El 20 de setiembre a las 9.18 de la mañana, veinte horas después de que un terremoto de 7.1 grados remeciera la Ciudad de México, la periodista Danielle Dithurbide conectaba en directo con el set de Televisa Noticias, donde se encontraba el presentador Carlos Loret de Mola.
Dithurbide, conductora de un informativo matutino y directora de información internacional de noticieros Televisa, había llegado la tarde anterior al colegio Enrique Rébsamen, ubicado al sur de la ciudad.
En el momento del terremoto, el 19 de setiembre a las 13.14, Dithurbide se encontraba en las oficinas de Televisa Chapultepec en el corazón de la ciudad, según me dijo en una de nuestras conversaciones telefónicas. Siguiendo el protocolo del canal de noticias 24 horas de Televisa, Foro TV, Dithurbide empezó a transmitir en vivo los detalles de la emergencia junto a otros dos periodistas desde el set.
A las cinco de la tarde, luego de casi cuatro horas frente a cámara y de que tomara el relevo la conductora principal de noticias de Televisa, Denise Maerker, Dithurbide subió a una moto que la llevó hasta el colegio Enrique Rébsamen. Uno de los edificios de la escuela había colapsado ante las cámaras horas antes y se creía que había niños y profesores por rescatar.
Dithurbide cuenta que mientras se encontraba al aire en el set, la redacción le iba pasando datos de los lugares donde se habían reportado daños y el nombre de la escuela Rébsamen se le quedó grabado porque las anotaciones indicaban: “hay niños atrapados dentro”.
Cuando su jefe le indicó que saliera a reportear desde el terreno, Dithurbide buscó el colegio en Google Maps e indicó al motorizado que la llevara para allá. Este es el trayecto entre los estudios de Televisa y la escuela Rébsamen:
En condiciones normales, a bordo de una moto el camino debe tomar unos veinte minutos. Según cuenta la reportera, esa tarde tardaron alrededor de una hora porque “todas las calles, todas las avenidas estaban paradas, parecían un gran estacionamiento”. Durante esa hora, desde detrás de la moto la periodista vio “casas derrumbadas, cadenas de remoción de escombros impresionantes, gente caminando como zombies entre los coches, gente con letreros, cartulinas que decían ‘hablo inglés, si necesitas ayuda acércate’, ‘dame ride, no me tengas miedo’, gente muy agresiva, gente muy nerviosa”.
Una vez llegó a la escuela, la periodista empezó a enviar despachos telefónicos desde una tienda cercana porque al principio y debido al caos no consiguió encontrar al camarógrafo que se suponía estaba en la zona y, además, la señal celular era muy débil. Su primer reporte en vivo, en conversación con Maerker, tuvo lugar a las 18.16 de ese martes 19.
Pero no sería sino hasta la mañana siguiente, luego de haber enlazado en directo unas quince veces a lo largo de la noche, que su nombre empezaría a hacerse familiar para todos los mexicanos.
La mañana del jueves 20 a las 9.18, el relato de Dithurbide decía así:
El rescate, pudimos saber casi treinta horas después, no iba a ocurrir nunca. Es más, la pequeñita “no fue una realidad”, en palabras del subsecretario de Marina, el almirante Ángel Enrique Sarmiento.
El jueves 21 a las 14.05 de la tarde, Sarmiento leía ante las cámaras un comunicado que afirmaba que no quedaba ningún niño por rescatar y “que la versión que se sacó con el nombre de una niña, no tenemos conocimiento, nosotros nunca tuvimos conocimiento de esa versión” (sic).
Esto, pese a que tanto él como el almirante José Luis Vergara, Oficial Mayor de la Marina y responsable junto a Sarmiento de las labores de rescate en el colegio Rébsamen, habían repetido lo contrario a las cámaras de distintos medios el día anterior.
