Francia trata de reparar la invisibilización de los soldados africanos en la Liberación del nazismo 80 años después
15 de agosto de 1944, Operación Dragoon. Dos meses después de Normandía, un segundo ejército aliado desembarca en Provenza. En menos de un mes, se liberan Marsella y Tolón, antes de avanzar hacia el norte y unirse a las tropas de la operación Overlord. A diferencia del primer asalto anfibio de la costa atlántica, en el Mediterráneo las tropas francesas, bajo el mando del general Jean de Lattre de Tassigny, tienen un papel central y son el contingente más amplio.
Una contribución que Francia pudo aportar al ejército aliado gracias a los soldados procedentes de sus colonias y protectorados, cuya presencia significó entre un 50% y un 80% de los 250.000 hombres de l'Armée B de Lattre de Tassigny. Sin embargo, esas tropas fueron invisibilizadas en la historia y en los relatos oficiales del periodo, especialmente en el caso de las procedentes del África subsahariana.
“Estos hombres se llamaban François, Boudjema, Harry, Pierre, Niakara. Muchos de ellos, spahis, goumiers, fusileros africanos o antillanos, marsouins [infantes de marina] del Pacífico, nunca habían pisado suelo francés antes de ser enviados a participar en la liberación de Francia”, relató Emmanuel Macron en su discurso en la conmemoración oficial del desembarco en Provenza en Boulouris-sur-Mer el pasado 15 de agosto. Los spahis eran regimientos de caballería ligera reclutados entre la población árabe y bereber de Argelia, Túnez y Marruecos; los goumiers, soldados marroquíes de unidades auxiliares del Ejército de África francés.
“Francia no olvida nada de los sacrificios de los congoleños, los benineses, de los pueblos de Burkina Faso, Mali, Níger y tantos otros”, añadió el presidente. “Oficiales del Imperio o hijos del Sáhara, nativos de Casamance o Madagascar. No eran de la misma generación, ni de la misma confesión y, sin embargo, eran el ejército de la nación, su ejército más ferviente y más diverso”.
Hoy se estima que unos 130.000 procedían de Argelia y Marruecos, además de otros 12.000 soldados que formaban parte del llamado ejército colonial que venían de distintos países bajo dominación francesa. Conocidos como fusileros senegaleses (en francés tirailleurs sénégalais), en realidad venían de toda África y de territorios de América y Asia.
“En realidad, el término soldados coloniales es bastante genérico, porque también puede referirse a soldados originarios de Francia metropolitana que servían en las tropas coloniales. Los procedentes del Magreb, por otro lado, servían en el Ejército de África (argelinos, marroquíes y tunecinos eran muy numerosos)”, explica a elDiario.es Anthony Guyon, historiador y autor de Tirailleurs sénégalais. De l'indigène au soldat, de 1857 à nos jours (Ed. Perrin, 2022). “Si nos centramos en esas tropas coloniales, los contingentes más numerosos proceden del África Occidental francesa, del África Ecuatorial francesa, Indochina y Madagascar”.
Tras la derrota francesa de 1940 y la capitulación del régimen de Vichy, el Gobierno de Francia Libre se organizó desde Londres, pero también desde Brazzaville (actual capital de la República del Congo). Los gobernadores de Chad, República Centroafricana, Gabón, Congo y Camerún se unieron al general De Gaulle y estos territorios alimentaron gran parte de las filas del ejército de Francia Libre. Según los registros, todos los soldados eran voluntarios, aunque los historiadores hoy tratan de esclarecer las condiciones reales de su reclutamiento.
“En su llamamiento del 18 de junio de 1940, el general De Gaulle afirmó que Francia podía contar con su imperio y efectivamente así fue. El gobernador de Chad, Félix Eboué, se unió a De Gaulle ya en julio de 1940”, apunta Guyon. “A modo de ejemplo, en Bir Hakeim, una de las grandes batallas de Francia Libre en 1942, 3.700 hombres lucharon en el bando francés, dos tercios de ellos procedentes del Imperio. Los soldados de las colonias ayudaron a las Fuerzas Francesas Libres y al Ejército de África a resistir y, en agosto de 1944, constituyeron la mayoría de las tropas que desembarcaron en Provenza”.
