La paz entre Francia y Alemania y una alternativa al bloque soviético. Fueron los principales pilares sobre los que se alzó el actual edificio de la Unión Europea tras la Segunda Guerra Mundial. Pilares que se levantaron entre socialdemócratas y conservadores para construir las bases del modelo europeo de bienestar; una versión amable del capitalismo frente al modelo socialista.
Pero esos pilares hace tiempo que se tambalean. Lejos quedan los días en los que las instituciones europeas y el proyecto que representaban gozaban de la aprobación generalizada de la ciudadanía. Hace tres años, la Grecia de Alexis Tsipras intentó encarnar una construcción europea alternativa frente a los dictados de la Troika; pero el órdago apenas duró unos meses.
En 2015 parecía que la alternativa europea vendría de ahí, del desborde por la izquierda del bipartidismo encarnado por populares y socialdemócratas, con Grecia, el ecléctico movimiento por un plan B –Yannis Varufakis, Jean Luc Melenchon, Oskar Lafontaine– y la irrupción de Podemos.
Pero el freno en seco a Grecia dejó descolocada a la izquierda europea –“van a decepcionarte más que Alexis Tspras”, canta Riot Propaganda–, y abonó la idea de que la UE no era reformable, o al menos no podía serlo salvo con una alianza amplia y alternativa entre países que nunca terminaba de producirse.
Hasta ahora.
Y esa alianza amplia y alternativa no se está produciendo entre países con gobiernos que desborden por la izquierda, sino entre países que desbordan por la extrema derecha y defienden discursos xenófobos.
“Salvini es un héroe”, elogiaba Viktor Orbán, cuya formación está integrada en el Partido Popular Europeo, al ministro del Interior italiano y líder de la Liga el pasado martes. ¿Y por qué es un héroe para Orbán? Porque desde que accedió al poder ha ido levantando un muro en cada puerto italiano frente a migrantes y refugiados.
“Ahora mismo en la Unión Europea hay dos bloques, uno liderado por Macron (...), que es el jefe de los partidos que apoyan la inmigración, y por otra parte estamos nosotros, que queremos frenar la inmigración ilegal. Esta es la situación actual”, dijo Orbán el martes en Milán.
Orbán, Salvini, Marinne Le Pen, Bannon venden 'seguridad' a sus electorados, como Donald Trump separando familias en la frontera sur, para ser 'great again', y lo hacen apareciendo como outsiders del sistema, de esa eurocracia que paga a Turquía para que se quede con los migrantes de oriente y deja sin puerto a quienes van a la deriva por el Mediterráneo.
Este jueves, la ministra de Defensa italiana insistía en el pulso a la UE para no acoger migrantes:
“Estamos trabajando para construir una nueva alianza que excluya a los socialistas y a la izquierda, y que dé prioridad a los valores que nuestras formaciones representan”, ha señalado por su parte Salvini.
El núcleo político que sostiene la actual arquitectura de la UE lo componen populares, socialdemócratas y liberales, cuya respuesta, que apunta a argumentario duradero hasta las elecciones europeas, es el de la pinza de los populismos, los de extrema derecha y los de izquierdas, aunque unos hagan bandera del “refugees go home” y los otros defiendan el “refugees welcome”.
Y a ese “refugees go home” va a contribuir Steve Bannon, exestratega de Donald Trump, que prepara el desembarco en Bruselas de The Movement, una fundación que pretende facilitar marcos teóricos para la expansión de la extrema derecha, según ha explicado él mismo al Daily Beast.
A lo largo de este año, Bannon ha mantenido conversaciones con la extrema derecha de medio continente, desde Nigel Farage y miembros del Frente Nacional de Marine Le Pen –ahora rebautizado como Reagrupación Nacional– en el Oeste, hasta Viktor Orban y la extrema derecha polaca en el Este.
Bannon ambiciona un “súper grupo” de extrema derecha en el Parlamento Europeo –ahora repartidos entre el PPE, como el grupo de Orbán; el Grupo de la Europa de las Naciones, donde está la Liga de Salvini; o el de los Conservadores y Reformistas, donde está el gobernante polaco Ley y Justicia– que pueda representar una tercera parte de los eurodiputados tras las elecciones de junio de 2019, un bloque único de extrema derecha sobre el que él tendría mucha ascendencia, con capacidad de incidir en los procesos; con gobiernos afines, como el italiano, el húngaro y el polaco, que puedan inclinar la toma de decisiones de las instituciones europeas.
La arquitectura europea está agrietada y la extrema derecha prepara un frente europeo con la migración en el punto de mira como alternativa.