Pese a que entre las nueve de la mañana del 20 y las dos de la tarde del 21, la pequeñita había adquirido nombre, Frida Sofía; nombre que fue confirmado, en una entrevista en directo con Milenio TV, por el almirante Vergara a las once de la noche del 20; pese a que se le asignó una edad, entre 12 y 13 años; pese a que se dijo primero que sus padres estaban presentes en la escena, para que luego horas después el secretario de Educación Pública, Aurelio Nuño, dijera lo contrario en directo durante una comunicación telefónica con los periodistas Denise Maerker y Joaquín López Dóriga; pese a que se dijo, en distintas ocasiones, que había sido ubicada por perros de rescate, que un escáner térmico –en realidad dos– había registrado su temperatura corporal, que había respondido con golpecitos, que habían escuchado su voz, sus gemidos y llanto, que se habían comunicado con ella, que había dicho su nombre y que, incluso, había indicado que tenía dos, tres y hasta cinco cuerpos cercanos que ella creía estaban con vida; a que se dijo que ella y los otros niños -dos, tres, cinco- estaban a salvo debajo de una mesa de granito en la oficina de la profesora directora de la escuela; que se le había dado agua, que había hablado con uno o varios rescatistas y hasta con una maestra.
Toda esta información, nombre incluido, fue divulgada o validada, en distintos momentos durante los días 20 y 21, por el almirante José Luis Vergara o por el almirante Sarmiento, responsables del centro de mando, delante de una cámara de televisión o en conversación con periodistas.
Un detalle tangencial, que a muchos ha pasado desapercibido, es que Frida Sofía es también el nombre de la hija de una de las artistas más populares de México.
¿Se acuerdan de ese hit noventero de Alejandra Guzmán llamado Yo te esperaba?
A quien Alejandra Guzmán esperaba cuando compuso esa canción es a su hija Frida Sofía, quien hoy, a los 26 años, convertida en instructora de fitness y chica de portada Playboy, acumula medio millón de seguidores en su cuenta de Instagram y aparece con regularidad en las páginas sociales de los medios mexicanos.
Así que cuando el día 20, fuentes oficiales y periodistas ubicados en la escuela Rébsamen empezaron a repetir que la niña del rescate inminente se llamaba Frida Sofía, el nombre -sonoro de por sí- no tuvo que hacer mucho para clavarse en la memoria del público.
El nombre y todos los otros detalles que fueron surgiendo a lo largo de los dos días fueron además corroborados ante cámaras -y fuera de ellas- por distintos rescatistas, miembros de la Marina o el Ejército y civiles. Algunos de los cuales eran, de hecho, las fuentes originales de la información. Léase, aquellos que habían realizado algún descubrimiento y lo habían comunicado a Vergara y Sarmiento, y que luego declararon por su cuenta a los periodistas. Volveré sobre este punto, fundamental, más adelante.
Luego del desmentido de Sarmiento, y de las disculpas públicas que él y Vergara más tarde ofrecerían también ante cámaras, las redes sociales mexicanas estallaron.
En Twitter y Facebook todos tenemos siempre a mano una antorcha encendida y un trinche afilado para linchar a quien, creemos, ha cometido un error. Yo mismo, periodista y analista de medios, lancé una serie de tuits y estados de Facebook en los que reflexionaba sobre la importancia de dudar de las fuentes oficiales. Dirigiendo las críticas, como casi todos los periodistas cuyos comentarios leí, a los reporteros de Televisa que habían dado cuenta de la historia de Frida Sofía.
Digamos que la Marina y el gobierno mexicano tuvieron suerte de que fuera Televisa -y su querencia por las telenovelas- quien puso en pantalla durante dos días la historia de esa pequeñita inexistente bautizada con el nombre más mexicano que se nos pueda ocurrir.
Solo el odio que despierta Televisa y su siempre cuestionada relación con el gobierno de turno consiguió que pasemos por alto el desastre que fue la gestión de información de los responsables del rescate en el colegio Rébsamen.
Como muestra un botón.
El miércoles 20 a las 14.39, el subsecretario Sarmiento aparece en directo frente a una multitud de cámaras y micrófonos junto a tres rescatistas. Uno de ellos, llamado Juan Ramiro de la Fuente, le explica lo que ha hallado el escáner térmico que opera. “Tenemos dos temperaturas, este que vemos aquí puede ser tórax, o sea órganos vitales. Ahorita confirmados por la doctora de policía federal”, dice De la Fuente. En ese momento interrumpe otro rescatista, vestido de azul y casco amarillo: “Dice que puede ser un cuerpo. Y debe estar con vida, porque la temperatura de todo el entorno es fría y un cuerpo sin vida toma la temperatura del entorno”. Ahí retoma la explicación De la Fuente: “Mi recomendación sería tratar de ver un ángulo distinto, con una cámara, con la intención de asegurarlo al cien, para poder ahora sí utilizar todos los recursos. Tendríamos que volver a entrar al compañero –en este momento, un tercer rescatista a su derecha, con camiseta militar, dice ‘Yo soy’-, tendríamos que volver a entrar para tratar de girar un poco la cámara a ver si pudiéramos ver el tórax y más de la cabeza y de los brazos”. Aquí vuelve a intervenir el segundo rescatista, que dice: “Pero definitivamente es un cuerpo con vida”.
