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Felipe Neto, el 'influencer' más importante de América Latina: “No tenemos cómo enfrentar las 'fake news' sin legislación”

Fotografía cedida por la oficina de prensa de Felipe Neto.

Bernardo Gutiérrez

Río de Janeiro —
26 de octubre de 2024 22:00 h

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El 8 de septiembre de 2019, las redes sociales de Felipe Neto, incluyendo su número de Whatsapp, se llenaron de amenazas de muerte: “¡Voy a matarte!”, “¡Es mejor que vayas con seguridad porque te voy a llenar de tiros, hijo de put*!”. Un día antes, el mayor influencer de Brasil había ofuscado la celebración del 7 de septiembre (día de la independencia nacional e icono del bolsonarismo) con una acción espectacular de apoyo al colectivo LGTBI+ en la Bienal do Livro de Río de Janeiro.

Tras el intento de censura del libro Os vingadores: A cruzada das crianças, en el que dos superhéroes jóvenes tienen un romance, Felipe Neto decidió comprar todos los libros de temática LGTBI+ de la Bienal y regalarlos. Cada libro tenía un envoltorio negro y una frase: “Este libro es inapropiado para personas atrasadas, retrógradas y con prejuicios. Felipe Neto agradece su lucha por el amor, por la inclusión y por la diversidad”. 

Tras la repercusión de su acción contra la censura, Felipe Neto se convirtió en el enemigo uno del bolsonarismo. El 'Gabinete do Ódio' (estructura que usaba recursos públicos para difundir fake news) pasó a asociar su nombre a la pedofilia. Las amenazas crecieron. Cuatro días después de la Bienal do Livro, Neto recibió un mail de amenaza con su dirección personal y muchos detalles sobre su madre. Su progenitora embarcó inmediatamente en un avión y se exilió en Portugal.

La policía se negó a investigar las amenaza. Y el mayor influencer de Brasil —a día de hoy tiene 46,7 millones de seguidores de You Tube, 17,3 en Instagram y 17 millones en X— canceló su participación en eventos y se recluyó un tiempo. En 2020, la revista TIME le incluyó en la lista de las cien personas más influyentes del mundo. Él y Jair Bolsonaro fueron los únicos brasileños de aquella edición.  

Su venganza llegó durante las elecciones presidenciales de 2022, cuando se involucró en la campaña de Lula. Durante semanas se arremangó para desmentir las fake news del bolsonarismo. Mucha gente del entorno Lula reconoce que su colaboración fue una de las claves de la ajustada victoria contra Jair Bolsonaro.

En realidad, Felipe Neto empezó su carrera en las antípodas de la política: haciendo programas de comedia en Internet y en el mundo empresarial. De hecho, creció odiando a la izquierda. Hacía chistes contra el mundo gay y despedazaba a la entonces presidenta Dilma Rousseff con vídeos agresivos. La operación Lava Jato que acabó encarcelando ilegalmente a Lula fue un punto de inflexión. Neto emprendió un viaje paulatino de la “extrema derecha” [palabras textuales] a la izquierda. 

Felipe Neto acaba de lanzar el ensayo Como enfrentar o ódio (Companhia das Letras), unas memorias personales con sabor a decálogo para acabar con la ultraderecha. El influencer y autor, que apenas da entrevistas y continúa protegido por un fuerte esquema de seguridad, accedió a responder las preguntas de ElDiario.es con mensajes de audio.

En 2022, la izquierda, con ayuda de influencers como usted, mantuvo el tipo en las redes. Cuando parecía que el bolsonarismo estaba en horas bajas, ha aparecido una nueva extrema derecha: el antiguo coach Pablo Marçal, gran sorpresa de las elecciones municipales, hereda el discurso de odio del bolsonarismo, sus virulentas fake news contra sus rivales, pero actualizando sus estrategias digitales ¿Como explica el fenómeno Marçal?, ¿en qué se diferencia del bolsonarismo?