Una larga invisibilización
“No habría habido victoria aliada sin la contribución de otros pueblos, sin los extranjeros y otros fusileros africanos”, resumió el presidente de Camerún, Paul Biya en su discurso durante la conmemoración del desembarco de Provenza. Pese a su aportación a la operación Dragoon, llegado el otoño comenzó a materializarse la sustitución de los fusileros subsaharianos en las filas de los ejércitos aliados. Los miembros de la 9ª División de Infantería Colonial y de la 1ª División Francesa Libre fueron enviados a la retaguardia en la región del Mediodía. En un documento oficial del 7 de septiembre, citado por la historiadora Claire Miot, el Estado Mayor francés evoca explícitamente la “rápida transformación” de las “tropas coloniales” en “unidades totalmente blancas”.
Los historiadores franceses tienden a considerar que el “blanqueamiento” del ejército venía en gran parte impulsado por los aliados estadounidenses, en un contexto de política segregacionista en el ejército y la sociedad en su país de origen. Y señalan que fue una decisión más “racial que colonial”, como defienden los especialistas Jean-François Muracciole y Christine Levisse-Touzé. Por ejemplo, cuando la 2ª División Blindada del general Leclerc entró en París, los soldados subsaharianos y malgaches habían desaparecido, mientras que los 1.300 procedentes del Magreb sí pudieron participar.
En su obra La libération de Paris, 19-26 août 1944, Muracciole escribe que los estadounidenses no estaban dispuestos a aceptar a soldados negros desfilando como liberadores junto al resto de tropas en las calles de la capital. Y cita una nota del general Walter Bedell Smith, jefe del Estado Mayor de Eisenhower, en la que considera “muy deseable que la división esté compuesta de personal blanco”.
La postura de De Gaulle y su Estado Mayor ante esta discriminación es más controvertida. Para los militares franceses la cuestión de la imagen también era central, pero su principal preocupación no era racial sino la representación conjunta del ejército francés libre y de las Fuerzas Francesas del Interior (la resistencia), para simbolizar la unidad del país. Finalmente, De Gaulle consiguió luz verde de Eisenhower para que la 2ª División Blindada de Leclerc fuera la primera en entrar en la capital, el 25 de agosto de 1944, aunque en realidad lo hizo a través de los exiliados españoles de la 9ª Compañía, la famosa Nueve.
Memoria histórica y política
Como primer paso para acabar con los años de olvido sobre el papel en la victoria aliada de estos soldados venidos de las colonias, Emmanuel Macron pidió en 2019 a las autoridades municipales que pusieran sus nombres a calles y plazas, para “inscribir su huella indeleble en nuestra historia”. Una comisión propuso cien perfiles. Pero, según un recuento de la agencia France-Presse publicado el 13 de agosto, solo “nueve de los cien combatientes tienen hoy calles con su nombre y, al menos cuatro de ellas ya lo tenían antes de 2019”.
Desde el comienzo de su primer mandato Macron ha situado las cuestiones de memoria histórica como un elemento importante en su política cultural. “Mirar a la historia de frente, para construir una memoria republicana que pueda ser compartida por todos en Francia”, defiende el jefe del Estado. También en el campo de la diplomacia; ha encargado misiones para profundizar y esclarecer hechos relacionados con la Guerra de Argelia y con el papel del Gobierno francés ante el genocidio de Ruanda.
No obstante, el declive de la influencia francesa en África complica esta estrategia, como se ha reflejado en la representación de los Estados del continente en las conmemoraciones de la Operación Dragoon. Cinco jefes de Estado africanos estuvieron presentes en Boulouris-sur-Mer: Paul Biya, de Camerún, Azali Assoumani, de la Unión de las Comoras, Faure Gnassingbé, de Togo, Faustin-Archange Touadéra, de la República Centroafricana, y el general Brice Oligui Nguema, presidente de la transición gabonesa. En agosto de 2014, sin embargo, 12 presidentes africanos habían respondido a la invitación de François Hollande para la conmemoración de los 70 años.
En esta ocasión también asistió el primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch. Tras dos años de tensiones diplomáticas, París y Rabat han restablecido las relaciones desde que en julio el Gobierno francés anunciase su apoyo al plan marroquí para el Sáhara Occidental. Una decisión que también ha pesado en la ausencia de las autoridades argelinas, que se oponen a este plan y que no respondieron a la invitación. Tampoco lo hicieron las autoridades de Mali, Burkina Faso y Níger, tres países donde los golpes de Estado han situado en el poder a líderes hostiles a la presencia francesa.
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