En ese momento, Sarmiento, a quien toda esta explicación iba dirigida (además de a las cámaras de televisión, claro), pregunta: “¿Y gritaron ‘mueve los dedos’?”. Los tres rescatistas asienten y dicen que sí. El tercero, el de la camiseta militar, dice: “Movió y con el escáner logramos detectar. Y después me pasaron la cámara técnica y ya con eso” (sic). Sarmiento aquí pregunta: “¿Físicamente, la ven?” Los rescatistas dicen que no. De la Fuente aclara: “En la parte de movimiento y en la parte térmica está confirmado. En la parte sonora no está confirmado, hay mucho ruido ambiental. Entonces tendríamos pues tratar de tomar una adicional” (sic). El rescatista de la camiseta militar interviene: “Yo creo que hay que girar”. Sarmiento, dirigiéndose a él dice: “¿Quién entraría otra vez? ¿Tú?” El rescatista asiente y un cuarto rescatista con casco blanco detrás de él dice: “Volvería a entrar él, mi almirante”. Sarmiento aquí se dirige a De la Fuente y le dice: “¿Tú también entrarías de nuevo?”. Este responde: “Sí, pero yo entro en la parte exterior. Yo llevo el apoyo técnico con él. Entraría la parte de la Secretaría de Marina, el grupo de rescate es el que entraría con él”. Sarmiento asiente y dice: “Ok, sale. Adelante”.
Aquí pueden ver la escena casi al completo. Ocurre entre el minuto 7:24 y el 8:45:
Un minuto después, Sarmiento declara de nuevo en directo, esta vez ante las cámaras de Milenio TV: “Responde a las señales, le indican que mueva las manos y al menos en el equipo térmico hay movimiento. Físicamente no la ven, pero con el equipo térmico está respondiendo, entonces ahorita lo que van a hacer es corroborar por otro medio que realmente esté la niña ahí y entonces ahora sí meter más equipos para poder sacarla”. Pueden verlo aquí:
Conversé por teléfono con Juan Ramiro de la Fuente, voluntario civil, miembro de Rotary International, unos días después, cuando se encontraba, según me dijo, ayudando en otras labores de rescate en Oaxaca.
De la Fuente tiene 20 años de experiencia en rescate en estructuras colapsadas y opera ese equipo térmico y de ultrasonido, propiedad del Rotary, desde hace unos dos años. Le pregunté si la explicación que vimos por televisión fue en realidad en directo. Es decir, si el subsecretario Sarmiento se enteró al mismo tiempo que todos los televidentes de los hallazgos del equipo que él manejaba. Me dijo que sí.
Es decir, el responsable del centro de mando de la Marina permitió que se le diera una información extremadamente sensible, la posible confirmación de la detección de un sobreviviente, ante las cámaras. Convirtiendo así uno de los momentos claves del supuesto rescate en un espectáculo televisivo.
Si uno ve las imágenes o relee la descripción, puede ver cómo lo que era en principio la detección de una variación de temperatura y cierta cautela de De la Fuente recomendando la confirmación de este hallazgo con un nuevo ingreso de un rescatista en el boquete donde se presume se encuentra la niña, se convierte ante cámaras ,en cuestión de segundos, en “un cuerpo vivo” que “mueve los dedos”, sin que nadie rechiste.
Quise conocer la versión de los dos oficiales de Marina al mando, entender por qué habían permitido que las cámaras presenciaran esta y otras escenas igual de delicadas, y preguntar acerca de la manera en que habían manejado la información que iban recibiendo durante el rescate. Solicité a la oficina de Atención a Medios de la Secretaría de Marina, tanto por teléfono como por email, conversar con el almirante Sarmiento y el almirante Vergara, pero nunca recibí respuesta.
En mi conversación con De la Fuente, le pregunté qué es lo que había podido detectar su equipo, ahora que sabíamos que no había ahí ningún cuerpo con vida en el lugar donde trabajó su escáner. Luego de una compleja explicación, en la que me dijo que “lo que hacen estos equipos son dar probabilidades, porcentajes de aproximación a una hipótesis”, De la Fuente recalcó que su equipo “detectó una temperatura” y “unos sonidos de movimiento”. A continuación, comentó que durante los trabajos tuvieron varios falsos positivos.
