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De Francia a Italia: conservadores europeos en crisis existencial ante el auge de la extrema derecha

El Partido Popular Europeo fue el gran triunfador de las elecciones europeas. Creció en número de eurodiputados y gana fuerza para la que fue una de sus intenciones la pasada legislatura: armar mayorías mirando a su derecha. Pero esa victoria en Bruselas choca con la crisis existencial que atraviesan sus partidos en países como Italia o Francia, donde han sido arrollados por los ultras.

El país más grande que gobiernan es Polonia, aunque la CDU ha hecho una demostración de fuerza en Alemania resistiendo con 30 escaños y repitiendo como la principal delegación del PPE. Más allá del ejemplo de Donald Tusk o de la mayoría absoluta en Grecia, la mayoría de ejecutivos de los populares están, además, apoyados por la extrema derecha, a la que ya abren las puertas sin complejos. 

Forza Italia comenzó el camino de la crisis de la familia popular cuando Silvio Berlusconi fue desbancado del poder en 2011. Desde entonces no lo han vuelto a recuperar y la gran preocupación del grupo a nivel europeo es que no vislumbra ninguna figura que pueda avivar el vuelo mientras los Fratelli d’Italia de la ultraderechista Giorgia Meloni van consolidando la hegemonía. Eso implica, a la larga, que el PPE siga supeditado a la extrema derecha. 

El partido que lidera el ministro de Exteriores, Antonio Tajani, fue la cuarta fuerza en las elecciones europeas, con un 9,59% de los votos. La pelea está, sin embargo, entre Fratelli d’Italia, que obtuvo en torno al 28%, y el Partido Democrático, que quedó en segunda posición (24%). En Roma se vivió una de las primeras contradicciones de la familia popular europea al aupar al poder a una dirigente del postfascimo e integrarse en su Gobierno rompiendo con el tradicional cordón sanitario a la extrema derecha. 

El cisma de la derecha tradicional ha estallado ahora en Francia, uno de los países fundadores de la UE y de los grandes, que convierte a París en una de las referencias morales en Europa. Les Républicains, el partido de los herederos de Jacques Chirac, no gobierna desde hace prácticamente una década cuando François Hollande se impuso a Nicolas Sarkozy. Desde entonces los liberales de Emmanuel Macron les han comido la tostada tanto al centro-derecha como a los socialistas. Hasta ahora. 

Sin embargo, la amenaza ahora es la Agrupación Nacional de Marine Le Pen. El partido de derecha radical se ha disparado en la Eurocámara, donde va a ser la delegación nacional más nutrida. La intención del líder de la derecha francesa, Éric Ciotti, de pactar con la ultraderecha en las legislativas ha provocado una rebelión en el partido que ha acabado con su destitución y una revuelta con el cierre de la sede y la captura de las contraseñas de las redes sociales por si acaso ante la amenaza de atrincheramiento de Ciotti. 

Las aspiraciones de la CDU frente al tripartito de Scholz

La que sí apunta a la recuperación es la CDU, que tras la caída en las elecciones federales de 2021 en las que los socialistas de Olaf Scholz quedaron en primera posición y lograron el Gobierno con un acuerdo con verdes y liberales, ha cosechado un 30% de los votos. A los conservadores no les ha penalizado, además, el incremento de Alternativa por Alemania, que ha quedado en segunda posición con un 16% mientras que los partidos que forman parte de la coalición, especialmente los verdes, se han llevado un batacazo en las europeas. 

“En general, el tiempo de los ”grandes partidos“ parece haber acabado. Hasta principios de los 90, en la mayoría de países europeos, solo había dos o tres partidos que dominaban las elecciones”, dice a elDiario.es Reto Mitteregger investigador en comportamiento electoral y partidos políticos en la Universidad de Zurich.

“Esto ha cambiado bastante. Tomemos por ejemplo las lecciones alemandas de 1994: la CDU/CSU y el SPD sumaron un 77,5% del voto. En 2021 esta cifra cayó al 49,8% y en estas elecciones europeas ha bajado hasta el 43,9%, la cifra más baja en la historia alemana de posguerra”, señala Mitteregger. “No olvidemos que por ejemplo el 30% de la CDU en estas elecciones europeas es también su tercer peor resultado jamás registrado en unas elecciones nacionales (solo fue pero en las europeas de 2019 y las generales de 2021)”, añade.

El auge de la extrema derecha en Europa preocupa especialmente por su enraizamiento y empuje en los países que fundaron el propio club comunitario, a excepción de Luxemburgo, donde el centro derecha gobierna. El ultrapopulista Geert Wilders se hizo con la victoria en los comicios holandeses con un discurso xenófobo y euroescéptico. Aunque muchas de esas formaciones van posteriormente abandonando el discurso de ruptura con la UE, su éxito es un jarro de agua fría en la mayoría de capitales europeas.

