Nunca el camino hacia la mayoría absoluta estuvo tan plagado de fracasos. El Partido Conservador británico acumula 6 años de pesadilla política desde que en 2013, un ingenuo David Cameron anunciara el referéndum del Brexit pensando que la permanencia en la UE se impondría, pero que la votación conseguiría acallar las voces disidentes de euroescépticos dentro del partido y unir a una formación partida en dos. Absolutamente nada salió como él esperaba: el Brexit ganó, él dimitió y el partido se dividió todavía más.
Boris Johnson se convirtió en primer ministro el pasado 24 de julio tras la dimisión de Theresa May, destrozada y desesperada por el caos de un proceso de Brexit bloqueado. Con el partido convulsionando, Johnson llegó al poder prometiendo que garantizaría la salida de la UE el 31 de octubre. Era cuestión de “vida o muerte”, decía. El primer ministro tenía tan solo tres meses de margen y se chocó con el muro de la realidad nada más empezar.
El Parlamento había hecho la vida imposible a Theresa May y Johnson, que seguía sin tener mayoría para ejecutar sus planes, lo sabía. Por eso, tan solo un mes después de asumir el cargo, decidió suspender el Parlamento hasta mediados de octubre –una medida declarada ilegal por el Tribunal Supremo–. El primer ministro pretendía dejar así sin tiempo a los diputados para aprobar cualquier tipo de legislación que bloquease una salida sin acuerdo el 31 de octubre mientras él negociaba con la UE un nuevo acuerdo de salida diferente al de su predecesora.
Su plan nació muerto. Los parlamentarios se adelantaron al cierre y tramitaron de emergencia una ley que obligaba a Johnson a pedir a la UE una tercera prórroga si la Cámara no había aprobado el nuevo acuerdo el 19 de octubre –May tuvo que pedir dos prórrogas–. Enfadado, Johnson pide convocar elecciones anticipadas, pero no consigue la mayoría de dos tercios necesaria. Una semana después vuelve a intentarlo, pero tampoco consigue los votos requeridos. La Cámara de los Comunes acababa de tumbar su Plan A y su Plan B.
El 17 de octubre, Reino Unido y la UE llegan a un nuevo acuerdo para el Brexit. Dos días después, con el objetivo de cumplir los plazos impuestos por el Parlamento para no tener que pedir la tercera prórroga, el primer ministro convoca a la Cámara un sábado para que dé el visto bueno al nuevo texto negociado. Desde la Segunda Guerra Mundial, el Parlamento británico solo se ha reunido cuatro veces un sábado. La última, el 3 de abril de 1982, cuando Argentina invadió las Malvinas.
Entonces llega un nuevo mazazo. El Parlamento decide no pronunciarse sobre el acuerdo hasta que se apruebe toda la legislación necesaria para convertir dicho acuerdo en legislación británica. Traducción: Johnson no cumple el plazo del 19 de octubre establecido por ley y se ve obligado ese mismo día a pedir una tercera prórroga. “Preferiría estar muerto en una zanja”, dijo.
El primer ministro no se rinde y propone una agenda exprés para aprobar toda la legislación necesaria para el Brexit en tan solo tres días y poder salir de la UE el 31 de octubre, pero una vez más, la Cámara de los Comunes vuelve a rechazar su plan de plazos.
Una vez más, la única alternativa de Johnson ante el bloqueo parlamentario es volver a pedir elecciones y buscar una mayoría absoluta que le permita actuar. En su primer intento, el primer ministro vuelve a quedarse corto y no reúne el apoyo de dos tercios de la Cámara de los Comunes. Un día después, Johnson lo vuelve a intentar y finalmente consigue los votos necesarios. Esta fue su única victoria en el Parlamento en sus tres primeros meses como primer ministro, pero tal y como reflejan los resultados electorales, ha merecido la pena.
La rebelión interna que acabó con May
La conservadora Theresa May se convirtió en primera ministra en julio de 2016 tras la dimisión de Cameron, que convocó el referéndum, pero acabo haciendo campaña por la permanencia. May, que también había votado a favor de permanecer en la UE, sería la encargada de sacar a Reino Unido del bloque comunitario. No empezaba bien.
Menos de un año después llega su primer gran error. May decide convocar elecciones anticipadas para fortalecer su posición negociadora a pesar de que tenía mayoría absoluta. “Con un Parlamento dividido no podemos afrontar las negociaciones con la UE”, señaló. “Los laboristas han amenazado con votar contra el acuerdo final que alcancemos”, añadió sin saber que sería su propio partido el que bloquearía el texto. Además, May perdió 13 escaños y, con ellos, la mayoría absoluta.
En noviembre de 2018 May alcanza un acuerdo de salida con la UE. Un día antes de su votación en el Parlamento, el 10 de diciembre, la primera ministra aplaza la sesión porque la derrota iba a ser estrepitosa. El 12 de diciembre, sus colegas de partido presentan una cuestión de confianza contra ella. May sobrevive.
En enero se celebra finalmente la primera votación del acuerdo, que es rechazado con la peor derrota de un Gobierno británico desde los años 20 (432-202). Buena parte del Partido Conservador vota en su contra. Tan solo un día después, May supera por 19 votos una moción de censura en el Parlamento. El acuerdo será rechazado en otras dos ocasiones en los meses siguientes, incluso a pesar de que la primera ministra ofrece su cabeza si los conservadores rebeldes votan a favor del texto. Ni con esas.
May se rinde y dimite entre lágrimas: “He hecho todo lo que he podido para convencer a los miembros del Parlamento”. Durante su breve mandato, May vivió 21 dimisiones en su Gobierno.
Cuando Cameron propuso el referéndum en 2013 gobernaba en minoría con el Partido Liberal Demócrata. Su líder, Nick Clegg, le preguntó por los motivos para convocar una votación tan arriesgada: “¿Qué más puedo hacer? Mis diputados son increíblemente euroescépticos y tengo al UKIP respirándome en el cuello”, contestó.
El Brexit, lanzado inicialmente como un farol de Cameron con el único objetivo de unir a un Partido Conservador dividido, acabó reventando las costuras de la formación y sumiéndola en una grave crisis.
Sin embargo, seis años después, es el mismo Brexit y la desesperación de los votantes ante el bloqueo parlamentario el que ha entregado todo el poder de una mayoría absoluta a Boris Johnson y ha castigado a los laboristas con sus peores resultados en más de 30 años. Johson podrá ahora reunificar el partido y tendrá vía libre para ejecutar sus planes de salida de la UE.