Cuando insistí en qué podían haber sido esas temperaturas y movimientos, me dijo: “Muchas cosas, por ejemplo, si tú tienes una entrada de luz a esa zona, por cualquier orificio, esa entrada de luz puede calentar una superficie y eso te lo puede marcar la cámara térmica, si tú tienes un tubo o una lámina o un cable y en la parte exterior está expuesto al sol, como es un conductor puede generar un aumento de temperatura. Esos son los falsos positivos normales en un rescate”.
Sin una multitud de cámaras delante, De la Fuente seguramente habría podido explicarle esto al almirante Sarmiento, quien, a su vez, podría haber tomado con pinzas la delicada información. En una transmisión en vivo y en directo, “unas temperaturas” se convirtieron en pocos segundos en “un cuerpo con vida”.
Tanto Danielle Dithurbide como otros periodistas –Televisa no fue el único medio que desplegó reporteros y cámaras en la escuela Rébsamen y fue dando detalles sobre la niña y su inminente rescate- tienen parte de responsabilidad al haber transformado esta historia en una telenovela en vivo. Pero casi toda esa responsabilidad recae en la espectacularización propia de la televisión en directo antes que en el trabajo individual de uno u otro reportero.
Incluso algunos medios y periodistas que luego se han colgado medallas incurrieron en prácticas cuestionables, presas también ellos de la urgencia del directo. Por ejemplo, hay cierto consenso entre la prensa y el público mexicano en que quienes desbarataron la “farsa” de Frida Sofía fueron Carmen Aristegui y los reporteros de su canal online Aristegui Noticias. Lo cual, en realidad, no es cierto.
Aristegui y su equipo plantearon dudas sobre lo que ocurría en la escuela Rébsamen, alguna de ellas alarmada y alarmante, pero no lograron desbaratar nada porque no llegaron a verificar nada. De hecho, hicieron lo mismo que criticaron a sus colegas de Televisa y otras cadenas: repetir -o amplificar- testimonios ajenos sin hacer esfuerzo alguno para contrastarlos.
Dos ejemplos.
El día 20 las 12.12 del mediodía, Aristegui conectaba por teléfono con su reportera Laura Castellanos, quien desde el colegio Rébsamen le decía:
A continuación, Castellanos empieza a dar el reporte de algunas personas que han sido encontradas en el área cuando alguien la interrumpe, a lo que Aristegui replica: “Laura, ¿qué sucedió?” Y Castellanos aclara:
Pueden ver la secuencia entera desde el minuto 4:13:00:
Pero el momento cumbre de la transmisión de Aristegui Noticias llegaría sobre las 13.00 de la tarde del viernes 21 de setiembre, cuando Carmen Aristegui pone en pantalla y conversa, en vivo, con un muchacho llamado Dorian Riva.
Según explica Aristegui, Riva es “un joven traductor alemán que esta mañana acompañó a los brigadistas alemanes y escuchó a un jefe policiaco mexicano que Frida Sofía no existe y que la esperanza de vida es nula, qué tremendo”. Tras la introducción, Aristegui conecta con Riva para que de su testimonio en vivo:
La periodista, desde el set, replica:
El improvisado traductor insiste:
Aristegui comenta la ausencia de padres de Frida Sofía y Riva le dice:
Luego de esto, finalmente, Aristegui parece recordar que el trabajo periodístico no se limita a ponerle un micrófono delante a una fuente para que declare sin filtro, por muy explosivo que sea su testimonio, y dice:
El muchacho responde:
Aristegui aquí -de nuevo, en vivo y en directo- hace las preguntas que algún periodista tendría que haber hecho antes de poner el testimonio en cámara:
Aquí pueden ver toda la entrevista:
Recapitulemos. Una de las periodistas más prestigiosas y respetadas de México, azote de los poderosos y crítica severa de sus colegas, pone en pantalla, en vivo y en directo, a un muchacho ubicado en una zona de desastre del que no sabe absolutamente nada, tan solo el nombre, para que su testimonio se tumbe la operación de rescate que realiza la Secretaría de Marina. Testimonio que, como el mismo muchacho admite, está basado en lo dicho por un tercero, cuya identidad desconocen tanto el entrevistado como la periodista.
