Garrett Graff, periodista e historiador, lleva años documentando momentos clave para la seguridad nacional y la política de Estados Unidos. Mientras seguía la investigación del fiscal especial Robert Mueller sobre Donald Trump y sus conexiones con Vladímir Putin en las elecciones de 2016 que llevaron al primer impeachment, Graff empezó a indagar sobre la última vez que había habido un juicio político contra un presidente, Richard Nixon.
Entonces le sorprendió “lo diferente que es la historia del Watergate de la que conocemos, la que se nos transmitió o la que recordamos”. También se encontró una historia “más extraña, salvaje y oscura”. El resultado es Watergate: A New History, recién publicado en inglés y el libro más completo editado hasta ahora sobre el escándalo y lo que pasó antes y después, con información actualizada y corrección de errores de otras fuentes. El detallado libro retrata el intento de robo y espionaje a la sede demócrata en el edificio Watergate del que este viernes se cumplen 50 años —fue el 17 de junio de 1972— no como un accidente, sino como un reflejo de la mentalidad y manera habitual de comportarse del Gobierno de Nixon.
Mientras hablamos por teléfono, saltan las notificaciones del New York Times sobre las audiencias en el Congreso que investigan el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 por el que Trump pasó por el segundo impeachment.
Un comentario común es que el Watergate fue algo menor en comparación con otros momentos de la política actual. O que lo grave fue el encubrimiento. Pero usted argumenta que los crímenes que se trataban de encubrir, en realidad, fueron graves.
Esto es parte de lo que malinterpretamos sobre el Watergate: el mensaje que se transmitió sobre que “el encubrimiento siempre es peor que el crimen”. Pero, en realidad, los crímenes en el Watergate fueron muchos y bastante nefastos. El Watergate trata menos del robo del 17 de junio de 1972 y más de una mentalidad que tenía la Casa Blanca de Nixon, de conspiración criminal, paranoica y oscura que reúne una docena de escándalos distintos pero interrelacionados que conforman el paraguas de lo que ahora llamamos Watergate.
No un simple robo de tercera categoría…
El intento de robo fue de tercera categoría. Fue como una broma total en medio de algo más grande. Los criminales, los métodos y las conspiraciones ya se estaban desarrollando dentro de la Casa Blanca de Nixon de modo que no podían aclarar qué había pasado en el robo porque si lo hacían, eso descubriría otros delitos que estaban sucediendo dentro de la Casa Blanca de Nixon al mismo tiempo.
Todavía no está claro quién ordenó el asalto y qué estaban buscando los asaltantes, y en el libro explica varias posibilidades con detalle. ¿Cuál cree que fue la razón más plausible?
La respuesta más plausible es la compleja, es decir, que probablemente hubo dos o tres motivos diferentes que se desarrollaron a la vez dentro del equipo encargado del robo, y que los ladrones no estaban siendo sinceros entre sí sobre lo que estaban haciendo. Y creo que el escenario más probable es que las escuchas telefónicas fueran una parte de eso. Casi con certeza hubo un esfuerzo para descubrir qué trapos sucios tenían los demócratas sobre Richard Nixon o para descubrir trapos sucios sobre los demócratas y sus habilidades. Es muy posible que haya hasta tres motivos diferentes a la vez. También parece bastante claro que la CIA sabía mucho sobre lo que estaba ocurriendo esa noche. ¿La CIA trató de sabotear el robo esa noche? Es una pregunta intrigante.
¿Y hay alguna documentación clasificada o en alguna parte que pueda aclarar esto?
Creo que todavía podría haber algunos documentos que arrojen un poco más de luz al respecto. Pero creo que nunca sabremos la verdad completa del robo del Watergate porque muchos de los participantes clave han muerto sin contar la historia completa.
¿Es ese tipo de misterio lo que podría explicar la fascinación que todavía tenemos por el Watergate 50 años después?
En realidad, no creo que la mayoría de la gente se dé cuenta de cuántas preguntas aún no se han resuelto. Lo que impulsa nuestra fascinación es que fue un punto de inflexión para Estados Unidos y que fue un momento muy importante en términos de cómo cambió nuestro gobierno y nuestra política, y cómo cambió el periodismo. En muchos sentidos, creó una narrativa periodística heroica muy importante para el periodismo y para la historia que los periodistas cuentan sobre sí mismos. También creó nuestro gobierno moderno, nuestra política moderna, y marcó cómo piensan los estadounidenses sobre la presidencia. El Watergate llevó a muchas de nuestras reformas democráticas en cuanto a libertades civiles y privacidad y protecciones contra la vigilancia del gobierno y el control de arriba a abajo. Creo que el Watergate es la línea divisoria entre nuestra vieja política y nuestra nueva política.
¿Tuvo entonces un efecto positivo?
En muchos sentidos, el Watergate es una historia esperanzadora. Es una historia sobre cómo funciona nuestro gobierno y nuestra democracia, sobre cómo nos enfrentamos a un presidente corrupto y que abusaba del poder, lo sacamos de su cargo y lo llevamos ante la justicia. Y al mismo tiempo llevó a un increíble período de reforma de la democracia. Hasta ahora. Una de las cosas que me preocupa ahora es que todavía no estamos viendo el mismo apetito de abordar los abusos de poder de Donald Trump.
