A Ali Bongo no le ha dado tiempo ni a festejar la victoria. Minutos después de que la comisión electoral le declarara vencedor de las elecciones en Gabón con el 64,2%, una decena de militares ha salido en televisión anunciando la cancelación de los resultados y el fin de la dinastía de los Bongo.
Ali Bongo esperaba disfrutar de su tercer mandato. En 2009 había cogido el testigo tras la muerte de su padre, Omar Bongo, quien gobernó el país desde 1967. Sin embargo, su permanencia en el poder se había vuelto más difícil tras la oposición en 2016 y el infarto sufrido en 2018, por el que se temió por su vida y el cual le mantuvo meses tratándose en Arabia Saudí. Ahora está en “arresto domiciliario” y ha pedido ayuda a sus “amigos de todo el mundo”.
En el comunicado en televisión nacional, los militares se han proclamado como el Comité para la Transición y la Restauración de las Instituciones (CTRI), pero no se sabe quiénes son ni cuáles son sus intenciones más allá de “acabar con el régimen”. El medio Jeune Afrique ha dicho en exclusiva que son miembros de la guardia presidencial liderados por el general Brice Clotaire Oligui-Nguema quien, a su vez, es primo de Ali Bongo. Este, sin embargo, todavía no se ha pronunciado.
Se desconoce todavía si estos militares representan a todo el Ejército y si podrían tener resistencia, pero por el desarrollo de los acontecimientos y las imágenes difundidas, el golpe de Estado ha sido un éxito. Uno más que se suma al dominó en África.
Amenaza a las dictaduras familiares
Lo ocurrido en Gabón es el noveno golpe exitoso entre África Occidental y Central desde el año 2020. Se suma a los alzamientos en Mali (2), Burkina Faso (2), Sudán, Guinea, Chad y Níger. Este último, hace tan solo un mes. El triunfo de los militares en estos países sin una respuesta efectiva por parte de las instituciones continentales e internacionales sirve como un aliento para el dominó de sublevaciones, pero las causas son distintas.
Este es el primer golpe de Estado en África Central y sus características son muy distintas al de los otros países. Primero, Gabón no está en el Sahel como el resto de países, epicentro de la violencia yihadista, por lo que los problemas de inseguridad no son el motivo del golpe. Segundo, en todos esos países ha habido un largo historial de golpes de Estado desde sus independencias hace décadas. Tan solo Chad se asemeja a Gabón con una dinastía familiar, pero el golpe fue un autogolpe del Ejército para continuar esa dinastía colocando al hijo de Idriss Déby, Mahamat Déby.
Esta es, por lo tanto, la primera vez en la época reciente que unos militares deciden alzarse para derrocar una dinastía familiar por la fuerza. Los militares han alegado que la sublevación se debe a “una gobernanza irresponsable e impredecible que se traduce en un continuo deterioro de la cohesión social, con el riesgo de llevar al país al caos”.
La realidad es que los Bongo han gobernado con la connivencia del Ejército durante décadas y esta sublevación marca una señal a otros países sobre cómo los militares ya no temen a sus jefes, hasta el punto de que se consideran más poderosos y capaces echarlos y gobernar por sí mismos el país. El golpe de Estado en Gabón abre una puerta a golpes en otro tipo de países. Si hasta ahora estos se daban en países con inestabilidad política y terrorismo yihadista como en el Sahel, ahora también se pueden dar en dictaduras familiares.
La caída de la familia Bongo es un aviso para otros países vecinos con gobiernos familiares similares, como el de Paul Biya en Camerún, el jefe de Estado más anciano del mundo con 90 años, en el poder desde 1982; Denis Sassou-Nguesso, quien gobierna en República del Congo desde 1979, con un parón de cinco años; la familia Gnassingbé en Togo, que gobierna desde 1967 el país, primero Gnassingbé Eyadéma y desde 2005 su hijo Faure; y por último Teodoro Obiang en Guinea Ecuatorial, en el poder durante 44 años. El presidente de Camerún ha anunciado este jueves nuevos nombramientos en la unidad administrativa central del Ministerio de Defensa.
A excepción de Guinea Ecuatorial, excolonia española, el resto son excolonias francesas. Eso sí coincide con los otros países golpistas del Sahel y confirma la creciente pérdida de influencia del Elíseo en el continente.
Francia, mucho que perder
Las primeras imágenes que llegan de Libreville, capital del país, muestran manifestaciones a favor de los golpistas. En un país con una media de edad de 21 años, los Bongo llevaban gobernando 56 años ininterrumpidamente y la mayoría de ciudadanos no conocían otro poder.
Durante todo este tiempo, Gabón se ha mantenido como un aliado francés aunque, desde la llegada de Ali Bongo al poder, las relaciones se habían maltrecho. Su padre, Omar Bongo, se había acercado al Elíseo para afianzar su poder.
En 1975, Francia abrió a las afueras de la capital la base militar Camp de Gaulle. En su periodo de grandeza, llegó a tener más de 900 soldados de la 6ª División de Infantería, pero Macron había anunciado en febrero la reducción de tropas en África, incluyendo Gabón, donde hay estacionados en torno a 350 militares.
El futuro de la base militar está en entredicho, pero por el momento no hay señales de una presión para la salida de las tropas francesas por parte de los nuevos gobernantes militares. Así como en Níger y otros países se vieron banderas rusas en las primeras manifestaciones a favor del alzamiento, en este caso no ha sido así.
Por el momento, la primera consecuencia es económica. La empresa francesa Eramet ha anunciado que ha suspendido sus operaciones en la mina de Comilog, la mayor productora de manganeso del mundo, un mineral vital para el acero. Más de la mitad de las importaciones francesas de manganeso vienen de Gabón que, junto al petróleo crudo, suponen la mayoría de las exportaciones de este país a Francia.
Ahora, Francia se encuentra ante una situación complicada. El portavoz del Gobierno francés, Olivier Véran, ha condenado el golpe y ha pedido “respetar el resultado de las elecciones”, pero la realidad es que tiene poco margen de maniobra. A partir de aquí, mostrar un apoyo más firme significaría legitimar unas elecciones fraudulentas y una dictadura dinástica que ellos mismos han señalado como corrupta. En 2022 la justicia francesa imputó a cinco hijos de Omar Bongo por apropiación indebida de bienes públicos, lavado de dinero y corrupción “activa y pasiva”, calculando un valor de 85 millones de euros invertidos en propiedades en Francia.
Por el momento, las reacciones internacionales han sido diversas. La Unión Europea, en boca del alto representante de exteriores, Josep Borrell, ha dicho que el golpe “hace a la región más inestable” y que debatirán la ola de golpes de Estado en África con los ministros de Defensa de los países europeos, reunidos en Toledo.
Rusia por el momento no se ha pronunciado ni a favor ni en contra, mientras que China solo lo ha hecho para pedir que se garantice la seguridad de Ali Bongo. “No sacaría ninguna conclusión general (sobre la situación en varios países africanos), pero la situación en Gabón es motivo de profunda preocupación, estamos siguiendo de cerca lo que está sucediendo allí”, ha dicho el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov
El fin de los Bongo muestra la debilidad francesa y europea en el continente y el fracaso de una política que se apoyaba en élites dictatoriales cuyo amparo exterior ya no es suficiente para mantenerse en el poder.
Los militares, envalentonados ante el éxito de otros como ellos en países vecinos, se lanzan a acabar con gobiernos cleptómanos con el apoyo ciudadano. Esta ola de golpes muestra una estacada a la democracia, que deja de ser considerada una opción para acabar con dictaduras, en beneficio de la fuerza militar.