El fenómeno Marçal es fruto de la impunidad ¿Por qué se atreve a cometer todos los crímenes que cometió contra sus adversarios? Porque vio que Bolsonaro y sus hijos continúan sueltos. No ocurrió nada contra los articuladores del Gabinete do Ódio. Cuando tienes a alguien que entiende cómo funciona la dinámica digital del odio y no tiene nada que perder, surge un Pablo Marçal. Jamás habría aparecido si Bolsonaro hubiera pagado por sus crímenes. Y surgirá un nuevo Pablo Marçal si no se le castiga. Necesitamos decisiones más contundentes contra los crímenes que cometen para que la extrema derecha vuelva a tener miedo a hablar.

La izquierda está teniendo dificultades para dialogar con el “votante de Marçal”, con una parte de la población de baja renta que se considera emprendedora y compra la idea de la meritocracia. La mayoría de esas personas no son emprendedores de start ups. Por el contrario, son pobres que intentan mejorar usando redes sociales. En muchos casos, tienen trabajos bien analógicos (vendedores de comida, peluqueros...). ¿Cómo dialogar con ellos?

Existe una desconexión entre la izquierda y la clase trabajadora que se ve como posible empresario. Los menos favorecidos se cansaron de esperar a que se haga algo por ellos. Empezaron a comprar el discurso meritocrático y a creer que van a volverse los dueños de los medios de producción. Es la zanahoria colocada frente al caballo. La extrema derecha aprendió a manipular esa zanahoria.

A través de la fe y del emprendimiento convence a esa clase trabajadora de que el éxito solo depende de ella y que la izquierda quiere impedir que sea rica. Y la izquierda, en lugar de intentar dialogar con ese público, comienza a ser muy identitaria y a criticar a los emprendedores. Esa clase trabajadora se coloca del lado de la extrema derecha por una ilusión meritocrática. El diálogo necesita ser establecido. 

En el libro Como enfrentar o ódio, usted explica que creció rodeado de odio contra la izquierda. Se sentía con “talento” y “frustrado”. Un trecho del libro: “Todo lo que leía o veía reforzaba lo que yo ya sabía: la izquierda es la villana, la derecha es la heroína”. Llegó a ser, en sus propias palabras, alguien de extrema derecha. ¿Cómo fue el proceso?

Es muy difícil que alguien se defina de extrema derecha cuando forma parte de ella. Detrás hay un lavado cerebral, culto a la personalidad, manipulación de la fe, un sentimiento de dar sentido a la vida a través de la patria. Cuando estás tomado por esos sentimientos difícilmente vas a considerarte de extrema derecha. Vas a pensar que estás en la lucha y que eres un representante de una derecha moderada.

Yo nunca fui exactamente una persona con esos atributos, pero apoyaba a la extrema derecha sin saberlo. Solo después comencé a entender lo que estaba pasando en Brasil y el mundo. Dije, mira, “durante todo ese tiempo me comporté como si fuera de extrema derecha”. Empecé a darme cuenta tras los escándalos de la operación Lava Jato, que fue una operación política para apartar a Lula de la campaña presidencial en 2018. Entonces me di cuenta de mis errores del pasado y dije, necesito enfrentar a la extrema derecha. 

En el libro cuenta cómo le impactó una entrevista de CQC (Caiga quien caiga) a Jair Bolsonaro en 2011. Luego muchos otros programas de televisión le dieron voz ¿Cuál es la responsabilidad de los grandes medios en la normalización de los discursos de odio?

Si una empresa de telecomunicación da voz a alguien con discursos antidemocráticos, fascistas o neonazis debería ser obligatorio refutar lo que está diciendo. Porque si no lo refutas corres el riesgo de acabar envenenando a la sociedad, haciéndola creer que esos discursos son válidos.

CQC fue extremamente irresponsable al dar voz a Jair Bolsonaro porque lo único que hacía (el entrevistador) tras sus declaraciones criminales era reírse. Tenemos que dejar de considerarlo algo gracioso y entender la gravedad que significa dar un megáfono a un intolerante que pregona la muerte. 

Durante el Gobierno de Lula usted se convierte en opositor, pero en la campaña de 2022 se involucra de lleno en la campaña ¿Cómo fue ese tránsito?

