Francia se encuentra en territorio desconocido. Nunca antes, desde la Segunda Guerra Mundial, estuvo tan cerca la extrema derecha de llegar al Gobierno. Pero tampoco en el pasado los bloques electorales se habían quedado tan lejos de la mayoría absoluta, lo cual abre un periodo incierto de negociaciones para elegir un primer ministro que pueda contar con una mayoría parlamentaria suficiente para gobernar.
Y eso no parece que vaya a ser ni sencillo ni rápido. Macron dijo el domingo por la noche que va a tomarse su tiempo, para que se estructure la nueva Asamblea Nacional, antes de decidir sobre el Gobierno que se pueda constituir.
¿Para cuándo el nuevo gobierno?
Una de las pocas certezas es que, como marca la tradición, Attal ha presentado su dimisión a Macron este lunes y que, según informan los medios franceses, Macron ha pedido a Attal que siga siendo el jefe del Ejecutivo “por el momento” para “garantizar la estabilidad del país”.
Attal ya anticipó este domingo que podría seguir en el cargo mientras se forma un nuevo gobierno. “Nuestro país vive una situación política sin precedentes y se prepara para recibir al mundo dentro de unas semanas. Por supuesto, cumpliré con mis obligaciones”, dijo, con la mirada puesta en el inicio de los Juegos Olímpicos.
No hay un calendario claro que establezca cuándo debe nombrar Macron a un primer ministro y, según los expertos franceses, la Constitución no impone ningún plazo para ello. Attal permanecerá en Matignon hasta que el jefe del Estado nombre a su sucesor.
¿Y ahora qué?
El nombramiento del primer ministro es una prerrogativa exclusiva del presidente de la República y la Constitución francesa de 1958 no establece límites sobre a quién puede designar para el puesto. No obstante, bajo el actual sistema, el primer ministro siempre ha sido una figura de la mayoría parlamentaria en la Asamblea. De entrada, por una razón práctica: la cámara tiene la capacidad de forzar la dimisión del primer ministro mediante una moción de censura, si ésta recibe el voto de una mayoría absoluta de los diputados. Puede darse la circunstancia de que la persona designada por el presidente decline la nominación, en cuyo caso el jefe de Estado debe encontrar una alternativa.
¿Cohabitación?
Macron se enfrenta a la perspectiva de tener que nombrar a una figura del Nuevo Frente Popular, en un acuerdo conocido como “cohabitación”, como se denomina a la convivencia con un primer ministro de un color político distinto al del presidente.
Bajo el actual sistema político, Francia ha vivido tres cohabitaciones: la primera tuvo lugar de 1986 a 1988, cuando el socialista François Mitterrand nombró primer ministro al conservador Jacques Chirac; la segunda durante el segundo mandato de Mitterrand con el también conservador Édouard Balladur, de 1993 a 1995; y una más larga con Chirac como presidente y el socialista Lionel Jospin como jefe de Gobierno de 1997 a 2002.
¿Quién tiene el poder en caso de cohabitación?
En todo lo relativo a la política interior, el poder está claramente en manos del primer ministro y de la Asamblea. El presidente queda relegado entonces a un papel secundario; puede negarse a firmar ciertas decisiones del Ejecutivo, pero su capacidad de bloqueo es limitada: por ejemplo, en la primera cohabitación, Mitterrand se negó a firmar los decretos elaborados por el Gobierno para la privatización de algunas empresas públicas, ante lo que el Ejecutivo buscó una alternativa legislativa y las aprobó en la Asamblea mediante un proyecto de ley.
Y aunque en Francia se suele decir que la política exterior y la defensa son “ámbitos reservados” del presidente, la Constitución no es tan clara. El jefe de Estado es también chef des armées y es la única persona con capacidad para decidir sobre el empleo de armas nucleares, pero lo cierto es que Gobierno y Parlamento tienen el control del presupuesto y de la organización de la defensa nacional. A efectos prácticos, el Ejecutivo podría oponerse al envío de material militar o soldados a otros países, aunque así lo solicite el presidente.
¿Quién decide el Gobierno en Francia?
El presidente de la República nombra a los ministros a propuesta del jefe del Ejecutivo. Es, por tanto, el primer ministro quien decide la composición de su gobierno. En caso de cohabitación, hay precedentes en los que un presidente se ha negado a nombrar la primera elección del primer ministro para ciertas carteras relacionadas con diplomacia y defensa. Tradicionalmente esos puestos exigen un candidato de consenso, porque una falta de acuerdo podría desembocar en un bloqueo institucional.
Una posibilidad evocada en algunos medios sería la de un gobierno de unidad nacional, en caso de un Parlamento muy dividido, situación inédita en Francia bajo el actual sistema. Pero en ese caso el presidente debería encontrar una figura que pueda ser respaldada por una coalición de partidos de diferentes ideologías, capaz de formar un gobierno que incluya ministros de varios partidos. Con la actual polarización de la política francesa, es difícil imaginar una alianza o un candidato así.
¿Gobierno del Frente Popular?
