El fin de semana que cambió la historia de Bolivia
- Un golpe militar ha puesto punto final al Gobierno del primer presidente indígena de América Latina, pero hasta llegar a la caída de Morales el domingo hay mucho camino previo
“¿Y ahora qué?”, le pregunta en un acento que se nota extranjero un turista portugués a David, dueño de un hostal del centro de La Paz. La pregunta va con un gesto que señala a la televisión que habla de la renuncia de Evo Morales como presidente del país después de 13 años de gobierno. Las imágenes de la televisión muestran a gente con la bandera boliviana celebrando, dándose abrazos, lanzando besos al aire y gritando “sí se pudo”. Es lunes por la mañana y el país todavía está en shock sin saber muy bien qué responder. Es lo que tienen los fines de semana en los que pasa todo. O casi todo.
El domingo, un golpe militar puso punto final al Gobierno del primer presidente indígena de América Latina. “Estoy renunciando para que mis hermanos y hermanas no sigan hostigados, perseguidos y amenazados; lamento este golpe cívico”, dirá en una comparecencia Evo Morales. Pero hasta llegar a las 16.51 de la tarde en la que el que fuera sindicalista cocalero apareciera en las televisiones bolivianas diciendo que se iba por culpa de un golpe de Estado hay mucho camino previo.
El 20 de octubre Bolivia celebró la primera vuelta de las elecciones. Evo Morales se presentó con la intención de conseguir un cuarto mandato consecutivo. Atrás quedaba el referéndum que había perdido en 2016 negándole la reelección. La Carta Americana de Derechos Humanos había sido su tabla de salvación avalada por el Tribunal Supremo Electoral y el Tribunal Constitucional porque “es un derecho humano participar en una elección democrática”. Aquella noche, con el 84% escrutado se para el conteo. Morales es el más votado, pero al no superar los 10 puntos de diferencia con el segundo, Carlos Mesa, ni llegar al 50%, tendrá que ir a una segunda vuelta en diciembre. La oposición se convierte en favorita en caso de unirse.
Morales avisa que todavía queda el voto rural y exterior, que tarda más en contabilizarse y suele inclinarse en gran mayoría hacia el entonces presidente. Al día siguiente se reanuda el recuento. La distancia aumenta hasta los 10 puntos. Dos días después, con el 99% escrutado, el Tribunal Supremo Electoral da la victoria a Evo Morales por 10’5 puntos siendo el voto exterior clave. La oposición denuncia fraude y exige una segunda vuelta. Con esa exigencia salen a las calles. Por su parte, la Organización de Estados Americanos pide realizar una auditoría que el Gobierno acepta y la oposición rechaza.
Las protestas crecen en intensidad y de exigir la segunda vuelta se pasa a pedir la renuncia de Evo Morales. Los comités cívicos asumen el protagonismo en detrimento de Carlos Mesa. El nombre de Luis Fernando Camacho comienza a destacar por encima del resto. Es el presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, forma parte de la burguesía cruceña que se ha mostrado siempre beligerante con Morales, tiene un discurso duro contra Evo Morales al que no duda de tildar de dictador en cada una de sus intervenciones y no para de hacer referencias a la Biblia, a Dios y a Cristo. Su perfil, por lo tanto, pese a ser más joven que Mesa es mucho más conservador. Era la victoria de los halcones sobre las palomas.
La tensión se hace cada vez menos manejable. Las protestas dejan tres manifestantes muertos y varios enfrentamientos entre seguidores de la oposición y del gobierno socialista. Se amenaza a los dirigentes políticos de los dos bandos, se bloquean carreteras, se cortan calles y los paros en ciudades como Santa Cruz o Potosí toman más fuerza. Los choques entre los pro, los contra y la policía se vuelven cada vez más frecuentes. Quedan imágenes como la humillación a una alcaldesa del MAS a la que cortaron el pelo, le tiraron pintura roja y le hicieron caminar descalza pidiendo perdón.
El viernes los acontecimientos toman un nuevo impulso. La policía comienza un motín en siete de los nueve departamentos del país exigiendo mejoras laborales y reclamando la renuncia de Evo Morales. El sábado se une la policía de La Paz. Morales, que ya denunciaba un intento de golpe de Estado, propone una mesa de diálogo con toda la oposición. La rechazan. Ofrecen a los policías negociar las reivindicaciones laborales. La rechazan. El país se va a dormir con tensión y enfrentamientos entre seguidores opositores que van hacia La Paz y campesinos y mineros que quieren bloquearles el paso.
