posibilidad de coligar con la formación liderada por Björn Höcke, el líder del ala más radical de AfD que apuesta abiertamente por un nacionalismo de corte étnico que raya con el neonazismo. Como telón de fondo de todo esto, está el reciente atentado yihadista en Solingen, que podría alentar aún más el voto protesta para AfD, algo que hasta ahora no se refleja en las encuestas.
La otra fuerza que surgirá como ganadora de las urnas será la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW por sus siglas en alemán): el joven partido fundado el pasado enero, que lleva el nombre de la exdiputada de Die Linke y exlíder de la organización marxista-leninista Plataforma Comunista, entrará en los dos parlamentos regionales con un resultado de dos cifras, según las encuestas. En Turingia, BSW se acerca al 20% e incluso podría ser la segunda fuerza más votada por delante de los democristianos de la CDU.
Con una oferta de política económica de izquierdas y conservadora en la cuestión migratoria, Wagenknecht ha conseguido conectar con una importante capa del electorado descontento con el estado de las cosas y las perspectivas económicas. Un descontento es especialmente visible en Alemania oriental, cuyo electorado ha tendido históricamente a usar el voto para expresar su desacuerdo con, por ejemplo, algunos aspectos fallidos de la reunificación alemana.
Migración, energía y Ucrania
Tres son los temas que han marcado la campaña electoral en Sajonia y Turingia: la política migratoria –debate alentado por los diferentes ataques yihadistas sufridos por Alemania en los últimos tiempos–, la política energética –el fin de la llegada del gas ruso ha alimentado la inflación y golpeado a la industria de ambos estados– y la guerra en Ucrania.
Tanto AfD como el partido de Wagenknecht hacen bandera de la paz y apuestan abiertamente por dejar de enviar armas a Ucrania, explorar negociaciones con el Kremlin y volver a importar gas y petróleo rusos, mensajes que calan fuerte en el este de Alemania, con una cercanía cultural, económica e histórica con Rusia mayor que la parte occidental del país.
En esos tres temas, los tres partidos de la coalición del Gobierno federal de Berlín, liderado por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz, tienen malas cartas. En Sajonia, socialdemócratas, verdes y liberales luchan por superar el umbral del 5% de los votos que permite la representación parlamentaria. En Turingia, se da por hecho que los liberales del FDP se quedarán fuera, mientras que SPD y los Verdes se mueven entre el 4 y 6% de los votos. Por tanto, si la noche electoral va realmente mal para los partidos del gobierno federal, socialdemócratas, verdes y liberales podrían quedarse fuera de los dos parlamentos regionales. En este caso, la viabilidad de la llamada “coalición semáforo” se haría prácticamente imposible. El adelanto de las elecciones federales, previstas para septiembre del próximo año, se haría prácticamente inevitable.
Otra formación que saldrá damnificada de estas elecciones regionales será Die Linke. Los poscomunistas, en parte herederos del partido único de la RDA, podrían quedar fuera del parlamento sajón. En Turingia, el único estado federado de Alemania cuyo gobierno está liderado por un primer ministro de Die Linke (Bodo Ramelow), los poscomunistas podrían perder más de 15 puntos respecto a las últimas elecciones regionales de 2019.
Estos resultados son especialmente duros para una formación que había hecho del este de Alemania su principal bastión electoral. Una parte importante del electorado histórico de Die Linke está girando hacia la ultraderecha o hacia el partido de Wagenknecht.
Las consecuencias
El pasado jueves, los tres partidos del Gobierno de Scholz anunciaron un acuerdo para endurecer los criterios de concesión de ayudas sociales a solicitantes de asilo y agilizar las expulsiones de aquellos extranjeros a los que les ha sido negado, entre otras medidas que buscan endurecer la política migratoria en periodo electoral.
También acordaron una prohibición absoluta de la portación de cuchillos u otro tipo de armas en eventos públicos. El atentado de Solingen fue el detonante del anuncio, pero a nadie se le escapa los malos resultados que las encuestas electorales vaticinan para socialdemócratas, verdes y liberales en Sajonia y Turingia. AfD y también en parte BSW han conseguido introducir su discurso migratorio en la agenda del Gobierno de Scholz y en el debate público. El resultado de la ultraderecha el domingo muy probablemente acelerará esa dinámica.
Tras las elecciones de Sajonia y Turingia, los partidos que queden representados en los dos parlamentos regionales tendrán por delante una labor complicada: formar gobiernos de coalición. Todo apunta a que ninguna de las formaciones podrá gobernar en solitario. Teniendo en cuenta que ningún partido está dispuesto a coaligar con la ultraderecha de AfD, la aritmética parlamentaria será endiablada.
En Sajonia, las encuestas abren dos escenarios: la continuación del actual tripartito entre CDU, verdes y socialdemócratas –si estos dos últimos consiguen seguir en el parlamento– o la formación de una coalición inédita entre la CDU y la formación de Wagenknecht.
En Turingia, según las encuestas, aparece una sola opción como viable: una coalición entre los conservadores de la CDU, la coalición de Wagenknecht y el SPD, también inédita. La CDU excluye la posibilidad de gobernar tanto con AfD como con Die Linke.
En todo caso, y aunque la ultraderecha quede en la oposición, si AfD consigue un tercio de todos los escaños en Turingia, sus votos serán imprescindibles para medidas que necesiten una mayoría de dos tercios, como la convocatoria de nuevas elecciones, cambios en la constitución sajona o la elección del presidente del Tribunal Constitucional regional. Es decir, si la ultraderecha alcanza un tercio de la representación parlamentaria, el resto de partidos se verán obligados a colaborar de una forma u otra con AfD para evitar el bloqueo institucional.
A nivel federal, la otra cuestión es cómo quedará el Bundesrat –la cámara alta en la que están representados los 16 estados federados– tras estas elecciones. La entrada del partido de Wagenknecht en los dos parlamentos regionales y posiblemente en los gobiernos regionales, en coalición con la CDU, podría cambiar la relación de fuerzas en una cámara cuyo apoyo necesita el gobierno de Scholz para sacar adelante sus leyes.
Sea cual sea el resultado del domingo, las elecciones en Sajonia y Turingia marcarán el año que tiene por delante a la “coalición semáforo” de Berlín hasta las próximas elecciones federales. El resto de la legislatura podría hacerse demasiado larga para el Gobierno de Scholz.