Nunca sabremos la verdad completa del robo del Watergate, porque muchos de los participantes clave han muerto sin contar la historia completa
¿Habló con Mueller sobre el Watergate?
No, no llegué a hacerlo. Su investigación aún estaba en curso durante gran parte del tiempo que estuve trabajando en el libro. Pero sí hablé con su equipo después. Y creo que uno de los paralelismos realmente fuertes es la soledad que supone investigar a un presidente. Hay muchos paralelismos entre el trabajo de Archibald Cox y Leon Jaworski (los fiscales que investigaron a Nixon) y el trabajo de la investigación de Mueller.
¿Por qué un trabajo terminó con la dimisión del presidente y el otro con un presidente que incluso podría volver a ser candidato?
La respuesta está en el Congreso. La diferencia fueron los republicanos en el Congreso que específicamente vimos en el Watergate, los republicanos del Congreso en ese momento. De manera aún más amplia, el liderazgo republicano participó en el proceso con la mente abierta: estaban abiertos a ver dónde conducía la evidencia. Y entendieron que, como miembros de la rama co-legislativa del gobierno, ellos tenían un papel distinto al de ser simplemente republicanos. La rama legislativa en nuestro sistema de frenos y contrapesos tiene que llevar a la presidencia a rendir cuentas. Y así trabajaron para mantener a raya los peores abusos del poder ejecutivo y castigar esos abusos. Actuaron primero como miembros del Congreso y después como republicanos. Y eso fue cierto en todo el espectro político. Fueron moderados como Lowell Weicker, republicanos tradicionales como Howard Baker e incluso los más estridentes del ala conservadora como Barry Goldwater: todos juntos entendieron que tenían un papel que desempeñar como miembros del Congreso primero y republicanos después. En cambio, hoy ves ese cálculo invertido y ves a muchos republicanos actuando primero como republicanos y sólo en segundo lugar como miembros del Congreso, con Liz Cheney y Adam Kinzinger como excepciones.
¿Y el papel de los periodistas? En el caso de las investigaciones periodísticas sobre Trump fueron incluso más profundas que durante el Watergate. Pero obviamente el impacto no fue el mismo. ¿Por qué?
La respuesta también es el Congreso. La historia del Watergate es la historia de la delicada danza de nuestro sistema, de controles y equilibrios en la democracia estadounidense, donde todos tienen que hacer su parte. No funciona si ciertas personas se detienen y no hacen su papel. La principal diferencia entre Nixon y Trump es que el Congreso no funcionó porque los republicanos en el Congreso hicieron que no funcionara.
¿Y qué tienen en común Nixon y Trump?
Tanto en los años de Nixon como en los años de Trump, el sentido de agravio y una mentalidad criminal oscura, paranoica y conspiradora que llevaron a sus presidencias, penetra en todas sus acciones y lleva a toda una familia de escándalos relacionados.
Una de las cosas que trato de hacer con este libro es mostrar cómo se relacionaron todos los escándalos de los años de Nixon. El Watergate no fue un solo evento. Y creo que ahora estamos llegando a entender lo mismo, a medida que pasa el tiempo, con la Administración Trump: cómo el ataque ruso a las elecciones de 2016 y la investigación de Mueller llevaron a la llamada telefónica para presionar al presidente de Ucrania y al primer juicio político, lo que llevó a las mentiras sobre las elecciones de 2020 y la insurrección del 6 de enero y, en última instancia, al segundo juicio político.
La principal diferencia entre Nixon y Trump es que el Congreso no funcionó porque los republicanos en el Congreso hicieron que no funcionara
Pero Nixon hizo algunas cosas buenas…
Sí. Hablo de esto, obviamente, en la introducción del libro. Para mí, una de las grandes tragedias de los años de Nixon es que estuvo tan cerca de alcanzar la grandeza que quería… Y, sin embargo, no podía apartarse de ese camino oscuro. Y creo que uno de los desafíos de comparar a Nixon con Trump es que Nixon tenía un verdadero sentido de propósito como político. Él amaba a Estados Unidos, amaba la democracia estadounidense y amaba la política. Y Donald Trump, en comparación, no creo que se haya despertado ni una mañana de su vida sin preguntarse qué es lo mejor que puede hacer para sí mismo, no creo que haya pensado nunca en qué es lo mejor para el país.
En el proceso de documentación, ¿descubrió muchos errores? ¿Quería corregir el registro de la historia?
Sí. Pero el objetivo del libro era sobre todo incorporar todo lo que sabemos ahora en nuestra comprensión del Watergate. El desafío para mí fue que mucho de lo que pensamos, mucho de lo recordamos del Watergate es incorrecto. Mi esperanza era tratar de volver a contar la historia del Watergate con toda la información nueva que hemos recopilado para mostrar cómo todos estos eventos están interconectados.
¿Y hubo algo en particular que le sorprendió más?