“Esto no es solo una crisis de los partidos conservadores, sino una tendencia electoral a la baja generalizada para los que antes eran las familias dominantes en Europa: socialdemócratas y conservadores”, dice Mitteregger. “El panorama europeo de partidos se ha transformado drásticamente comparado con el que existía hasta los 90”.

El centro de poder conservador se desplaza al este

El centro de poder conservador se ha desplazado hacia el este y Polonia se ha convertido en uno de sus grandes éxitos. Tras ocho años de dominio ultraconservador, Donald Tusk consiguió arrebatar el gobierno al Partido Ley y Justicia tras las elecciones de octubre de 2023. Aunque entonces Ley y Justicia fue la fuerza más votada, no consiguió el apoyo parlamentario suficiente. 

En estas elecciones europeas, la formación del primer ministro Tusk ha ganado por la mínima a los ultraconservadores (37,06% frente al 36,16%) y con 20 eurodiputados se convierte en la tercera delegación más importante del Partido Popular Europeo, por detrás de Alemania y España. Polonia, quinto país de la UE en términos de población y sexto en términos de PIB, es el país más grande en el que gobiernan los conservadores.

A Orbán le sale un competidor de la familia popular

En Hungría, Fidesz, formación del primer ministro Viktor Orbán, abandonó en 2021 el Partido Popular Europeo –entonces presidido por el propio Donald Tusk– ante su inminente expulsión. “Fidesz ha dejado la democracia cristiana. En realidad, ya lo había hecho hace muchos años”, dijo entonces Tusk. 

Con un 44,6% de los votos en las europeas, la formación de Orbán ha recibido el peor resultado electoral en dos décadas, pero ha sido la formación más votada. Le sigue Tisza, un nuevo partido fundado por un antiguo miembro de Fidesz convertido en rival, con un sorprendente 29,7%. Sus eurodiputados sí irán al PPE, lo que ha amortiguado el golpe tras la salida de Orbán. La delegación popular húngara estará compuesta por ocho eurodiputados frente a los 13 que tenía antes de la salida del líder húngaro.

El PPE ha quedado en primera posición en cerca de una docena de países europeos, una cifra similar a los estados en los que gobierna, o bien en solitario o bien con alianzas. En Grecia, que se convirtió en una de sus grandes esperanzas cuando Kyriákos Mitsotákis se hizo con la mayoría absoluta, Nueva Democracia ha pasado del 40% del año pasado en las generales al 28,9% en las europeas.

En otros países, sin embargo, los conservadores se mantienen en el poder gracias al levantamiento del cordón sanitario a la extrema derecha, como en Finlandia, donde cohabitan en el Gobierno, o Suecia, que apoya desde fuera. En ambos países han ganado los conservadores en los comicios del domingo. En Portugal, sin embargo, no han conseguido reeditar la victoria de hace unos meses. 

¿Asumir o rechazar los postulados de la extrema derecha?

El auge de la derecha radical populista ha colaborado en esta crisis existencial de los partidos conservadores tradicionales en todo el continente. Muchos de estos partidos han tratado de absorber sus postulados para recuperar votantes, pero rara vez han tenido éxito.

“Cuando esto ocurre, el electorado tiende a votar a la extrema derecha, que lo ven como una opción más real”, explica a elDiario.es Mette Wigen, profesora de la Universidad de Leeds especializada en tendencias de derecha radical. “Apoyar sus políticas y llegar a acuerdos con ellos dentro o fuera de coaliciones legitima sus posiciones y creo que eso no beneficia a la derecha tradicional”.

“La única vez que recuerdo que les ha beneficiado fue en Francia en 2007 cuando Sarkozy básicamente copió la retórica y las políticas migratorias de Le Pen y ganó”, dice Wigen. “Por eso me parece tan desconcertante que los grandes partidos tradicionales, tanto de izquierdas como de derechas, no entiendan que apoyar a estos partidos les ayuda a ganar votos en lugar de quitárselos”, añade.

Otros partidos conservadores fuera de la UE también han sufrido importantes transformaciones en los últimos años, como es el caso del Partido Republicano de EEUU, completamente absorbido por el trumpismo, o el Partido Conservador británico, que también ha experimentado una creciente radicalización y ahora se enfrenta a lo que parece una dura derrota electoral frente a los laboristas en las próximas elecciones generales de julio. El Partido Laborista tiene el doble de intención de voto que el Partido Conservador, según las encuestas.