El domingo la primera noticia es el informe de la Organización de Estados Americanos. Es un informe preliminar que adelantan debido a la tensión del país. En él se señala que en las elecciones de octubre hubo “contundentes” irregularidades. Minutos después, Evo Morales comparece y convoca elecciones y pide un acuerdo para una renovación total de los órganos electorales. La oposición más moderada le pide que no se presente. El ala dura pide la renuncia inmediata del presidente y del vicepresidente, la renovación del Tribunal Supremo Electoral, la renuncia de todos los cargos del Senado y el Congreso y la composición de un “gobierno de notables” hasta la convocatoria de unas próximas elecciones “en un plazo no mayor de 60 días”.
La auditoría de la OEA, que para la oposición era en un principio una jugada de Morales, se convierte en la mejor munición de la oposición. “Hasta que no renuncie no nos vamos”, dicen los jóvenes en las barricadas en torno a la Plaza Murillo. Y como una gota malaya comienzan a llegar las peticiones de renuncia.Se une la Central Obrera, aliada de Evo. Comienzan también las dimisiones de dirigentes del MAS, pidiendo la pacificación, y denunciando acoso, amenazas, ataques a las familias…
Y llega la petición que rompe la baraja: el comandante jefe de las Fuerzas Armadas, Williams Kaliman, pide la renuncia de Evo Morales. El Ejército, ese gran aliado durante los 13 años de proceso de cambio, le daba la espalda al presidente. Sin policía, sin ejército, con bloqueos, amenazas hacia sus dirigentes y la oposición en las calles. Parece que no hay salida posible para el gobierno con Evo. Por eso comparece y anuncia su renuncia. Junto a él su vicepresidente durante 13 años, Álvaro García Linera, quien también renuncia diciendo que “el golpe de Estado ha triunfado”.
Morales acepta la oferta de México
Morales, en un primer momento, anunció que se iría al Chapare, en Cochabamba, en el trópico boliviano, a trabajar con las bases donde comenzó como sindicalista. Sin embargo, ayer aceptó la oferta de asilo político que le había ofrecido el presidente del país norteamericano, el izquierdista López Obrador. El canciller de este país, Marcelo Ebrard, indicó en rueda de prensa que México “ha decidido conceder asilo por razones humanitarias” a Morales “en virtud de la urgencia que afronta en Bolivia donde su vida e integridad corren peligro”. Asimismo, reclamó garantías de vida para el expresidente. México ha aceptado también dar asilo político a más de 20 funcionarios de los gobiernos socialistas.
Sí que hay detenciones, pero no contra el gobierno socialista sino contra los máximos representantes del Tribunal Supremo Electoral. Mientras tanto, las calles se llenan de banderas de Bolivia, abrazos y besos por parte de los manifestantes opositores. La noche trae la tensión de quienes sienten que han sufrido un golpe de Estado. Los seguidores de Morales salen en algunos puntos como El Alto y sus protestas acaban en incidentes como quema de autobuses y saqueos.
Por la noche se ataca la casa de Evo Morales y se quema la de su hermana. La pacificación que pedía el presidente en su renuncia no se acaba de dar. El lunes la policía levantó el motín y tuvo que pedir ayuda al ejército para contener las protestas de los seguidores de Morales en el centro de La Paz.
Todo ello ocurre en un país donde el vacío de poder se ha instalado. Con el presidente dimitido el papel debería ser para su vicepresidente, quien también ha renunciado. El testigo llega a las presidencias del Senado y del Congreso. La primera dimite minutos después que el que fuera líder del MAS mientras que el segundo había dimitido horas antes pidiendo, además, que liberasen a su hermano que las fuerzas opositoras tenían como rehén.
La vicepresidenta segunda del Senado, la opositora Jeanine Áñez, reclama la presidencia del Senado y por ende la del país. Este movimiento todavía no se ha confirmado puesto que falta que la Asamblea Legislativa dé su visto bueno a la renuncia de los máximos representantes. Tanto en el Senado como en el Congreso la mayoría es del MAS (todavía imperan los resultados de 2014) y no se sabe cuál será su posición. El futuro es incierto. Todo apunta a unas nuevas elecciones sin Evo Morales. Hasta entonces hacen falta una serie de acuerdos, desde un presidente que las convoque hasta reformar la ley para acelerar los plazos.
Bolivia se puede hacer la pregunta de aquel turista portugués que miraba la televisión sin entender qué iba a pasar. Un ojo ha de ponerse en los acuerdos parlamentarios y en las decisiones del poder judicial y su interpretación de la ley. Otro en las calles donde la tensión sigue. Las barricadas opositoras dicen que no se irán hasta que pasen 48 horas de un gobierno de transición y los militantes masistas no quieren regalar el poder sin mostrar su músculo social. “No sé”, responde David. Es la única respuesta posible.