Yo ya defendía los valores de las minorías, de la lucha feminista, el aborto... Pero todavía me nutría de un odio muy grande contra el Partido de los Trabajadores (PT), contra Lula y Dilma (Rousseff). Fue un proceso de deconstrucción lento y necesario para mi aprendizaje. Es una lección para que mucha gente vea que es posible. Una vez que entiendes un poco más cómo funciona la sociedad, no puedes volver a ser antiizquierdista.

En el libro explica que en su encuentro con Lula durante la campaña de 2022 estaba presente la expresidenta Dilma Rousseff, contra quien usted había sido muy duro y crítico. De repente, usted le pidió perdón ¿Es importante reconocer que en algún momento fuimos parte del odio? 

Excelente pregunta, porque mucha gente no entona el mea culpa y no entiende que contribuyó a la ascensión del odio. Es importante reconocer que estábamos en el lado equivocado, porque solo a partir de ahí comenzamos un proceso de transformación real.

Es necesario colocar el dedo en la propia herida para avanzar. La población brasileña fue manipulada para odiar, manipulada por los grandes medios, por los empresarios, pero no da para eximirse totalmente de la culpa. Soy un gran defensor de la prensa, pero no podemos permitir que controle lo que pensamos. Hay que oír voces diferentes, consultar diversas fuentes. No permitas que un medio controle lo que piensas: cuestiona, investiga, enfréntalos.

Un capítulo del libro se titula O caos das fake news. Durante la campaña de 2022 te dedicaste a desmentir fake news contra Lula. Usted defiende la regulación del contenido de las plataformas ¿Es la solución?

No tenemos cómo enfrentar las fake news, la desinformación creada intencionadamente, sin legislación. Las plataformas deberían tener una parte de la responsabilidad y moderar el contenido. El sistema judicial también debería ser instruido para reaccionar con celeridad. Esto no va a ocurrir por voluntad propia de las plataformas, entonces, se necesita la fuerza de la ley.

Las grandes plataformas invierten mucho dinero para influir en la política e intentar impedir que exista regulación. Estamos viendo el resultado de todo eso en el índice de suicidios, en el ascenso de una extrema derecha hostil, odiosa, criminal y violenta, en la radicalización, en la busca incesante de teorías de la conspiración para dar sentido a la existencia. El resultado es la amenaza del propio proceso democrático. Es urgente que alguien dentro del sistema legislativo abrace esa batalla.

Afirma que las redes sociales se basan en la “viralización por el odio”. Cuanto más odio y polémica, más se viraliza el contenido. Y las plataformas se lucran con ello ¿Cómo salir de la espiral del odio que genera lucro?

Las plataformas atienden primero al lucro, después a otros factores, como el poder, la influencia... solo al final del todo se preocupan por la ética. Es imposible subvertir esa lógica sin el poder de la ley, porque en una sociedad liberal, el lucro determina lo que es privado. Mientras el sistema sea así, tenemos que seguir enfrentándolo. Solo la ley puede colocar la ética en lo alto de la pirámide y acabar con la espiral de odio que genera lucro. Estoy hablando de regulación, de transparencia de los algoritmos, de responsabilización de las redes en casos de destrucción de reputación, de exigir moderación utilizando el sentido común y la ética... 

En el libro usted propone un “pacto civilizatorio” para acabar con la extrema derecha en el mundo ¿En qué consiste?

No creo que deba ser un plan orquestado. Debe surgir de manera orgánica uniendo a todos aquellos que defienden los valores básicos de los derechos humanos. Desafortunadamente, a día de hoy no somos mayoría. Asusta, ¿no? La extrema derecha, negando los derechos humanos, trayendo soluciones simples para problemas complejos, vende sueños irrealizables. Y así cooptó a una parte muy grande de la población.

Es necesaria la unión entre izquierda, centro y derecha porque si no, la extrema derecha va a ocupar todo. En Brasil, la derecha fue aniquilada, no existe más. No tiene a ningún líder que represente a la derecha moderada, aquella derecha que participaba en un debate civilizado sobre política, economía... Necesitamos juntar lo que sobró de ella y unirla a la izquierda y al centro para poder enfrentar esa ascensión neofacista. Para resistir a la extrema derecha necesitamos a diversos sectores de la sociedad: la prensa, los tribunales defendiendo la Constitución y las leyes, los influencers, los artistas... Si no, será imposible. 

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