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La filial centroasiática del ISIS, principal amenaza yihadista para Europa y los Juegos de París

Vista de la Torre Eiffel, en París.

Ana Garralda

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Cuando la rama afgana del Estado Islámico (EI) –ISIS-K, por sus siglas en inglés– se atribuyó en marzo la autoría del ataque contra la sala de conciertos de los suburbios de Moscú –que dejó más de 140 muertos– los directores de las agencias de seguridad europeas confirmaban lo que sus homólogos rusos y norteamericanos ya sabían: la filial del EI ya no solo tenía capacidad para actuar en el Gran Jorasán (antigua demarcación que comprendía los territorios de los actuales Afganistán, Turkmenistán, Uzbekistán o Irán), sino que había desarrollado capacidades para poder atentar en Rusia y potencialmente, otra vez, en Europa.

“La amenaza de origen yihadista sigue constituyendo en materia de contraterrorismo la prioridad número uno para las agencias de seguridad y de inteligencia occidentales, especialmente de cara a los Juegos Olímpicos de París”, asegura a elDiario.es Joanna Araújo Lopes, especialista en terrorismo internacional del Instituto Portugués de Relaciones Internacionales (IPRI/NOVA). “Sin duda, la organización más monitorizada es ISIS-K, también alguna de las franquicias locales de Al Qaeda y en tercer lugar organizaciones de extrema derecha que utilizan una retórica xenófoba y racista contra los inmigrantes”, añade.

Desde el pasado 25 de marzo el Gobierno francés ha elevado el nivel de alerta antiterrorista a su cota máxima de “emergencia ante ataque inminente”, después de que el presidente de la República, Emmanuel Macron, confirmara que sus servicios de seguridad habían neutralizado varios ataques terroristas tras el macroatentado perpetrado contra el auditorio en las afueras de Moscú. 

“Tanto Al Qaeda como ISIS continúan activos en Afganistán y Pakistán, pero pensamos que también tienen capacidad para atentar en Europa”, elabora Araújo, quien insiste en que la amenaza de atentado contra los Juegos Olímpicos podría ser inminente. De hecho, además del miedo a los llamados lobos solitarios, predomina el temor al uso de drones comerciales dotados con artefactos explosivos por parte de las organizaciones yihadistas. 

Para neutralizarlos, el Gobierno francés ha adquirido varias unidades del sistema antidrones británico Skywall Patrol, supuestamente capaz de eliminar su amenaza. “El problema con los drones no es solo la carga explosiva que contengan”, explica en conversación telefónica desde Berlín Hans-Jacob Schindler, director del Proyecto Contra el Extremismo y antiguo responsable del Equipo de Vigilancia de las Sanciones contra el Estado Islámico, Al Qaeda y los talibanes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, “sino el pánico que pueden provocar en grandes multitudes. Esa es una cuestión importantísima”, señala el investigador. 

Francia, en el punto de mira

Según el último número de la revista The Sentinel para estudios de contraterrorismo de la Academia militar de West Point, los yihadistas conceptúan a Francia como un enemigo principal dada su historia colonial (Argelia, el Sahel), sus recientes campañas militares (en África subsahariana, Siria y Libia), la prohibición del uso del velo integral en espacios públicos o, recientemente, la ilegalización de manifestaciones en protesta por la ofensiva israelí contra la Franja de Gaza.

El pasado mes de abril, la Policía Nacional detuvo a un ciudadano de origen malayo y religión musulmana en la localidad de Gennevilliers después de que violara y amenazara de muerte a una mujer judía para “vengar a Palestina”. También, en marzo otro sospechoso con antecedentes penales fue detenido por agredir premeditadamente a un ciudadano judío de 62 años. Según las estadísticas del ministerio del Interior francés el número de incidentes antisemitas en Francia se cuadriplicó desde 436 en 2022 hasta 1.676 en 2023.

Previamente, en diciembre del pasado año, un ciudadano musulmán armado con un cuchillo y un martillo mató aleatoriamente a un turista alemán e hirió a otros 2 viandantes junto a la Torre Eifell, siendo luego inmovilizado con una pistola táser, arrestado y procesado judicialmente. El detenido en cuestión había grabado con anterioridad un vídeo en el que juraba obediencia al Estado Islámico y que difundió en las redes sociales. Se encontraba en una lista de radicales monitorizados por la Policía tras otro ataque perpetrado en 2016, que le supuso una condena a 4 años de privación de libertad.

Entre otros antecedentes recientes, en 2015 una célula de los conocidos como “combatientes terroristas extranjeros” (esto es, aquellos que adquirieron conocimientos militares haciendo la Yihad en terceros países como Siria, Yemen o Irak) atacaron la redacción de la revista satírica Charlie Hebdo, matando a 12 periodistas. Ese mismo año, otros ocho terroristas islamistas atacaron un estadio de fútbol donde Francia jugaba un partido amistoso contra Alemania, así como varios restaurantes y la emblemática sala de conciertos Bataclán, en cuyo interior fueron asesinadas más de 130 personas. Igualmente en 2016 un islamista de origen tunecino arrolló con su camión a decenas de viandantes en el paseo marítimo de Niza, matando a cerca de otro centenar. “Estos lobos solitarios son un riesgo importantísimo”, comenta Hans-Jacob Schindler. “Atacar en Europa sigue siendo algo enormemente difícil, por eso estas organizaciones lanzan sus llamados esperando radicalizar a posibles simpatizantes con su propaganda para que realicen el ataque por ellos. El problema es que un día puedan tener éxito”, advierte. 

