Los prolegómenos de la ceremonia de inauguración de la embajada de EEUU este lunes en Jerusalén bien podían haber sido retransmitidos desde la alfombra roja de un festival de cine, si no hubiera sido porque el acto comenzó con las noticias de las primeras muertes en Gaza.
A Jared Kushner e Ivanka Trump sólo les faltó la alfombra roja, dado el gran número de invitados que se pusieron a grabar su entrada con sus teléfonos móviles. “Estoy orgulloso de estar hoy aquí en Jerusalén, el corazón del pueblo judío”, comenzó diciendo el yerno de Donald Trump y su enviado especial con la presunta misión de promover la paz entre israelíes y palestinos.
“Ha quedado demostrado cómo cuando el presidente hace una promesa luego la cumple”, continuó Kushner. “No sólo en lo relativo al traslado de la embajada a Jerusalén, sino también en relación a nuestra salida del pacto nuclear con Irán”, añadió, provocando los aplausos de los entregados presentes.
En primera fila le escuchaba atenta su mujer, que luego fue la encargada de descubrir una enorme placa para inaugurar un proceso de traslado que durará entre cinco y diez años, según aseguraba un funcionario del actual consulado general. Junto a ella, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu y su mujer, Sara. Y también en primera fila, el multimillonario de los casinos de Las Vegas y Macao Sheldon Adelson, quien proporcionó apoyo financiero a la campaña de Trump y financia el periódico que es el principal sostén mediático de Netanyahu en Israel.
La ceremonia también incluyó numerosas metáforas bíblicas gracias a la intervención de dos pastores evangélicos norteamericanos. Uno de ellos conocido porque dijo que los judíos irían al infierno, y el otro porque afirmó que Hitler formaba parte del plan de Dios para devolver a los judíos a Israel. A pesar de esas afirmaciones, estaban allí al ser los líderes evangélicos más partidarios de la causa de Israel.
Masacre en la frontera con Gaza
Mientras se celebraba esta ceremonia, en la frontera de Gaza los militares israelíes reprimían con fuego real la Marcha del Retorno que comenzó el 30 de marzo con la conmemoración del “Día de la tierra”.
Concebida inicialmente como una secuencia de acciones de resistencia no violenta –con el triple objetivo de volver a colocar la cuestión palestina en la agenda internacional de la que ha quedado totalmente relegada, denunciar la grave crisis humanitaria que atraviesa Gaza debido al bloqueo a la que se ha visto sometida desde 2007 y reclamar el derecho del retorno de los cinco millones de refugiados que continúan en el exilio– las movilizaciones se tiñeron de sangre desde el primer día.
Si esa primera jornada del “Día de la tierra” los francotiradores mataron a 17 palestinos, y durante los viernes siguientes la cifra de muertos ascendió hasta los 45, el lunes se cobró la vida de otros 58, siete de ellos menores.
La matanza se produjo por la decisión del Ejército israelí de no aplicar sus propias reglas, según las cuales se prohíbe disparar a matar si el atacante no supone un peligro para la vida de los soldados. Los francotiradores dispararon a los manifestantes, a los periodistas y al personal sanitario.
Si bien esta cifra de muertos es ya de por sí espeluznante para tratarse de un Estado que dice defender los valores democráticos y occidentales –tal como aseguraron repetidamente el presidente Rivlin y el primer ministro Netanyahu en la ceremonia de la embajada– este martes en que se conmemora el “Día de la Nakba” –o de la catástrofe nacional palestina–, este dramático balance bien podría ser superado.
Y todo a días de que comience el primer viernes de Ramadán y cuando las muertes de palestinos podrían convertirse en la semilla que haga germinar una cuarta guerra de Gaza que, según el ministro israelí de Defensa, Avigdor Lieberman, sería “la última y definitiva”, y en la que los muertos se contarían no por decenas, sino por miles.