¿Cuál es la diferencia, visto lo ocurrido en la cobertura del rescate en el colegio Enrique Rébsamen, entre el trabajo de Carmen Aristegui y su equipo y el de Danielle Dithurbide o Denise Maerker? ¿Quién hizo más esfuerzos por verificar los testimonios que ponían en pantalla? ¿De quién podemos decir que intentó conducirse con el mínimo rigor periodístico exigible?
Que Dorian Riva estuviese parcialmente en lo cierto resulta irrelevante. Aristegui, cuando decidió ponerle una cámara y un micrófono delante, no tenía cómo saber que el muchacho no mentía o su relato era cierto.
El periodismo es, sobre todo, un método, un procedimiento. Y aquí el procedimiento, visto lo visto, tuvo el mismo rigor que una tirada de dados en una mesa de casino. Lo que, lastimosamente, es demasiado habitual en el periodismo televisivo que se hace en vivo.
Muchos periodistas y parte del público ven en la transmisión en directo una cima del periodismo. Un error que historias como esta desnudan. Se piensa que es así porque, posmodernos todos, creemos que la información trabajada por un periodista está mediatizada, y esa mediación supone un obstáculo para conocer la verdad. La cámara transmitiendo en directo y el periodista narrando al mismo tiempo lo que nuestros ojos ven serían así el ejemplo más puro de periodismo no contaminado por la subjetividad humana.
Pero, en realidad, es precisamente debido a la mediación, a que un periodista se da el trabajo y se toma el tiempo de verificar, contextualizar y narrar unos hechos que ha presenciado o reconstruido a partir de testimonios ajenos, que el periodismo puede acercarnos a la verdad.
El periodismo en directo es casi un oxímoron. En directo pueden presenciarse y hasta narrarse hechos, pero verificarlos y dotarlos de contexto se hace extremadamente difícil. El directo añade una barrera aun más alta, muchas veces infranqueable, a la de por sí complicada labor de hacer periodismo.
Pese a ello, algunos de los periodistas presentes en la escuela Enrique Rébsamen, entre ellos Dithurbide, lo intentaron. Luego de conversar con ella y contrastar su testimonio con decenas y decenas de horas de transmisión, los reportes de otros periodistas y las declaraciones de las distintas personas que hablaron para la televisión, mi conclusión es que su trabajo estaba condenado al fracaso. No porque confiara en una fuente oficial sin verificar, como muchos criticamos instantánea y alegremente en redes sociales. Sino porque esas fuentes oficiales se encontraban montadas junto con los rescatistas en una montaña rusa de entusiasmo de la que nadie, ni siquiera los periodistas, supo bajarse.
Ese es uno de los peligros del directo: sin tiempo para digerir la información resulta extremadamente difícil, si no imposible, que un periodista haga a un lado las emociones de un rescate que ofrece un envión de esperanza en medio de la tragedia.
En una zona de desastre quien controla todo, incluido el flujo de información, debe ser la autoridad al mando. Los periodistas debemos hacer nuestro trabajo intentando no poner en riesgo las labores de rescate, mucho más importantes que la labor informativa ya que de su éxito depende la vida de personas. Muchas veces, eso supone confiar en la información que nos brinda una fuente oficial. No es una confianza a ciegas, ni mucho menos. Hay formas de verificar de forma suficiente lo que se nos dice sin entorpecer los trabajos.
¿Qué podía hacer un periodista que retransmite en directo cuando alrededor reina el caos y el entusiasmo y la principal fuente de información es oficial? Podía haber buscado las listas de alumnos del colegio. Podía haber insistido en hablar con los supuestos padres que aguardaban el rescate de su hija. Dithurbide me dijo que lo hizo, pero cuando uno de los supuestos padres señalados por el almirante Vergara le pidió respeto, accedió a su pedido y se retiró sin más preguntas.
El problema mayor en el colegio Enrique Rébsamen fue que quien debía controlarlo todo no ejerció ningún tipo de control. Los oficiales al mando no solo no manejaban el flujo de información y recibían datos sensibles -que hubieran tenido que valorar y confirmar en privado- delante de las cámaras. Esa información no solo provenía muchas veces de fuentes civiles sobre las que no tenían ninguna autoridad ni control, sino que, como he explicado ya, la repetían casi de inmediato ellos mismos frente a las cámaras, convirtiéndola así en oficial.