En este sentido y, según una investigación realizada por Joanna Araújo Lopes, del Instituto Portugués de Relaciones Internacionales, desde 2006 hasta 2020 “los Estados europeos frustraron al menos 52 ataques yihadistas, siendo el año 2018 el de mayor fracaso (con 16 ataques no frustrados), seguidos de 2019 (14) y de 2017 (11). ”Tenga en cuenta que sólo en 2017 la Unión Europea sufrió cuatro atentados yihadistas mortales, tres en el Reino Unido (Londres y Manchester) y uno en España (Barcelona/Cambrils)“, apunta Araújo.

Retirada desastrosa en 2021

Los analistas internacionales coinciden en señalar  que tanto ISIS como Al Qaeda se han beneficiado del vacío de poder en Asia Central dejado tras la retirada unilateral e improvisada por parte de EEUU y sus aliados (entre ellos España) en septiembre de 2021. Tras 20 años de ocupación y tutela, el país se encuentra hoy peor en todos los ámbitos –político, económico, humanitario, energético, sanitario, educacional– lo que, según los especialistas en contraterrorismo, ha venido a poner en evidencia dicho legado occidental.

“La retirada fue realmente desastrosa, pues entregó las llaves del país a los talibanes, que establecieron una alianza con Al Qaeda”, confesaba el excoordinador de Política Contraterrorista del Departamento de Estado de los EEUU Nathan Sales durante una reciente entrevista en el diario estadounidense The Washington Times. En su opinión, dicha alianza es incompatible con el Estado Islámico, del cual los talibanes son aparentemente enemigos – en la práctica apenas les detienen –, lo que no es óbice para que su filial de la Provincia del Jurasán haya logrado arraigarse en el país.

“Los cuatro puntos calientes del terrorismo de origen islamista son el tándem Afganistán-Pakistán, la República Islámica de Irán a modo de principal patrocinador del terrorismo, algunos países de África occidental y otros del Sahel” aseguraba Sales, muy crítico con las prioridades de seguridad nacional y política exterior establecidas por la actual administración Biden –y que ya promovió Barack Obama–, dirigidas a la salida de Estados Unidos de Oriente Medio y Próximo para centrarse en la región Asia-Pacífico, especialmente en el gigante chino. “Es el el único país que puede competir con nosotros a escala diplomática, tecnológica y militar”, afirmaba el diplomático.

En este contexto, “para la actual administración estadounidense, China es la prioridad número uno, la dos y la tres”, dice Hans-Jacob Schindler. “Ya no ven el terrorismo internacional como su principal amenaza. Primero, porque desde el 11S han incrementado significativamente sus medidas de seguridad, pero sobre todo porque en los últimos años apenas han tenido atentados significativos en su territorio”, continúa. 

Doctrina del mal menor

Bajo ese paraguas, el actual presidente norteamericano, Joe Biden, parece haber optado por la doctrina del mal menor e incluso estar dispuesto a establecer una alianza con los talibanes para combatir al Estado Islámico del Gran Jorasán, supuesto enemigo común, tal y como hizo su predecesor, George W. Bush, tras el 11 de septiembre de 2001, acercándose a enemigos declarados de EEUU como Siria o Irán para combatir a Al Qaeda. Este potencial acercamiento a los talibanes –a quienes EE.UU, la OTAN y sus aliados combatieron durante 20 años– se ha convertido en un factor de polarización en el Congreso estadounidense, en donde cuentan con sus defensores, pero también con numerosos detractores.

De hecho, desde su retirada en 2021, Estados Unidos todavía no cuenta con una Embajada en Kabul, sino que conduce sus relaciones con el régimen Talibán desde su legación diplomática en Doha (Catar). Mientras que hay diputados y senadores que piensan que la cooperación en el ámbito de inteligencia y lucha contra el terrorismo justificaría blanquear algunas de las violaciones de Derechos Humanos del grupo extremista –especialmente las relacionadas con derechos de las mujeres y niñas– otros congresistas de The Hill creen que el beneficio sería marginal.

En este marco de polarización un grupo de alto nivel formado por diplomáticos, académicos y militares ha realizado un minucioso estudio en el que argumentan que los beneficios para la Realpolitik de EE.UU sí serían claramente superiores a los perjuicios. De hecho, a la administración Biden no le ha templado el pulso a lo hora de ordenar neutralizar a líderes yihadistas como Ayman Al Zawahiri (sucesor de Osama Bin Laden como líder de Al Qaeda, asesinado en Kabul en julio de 2022), Bilal Al Sudani (dirigente de la estructura global del Estado Islámico, asesinado en enero de 2023 en el norte de Somalia), y Abdul Nasser Qardash (destinado a suceder a Abu Baker Al Bagdadi como líder de ISIS, capturado en Irak en 2020 y desaparecido desde entonces).

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