Durante la campaña, solo había un tema tabú en el seno del Nuevo Frente Popular: quién sería el candidato a primer ministro si ganaban las elecciones. La Francia Insumisa, Partido Socialista, Ecologistas y Partido Comunista llegaron a un acuerdo claro: no hablar de nombres hasta después de las elecciones. Las tensiones en este aspecto podrían generar fricciones y divisiones de cara a la votación. El trabajo empieza ahora.
La alianza ha señalado que dará un nombre esta semana, pero los distintos partidos han empezado a pronunciarse este lunes al respecto. Marine Tondelier, secretaria general de Ecologistas, ya ha señalado que el próximo primer ministro tiene que estar “alineado con el programa del NFP, tiene que ser una figura que debe apaciguar y reparar el país, hacer consenso y que sea competente y con experiencia”. “Tenemos muchas personas que cumplen estos criterios en el seno del Nuevo Frente Popular”. También ha sugerido que podría ser una persona de la sociedad civil.
Por su parte, la presidenta de La Francia Insumisa en la Asamblea ha aclarado que “Jean-Luc Mélenchon no está en absoluto descartado” para gobernar. “Él es el que ha enseñado a la izquierda cómo ganar”.
¿Gobierno en minoría?
Macron debe elegir un candidato que pueda obtener el apoyo de una mayoría de diputados o al menos que no sea rechazado por una mayoría ante posibles mociones de censura.
En este sentido, un primer escenario que se abre es la posibilidad de un gobierno en minoría de la izquierda, sin contar con el apoyo explícito –aunque sí tácito–, de una mayoría absoluta en la Asamblea.
Este ha sido el caso de los gobiernos de los macronistas Elisabeth Borne y Gabriel Attal, que contaban solo con una mayoría relativa de asientos en la Asamblea saliente. Los aliados del presidente han tenido que buscar mayorías caso por caso para votar cada proyecto de ley, y han echado mano recurrentemente del artículo 49.3, un mecanismo controvertido para esquivar el Parlamento.
Si la izquierda logra gobernar en solitario, podría tender puentes para crear alianzas texto a texto, ya que la falta de mayorías claras exige que los legisladores se pongan de acuerdo.
¿Gran coalición?
Otra posibilidad evocada por algunos medios franceses es que la coalición de Macron conserve el poder en minoría, pero, para ello, tendría que convencer a diputados de otros colores políticos, lo cual también se presenta difícil.
La falta de mayorías de los grandes bloques políticos también abre la puerta a forjar una coalición entre diferentes grupos, una hipótesis planteada por algunos dirigentes franceses antes de la segunda vuelta, con alusiones, por ejemplo, a un “gobierno de unidad nacional” o “gran coalición”.
Pero este escenario tampoco se antoja fácil dadas las posiciones de las que parten los partidos. Los macronistas y los conservadores han mantenido hasta ahora un veto al partido de izquierdas Francia Insumisa, que es la fuerza que más diputados sentará bajo el paraguas del NFP.
La líder ecologista Chandelier ha defendido que Francia Insumisa es esencial si se quiere formar mayoría en la Asamblea Nacional. “Los que nos dicen que van a formar una mayoría sin LFI no tuvieron los mismos profesores de matemáticas que yo (...). No veo cómo es posible”, ha dicho. Por su parte, el socialista Faure ha asegurado que la alianza de izquierdas no aceptará “ninguna coalición de contrarios”. Laurent Wauquiez, hombre fuerte de LR elegido gracias al frente republicano, ha descartado que la derecha participe en una “coalición”, rechazando “combinaciones para construir mayorías antinaturales”.
Las coaliciones no son algo arraigado en la cultura política francesa de la V República. Thibaud Mulier, profesor de Derecho Público en la Universidad de París Nanterre, opina que una alianza es posible, “pero habría una configuración o bien dominada por la izquierda, que captaría parte del centro; o bien dominada por el centro, que captaría parte de la izquierda y de la derecha, lo que parece improbable”.
¿Gobierno 'técnico'?
Otro escenario, mirando experiencias como la de Italia, es el del nombramiento de un gobierno técnico, con una personalidad sin carné de partido y un Ejecutivo formado por altos funcionarios.
“La Constitución francesa establece un sistema parlamentario, que puede dar cabida a coaliciones y acuerdos, y que fue diseñado para permitir la estabilidad del gobierno sin tener una mayoría clara. Además, las tres cohabitaciones y la práctica del presidencialismo han demostrado que el texto es maleable y que las interpretaciones pueden dar cabida a varios tipos de configuración”, asegura Mulier. “Un gobierno ‘político’, me refiero a uno que aplique un programa, es posible: pero es poco probable que el acuerdo entre los partidos sea inmediato, y puede llevar más tiempo de lo habitual”.
En opinión del constitucionalista, una cosa parece segura: Macron ya no podrá ejercer su cargo como lo ha hecho durante siete años. “Es probable que la lectura de la Constitución sea más parlamentaria, con negociaciones entre el Parlamento y el Gobierno mucho más intensas que en anteriores cohabitaciones, cuando afectaban sobre todo a la relación Gobierno-presidente”.