Les unen los muros a los migrantes y refugiados que huyen de las guerras, el hambre y el cambio climático; unos muros que ni siquiera la Comisión Europea quiere financiar con el presupuesto de la UE. Les unen la deriva autoritaria y la toma del poder judicial, como en Hungría y Polonia, tantas veces constatado por la Justicia Europea. También les une la lucha contra los derechos de las mujeres y LGTBI, aun a riesgo incluso de perder fondos europeos. Incluso les une el rechazo a los avances federalistas en la Unión Europea frente a la “soberanía de los Estados”, cosa que se encargan de hacer ver en el Consejo Europeo siempre que pueden el húngaro Viktor Orbán y el polaco Mateusz Morawiecki. Pero, a partir, de ahí, empiezan las fracturas de la extrema derecha europea, que se han evidenciado este sábado en su cumbre de Varsovia.
El partido gobernante polaco, el PiS, ha acogido una reunión de varios líderes europeos de partidos, entre ellos Santiago Abascal (Vox), el primer ministro húngaro, Viktor Orbán (Fidesz, expulsado del PPE), y la líder de Agrupación Nacional, Marine Le Pen. Pero han sido incapaces de sentar en la mesa al líder de la Lega, Matteo Salvini, y a la de Fratelli d'Italia, Giorgia Meloni, que se encuentran en grupos diferentes del Parlamento Europeo (Salvini, en Identidad y Democracia, con Le Pen; y Meloni en ECR, con Vox y PiS) y que tienen una feroz disputa política en Italia, entre otras cosas por la participación de la Lega en el Gobierno de concentración de Draghi, en el que no entró Fratelli –los únicos junto con Sinistra Italiana–.
En las horas previas a la reunión del sábado, hubo muchos rumores acerca de un hipotético anuncio de la creación de un nuevo grupo parlamentario en la Eurocámara, surgido de la suma de varias partes de ID y de ECR –el grupo patrocinado en su día por el Partido Conservador británico y que tras el Brexit lideran los polacos del PiS–, que llegara hasta los 113 escaños y se convirtiera en el tercer grupo parlamentario. La jugada, en plena mitad de legislatura, cuando se renuevan los órganos del Parlamento Europeo –presidencias y vicepresidencias de la institución y de las comisiones–, podría tener muchas consecuencias, así como una posible minoría de bloqueo en ciertas votaciones.
Pero esa foto tampoco ha sido la de este fin de semana en Varsovia: la declaración habla de coordinar posiciones y votaciones en Estrasburgo y Bruselas, y no dice nada de constituir un solo grupo de la extrema derecha. Eso sí, han anunciado que la próxima cita será en Madrid “dentro de un par de meses” a iniciativa del líder de Vox, Santiago Abascal.
Y es que, en el fondo, hay varias fracturas. No sólo la de la competencia electoral en Italia, por ejemplo. Es que el propio Salvini tiene un buen historial de relaciones cordiales con Vladímir Putin, el mismo al que el Gobierno polaco acusa de apoyar al presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, en la crisis de la frontera que viven ambos países. Es decir, Salvini puede tener buena relación con Orbán (Fidesz), huérfano de familia política desde su expulsión de los populares europeos, pero los polacos miran con recelo sus veleidades con el Kremlin.
Y eso también ocurre con Le Pen, histórica aliada de Salvini, también con buenas relaciones con Rusia. Lo cual, a su vez, es directamente proporcional a la relación con la OTAN de cada uno de ellos. Cuando más enemigo de Putin, más atlantista; y viceversa.
Eso sí, lo que comparten es su soberanismo nacionalista. “Solo las instituciones soberanas de los Estados tienen plena legitimidad democrática”, afirma la declaración conjunta suscrita en Varsovia. “Las instituciones europeas no gozan de la misma legitimidad y, por tanto, deberían desempeñar un papel subordinado en la arquitectura política al Estado nacional”, defienden, en línea con el Tribunal Constitucional polaco, cuya legitimidad no reconoce Bruselas por estar controlado por el Ejecutivo, cuando situó a Polonia fuera del ordenamiento jurídico de la UE.
Y, así, el texto recuerda que las instituciones comunitarias “deberían estar subordinadas a las instituciones soberanas de los Estados miembros, de acuerdo con el espíritu fundacional de la Unión Europea, y no al revés, como pretenden las autoproclamadas élites de Bruselas”, a las que acusan de fabricar una “ingeniería social” encaminada a la creación de una “nación europea”.
De hecho, “soberanía” e “inmigración ilegal” son los dos puntos que dicen compartir los firmantes de la declaración. Y, también, a la vista del vídeo difundido por Vox, su negativa a llevar mascarilla ni mantener la distancia social en espacios cerrados a pesar de la pandemia del coronavirus.