Luego, los rescatistas que habían sido el origen de la información volvían a compartirla ante otras cámaras, sazonando su pequeña pieza con los detalles declarados por otra fuente, haciéndolos suyos sin filtro alguno y acrecentando la bola sin que nadie se percatara ni pisara el freno.
Aquí, por ejemplo, un rescatista que supuestamente ingresó al boquete por donde se buscaba rescatar a Frida Sofía cuenta que “la niña hablaba por teléfono y le mandaba whastappsa la directora”:
Aquí otro indica que escuchó “unas voces muy débiles de una niña, al parecer de nombre Sofía…se le preguntaba su nombre y decía ‘Sofi, Sofi'”:
Aquí un tercero dice que es posible que haya más de un niño “porque se confirmó con cámara termodinámica” (sic):
Y aquí un cuarto señala que “la niña lloraba, pero muy muy muy bajo, en un tono muy bajo. Se siente que está muy desgastada. Se escuchaban lloriqueos. Dos diferentes niños, niños más chicos, más pequeños que ella. Ella se escucha una niña ya…yo no soy experto, pero arriba de 10 años”:
Y aquí Juan Ramiro de la Fuente, el rescatista del Rotary que manejaba el escáner térmico, vuelve a declarar delante de cámaras sobre los “hallazgos” de su equipo. Entre otras cosas, dice que “al momento que generamos la pregunta [a la niña] inmediatamente nos contestó, se comunicó, se escuchaban quejidos en el ultrasonido”:
En esta otra entrevista un oficial del Ejército, que también maneja un escáner térmico, afirma que el aparato les “ha permitido identificar oportunamente” hasta “cinco cuerpos con vida”, cuya “ubicación está perfectamente bien identificada”. Pero además, dice el oficial, hicieron “contacto con una niña, de nombre Sofía, que lloró, y estaban algo desesperados”:
Los picos más altos de ese descontrol informativo ocurrieron la noche del día 20, cuando distintos rescatistas anunciaron a las cámaras que Frida Sofía había sido rescatada:
¿Podemos atribuir todos esos testimonios a la mala fe? ¿Podemos suponer que todas esas personas que dijeron haber detectado, sentido, oído, visto a una inexistente niña debajo de los escombros de un colegio tras un terremoto están mintiendo interesadamente? ¿Podemos argüir que existió un oscuro poder intentando manipular a una población en estado de shock en medio de un desastre nacional?
Sí, claro. De hecho, no son pocos los que lo han hecho. No voy a premiar a los conspiranoicos con links pero Google, Facebook y Youtube están repletos de artículos, columnas, declaraciones y vídeos en esa línea. El binomio Gobierno de México y Televisa supone un sueño húmedo para los teóricos de la conspiración.
Pero, como he mostrado, Televisa no fue la única televisora que convirtió esta historia en una telenovela ni todos los rescatistas que salieron a declarar eran agentes de alguna entidad estatal o gubernamental. Por supuesto, cabe la posibilidad de que todos esos marinos, militares, civiles y periodistas estuvieran compinchados para engañar a un país entero pero, la verdad, visto el caos informativo y la cantidad de gente que había en el colegio Enrique Rébsamen, resulta bastante difícil de creer.
Como sabe cualquier aficionado a desmenuzar teorías de la conspiración -y yo me cuento entre ellos- la inmensa mayoría de las veces aquello que queremos atribuir a un cerebro maligno y un aceitado engranaje de manipulación es achacable, en realidad, a la inepcia o el azar. Y, también, a las diversas y complejas maneras que tiene de engañarnos nuestro propio cerebro.
Luego de que la Marina pidiera disculpas y se reafirmara en que Frida Sofía nunca existió, otro rescatista, este llamado Antonio Juárez Valladares, se convirtió en noticia gracias un video de Facebook Live que colgó en su cuenta personal. Júarez Valladares ha eliminado ya el vídeo, pero hay varias copias que sobreviven en Youtube:
Esta es la transcripción de su testimonio, que fue visto por cientos de miles de personas en Facebook, Twitter y Youtube:
En esta secuencia de imágenes, sacada de la transmisión de Televisa del día 19, puede verse a Juárez Valladares en el rescate del colegio Rébsamen. En esta escena, el rescatista, reconocible por el chaleco fucsia que lleva también en su video, ingresa al boquete donde se suponía que se encontraba Frida Sofía, luego sale y pide silencio:
Al comienzo de mi investigación, tras ver el video de su testimonio y atisbarlo en varios momentos de la transmisión de Televisa y otros medios, intenté ubicar a Antonio Juárez Valladares. Dado que, según averigüé, es payaso y su nombre artístico –ToTo, el payaso loco– es bastante específico, pensé que no sería muy complicado comunicarme con él. Intenté por varios medios pero no obtuve respuesta. Sin mucha esperanza, dejé un mensaje directo a través de su cuenta personal de Facebook.