Un par de cosas me sorprendieron, ya hemos hablado un poco sobre ellas. Una, cuántas preguntas sin respuesta quedan sobre el Watergate. Dos, la profundidad y amplitud de los crímenes de la Casa Blanca de Nixon. Yo desde luego no entendía cuán amplias y cuántas eran las maquinaciones criminales en las que estuvo involucrada la Casa Blanca de Nixon. También me sorprendió cuán larga es nuestra memoria cultural popular del Watergate. La historia que nos transmite Todos los hombres del presidente, tanto el libro como la película, es la idea de que eran dos periodistas contra un presidente. Y eso no es exacto en absoluto. Y tratar de recordar esa constelación completa de héroes que fueron necesarios para que el Watergate funcionara es gran parte de lo que he tratado hacer con este libro.
Creo que el Watergate es la línea divisoria entre nuestra vieja política y nuestra nueva política
Martha Mitchell está por fin en su libro después de años de olvido. Hasta el podcast Slow Burn de 2017 no sabía casi nada sobre ella, sobre esta persona que obviamente fue muy relevante en esos años. ¿Por qué cree que estuvo tan ausente del relato durante décadas?
Creo que este es un gran ejemplo de los versos de Lin-Manuel Miranda de “quién vive, quién muere, quién cuenta tu historia” (“Who Lives, Who Dies, Who Tells Your Story”, del musical Hamilton). Martha Mitchell era una figura muy importante en ese momento y murió casi inmediatamente después del Watergate. Ella murió, rota y sola, en 1976. Y por eso no estaba ahí para contar su historia. Y no tuvo gente tratando de contar su historia por ella. El Watergate que recordamos es, en muchos sentidos, el que nos han transmitido Richard Nixon, Bob Woodward, Carl Bernstein y John Dean, que son quienes han vivido durante más tiempo después del Watergate y han podido contar su historia y moldear nuestra memoria colectiva con sus historias.
Como Martha, ¿hay otros personajes que fueron clave y fueron pasados ââpor alto por quién contó la historia?
Sí. Martha Mitchell ciertamente destaca en esa categoría. El trabajo de los fiscales especiales también. Y luego los agentes del FBI. Angelo Lano, el principal investigador del FBI de Watergate: su nombre no aparece ni una vez en el libro de Woodward y Bernstein, aunque es alguien que fue tanto una fuente como un antagonista para ellos a través de sus informes. Y gran parte de sus artículos en el Washington Post sólo perseguían el trabajo que Angelo Lano y sus compañeros del FBI ya habían hecho.
¿Fueron los héroes de la historia más que Mark Felt o John Dean?
Sí, creo que sí. Ahora que sabemos quién es Garganta Profunda no veo mucho heroísmo en Mark Felt. Veo a un burócrata amargado tratando de jugar a la política de sucesión en el cargo, no la persona que pensábamos que estaba tratando de proteger la democracia estadounidense.
¿La película Todos los hombres del presidente ayudó o perjudicó nuestra comprensión de lo que sucedió?
La película es una obra maestra cinematográfica, una de las grandes películas americanas del siglo XX. Al mismo tiempo, creo que simplifica demasiado la historia del Watergate de una manera que hace que sea fácil olvidar lo duro que es el trabajo necesario para preservar la democracia estadounidense.
Nixon ganó las elecciones de 1972 por goleada pese a que hubo mucha información publicada también antes de las elecciones. ¿Por qué no tuvo tanto efecto al principio?
El Watergate fue un asunto secundario durante gran parte de los primeros nueve meses del escándalo posterior al robo. Y realmente no tomó impulso y captó la atención de Estados Unidos hasta marzo de 1973, cuando el encubrimiento se desmoronó y James McCord mostró evidencias en contra de la Casa Blanca de Nixon y escribió una carta dramática al juez Sirica en la que decía que hubo perjurio en su juicio.
¿Y por qué cree que el New York Times tardó en entrar en la historia pese a las exclusivas del Washington Post?
En parte fue porque el Times tenía su propio desafío en ese momento por la sucesión de cargos y una reorganización del liderazgo. Así que estaba distraído internamente. Y también pasó en los medios que muchos reporteros simplemente se creyeron los desmentidos de Richard Nixon. El presidente había negado su participación en el robo, y creyeron que ese era el final de la historia.
'Todos los hombres del presidente' simplifica demasiado la historia del Watergate de una manera que hace que sea fácil olvidar lo duro que es el trabajo necesario para preservar la democracia estadounidense
Mientras hablamos saltan alertas de diarios sobre las audiencias del asalto al Capitolio en 2021. Es irónico que todo esté sucediendo en el aniversario. ¿Hay alguna lección del Watergate que Estados Unidos aún podría aprender o volver a aprender?
Sí, al menos un par. Una es cuán necesario es pedir cuentas a los presidentes corruptos. Nuestro sistema depende de que las personas estén dispuestas a hacer su parte para proteger la democracia. La segunda gran lección que podemos aplicar a la investigación del 6 de enero de 2021 es sobre lo cuidadoso que fue el comité del Watergate al presentar evidencia al pueblo estadounidense y mostrar un argumento convincente y la historia completa. Y eso es lo que espero que veamos en el comité del 6 de enero en las próximas dos semanas.