Durante semanas, Juárez Valladares ni siquiera vio mi mensaje. Hasta que, unos veinte días después, el viernes 13 de octubre por la noche una alerta de Facebook me indicó que el payaso había aceptado y visto mi mensaje. Tras unos minutos, a las 23.25, Juárez Valladares me envió un mensaje de voz. Intercambiamos unos cuantos mensajes de inmediato y acordamos una entrevista para la mañana siguiente.
Charlamos durante una hora y cuarto. Una de las primeras cosas que me dijo y que volvió a recalcar varias veces durante nuestra conversación es que él no es rescatista. El chaleco que llevaba durante las labores del colegio Rébsamen pertenece a Escápate Ecoturismo, una agencia de viajes que busca, según su propia página de Facebook, “fomentar experiencias de turismo que aperturen la visión de cada viajero y generen sensibilidad cultural, ecológica y social en nuestro país y otras latitudes”. Juárez Valladares trabaja con la agencia y participa en sus viajes, donde realizan actividades como “rescatar huevos de tortuga de los desoves”.
En este video de la página de Escápate Ecoturismo se puede ver a Juárez Valladares llevando el chaleco que lo haría reconocible en la zona de desastre del colegio Rébsamen:
La razón por la que llevó el chaleco durante las labores de rescate, me dijo, fue que “era lo único fosforescente, visible” que tenía. Ocurre que, como el mismo Juárez Valladares me dijo, “en esa situación todas las personas que llevaban algún chaleco se convertían en rescatista. Así tuvieras el chaleco debajo de la almohada, lo sacabas y en la calle automáticamente ya eras un rescatista”.
Luego del terremoto del 19, según su propio relato, Juárez Valladares se quedó en casa escuchando la radio porque “no había internet, no había celular”. Luego de dos horas, un vecino le tocó la puerta, le mostró vídeos de edificios colapsados en otras zonas de la ciudad que había recorrido caminando de vuelta de la oficina y le dijo que debían ir a ayudar. Juárez Valladares le hizo caso y, según me contó, pasó la tarde colaborando en distintas labores, sacando escombros, alcanzando alimentos, cargando herramientas, hasta que, caída la noche regresó a su casa.
Pese al agotamiento, no consiguió dormir. “Mientras yo estoy durmiendo hay alguien que está ahí debajo de los escombros”, me dijo que pensaba. Así que se levantó, se duchó, volvió a ponerse el chaleco y salió a buscar lugares para seguir ayudando. Pasó por varios pero todos se encontraban ya bien organizados y no necesitaban más manos.
Luego de caminar un rato, sobre las 4.00 de la madrugada, llegó al colegio Rébsamen. Ahí “no sé por qué estaba hecho eso un bunker para entrar, pero adentro era un desmadre, no estaba nada organizado”. Que el acceso estuviera fuertemente resguardado podía deberse a que, horas antes, sobre las 22.00 de la noche, el presidente Enrique Peña Nieto había visitado la escuela:
Las razones de la desorganización dentro de la escuela, bueno, podemos achacarlas al descontrol de las autoridades al mando y el caos general que, como he relatado, dominó esa zona de desastre particular de inicio a fin.
Juárez Valladares, me dijo, logró ingresar ayudando a un voluntario que había traído una olla de tamales y unos recipientes con café. Una vez superados varios retenes, dejó el café y un rescatista le pidió que se quedara a cargo de picos, palas y otras herramientas. Según avanzaba la noche tuvo que aprender qué era un “disco de corte limado”, y que una “maceta”en argot de construcción es una especie de martillo grande de doble cara.
Ya a la mañana, Juárez Valladares entra en contacto con otro rescatista que también ganó fama durante el rescate del colegio Rébsamen. Se le conoció por el apelativo Jorge ‘Houston’ debido al estampado de la sudadera que llevaba. En este momento de Twitter puede verse más sobre Jorge 'Houston'.
Según Juárez Valladares, “si Cantiflas fuera rescatista sería Jorge ‘Houston’, era la representación viva del pueblo mexicano”. Pero los espectadores no pudimos ver ese despliegue de carácter costumbrista que hizo popular a ‘Houston’ entre quienes se encontraban en la zona de desastre. Lo que sí pudimos ver fue cuando el rescatista de la sudadera estampada, a quien los periodistas en la zona describían como “un hombre de complexión delgada, piel blanca y cabello negro”, ingresaba o salía de alguno de los boquetes que se suponía conectaban con el lugar bajo los escombros donde se encontraba Frida Sofía.
De hecho, es a Jorge ‘Houston’ a quien Juárez Valladares está asistiendo cuando lo vemos entrar y salir de un boquete en la secuencia de imágenes varios párrafos arriba. Según me dijo Juárez Valladares, “Jorge era de esas personas que no creen en el gobierno y no quería que ningún marino lo tocara”. Por eso le pidió a él que lo asistiera con la soga y las herramientas cuando entró a buscar al supuesta sobreviviente que luego conoceríamos como Frida Sofía.
¿Por qué ingresó también Juárez Valladares al boquete? Según su relato:
No tengo cómo verificar esa parte del relato de Juárez Valladares, la Marina no respondió a mi solicitud y nadie ha sido capaz de ubicar a Jorge ‘Houston’, el “héroe anónimo” de la escuela Enrique Rébsamen. Pese a ello, el testimonio que da del desgobierno y desorganización que reinaban en el rescate del colegio Rébsamen coincide con lo que podido ir reconstruyendo y que, de hecho, todos pudimos ver a través de la televisión.
Lo que no coincide, al menos con el consenso general alcanzado tras las declaraciones y disculpas de los almirantes Vergara y Sarmiento, es su aseveración de que en las ruinas del colegio Rébsamen sí había personas vivas. Entre ellas una niña “llamada Frida, que no se llamó Frida, no sé ni por qué le pusieron Frida, se llamaba Sofía y estaba ahí”. Ella y el resto, según Juárez Valladares, habrían sido abandonados a su suerte por la Marina y el gobierno.
Cada vez que le pregunté si seguía pensando lo mismo, si se reafirmaba en lo dicho en su famoso video de Facebook, la voz de Juárez Valladares se quebró, lloró y me dijo que sí. También me dijo que llevaba varios días sin dormir y sentía fiebres.
No soy experto en estrés postraumático ni pretendo diagnosticar a nadie. Solo un profesional en psiquiatría, luego de auscultar a los pacientes, podría afirmar si es el caso, pero resulta útil ver los varios testimonios de los rescatistas -Juárez Valladares incluido- que afirmaron durante dos días que habían visto, oído o percibido a una niña a la luz de lo que sabemos ocurre con la memoria y el proceso de formación de recuerdos cuando nos enfrentamos a situaciones de estrés elevado.
Según explica el doctor Bessel van der Kolk en su libro 'The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma'The Body Keeps the Score: Brain, Mind, and Body in the Healing of Trauma, “enfrentados al horror, este sistema [de formación de memoria] se ve abrumado y se quiebra”. En estudios donde han replicado en laboratorio las condiciones que producen experiencias traumáticas, se ha descubierto que…
A sabiendas de la manera en que se comporta nuestro cerebro ante situaciones traumáticas, no podemos pretender que rescatistas voluntarios, sin mayor experiencia en zona de desastres ni en manejo de situaciones de alto estrés mantengan la calma, el orden y además se conviertan en voceros confiables cuando tienen una cámara o un micrófono delante.
No se puede decir lo mismo de profesionales entrenados y experimentados, como se supone que son dos altos oficiales de la Marina como los almirantes Vergara y Sarmiento, y el resto del personal militar que estuvo apostado en el colegio Rébsamen. Si bien estos también pueden ser presa del estrés postraumático, debido a su entrenamiento sí podría exigírseles cautela a la hora de manejar información delicada y que no contribuyan al caos informativo con declaraciones a cámara en vivo.
Fue así que una niña inexistente mantuvo en vilo a un país gracias a la cámara de eco que construyeron unas autoridades irresponsables -que además intentaron luego escurrir el bulto- y unos medios presos de la espectacularidad del directo, sobre las ruinas de un colegio en el que murieron 19 niños y siete adultos. Estos sí, todos de verdad. De ellos, un mes después, seguimos sin saber casi nada.
Diego Salazar es periodista y escribe en su blog de medios No hemos entendido nadaNo hemos entendido nada