- El abogado y profesor empieza su andadura con polémica, a raíz de los estudios que figuran en su currículum y que aparentemente no realizó
El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, ha encomendado a Giuseppe Conte la formación de un nuevo Gobierno para Italia, 80 días después de las elecciones del 4 de marzo. En su primera aparición pública, Conte ha asegurado que quiere ser el “abogado defensor del pueblo italiano”.
El abogado y profesor es la persona que Luigi Di Maio y Matteo Salvini señalaron el lunes pasado para el cargo de primer ministro tras el acuerdo de las dos formaciones que lideran, el Movimiento 5 Estrellas y la Liga. Pero ha habido que esperar dos días más para que llegara la convocatoria de Conte al palacio presidencial.
Los relojes vuelven a correr en los palacios romanos y se acerca el desenlace de la crisis abierta con el incierto resultado electoral. En los dos días de suspense previos a la invitación al Quirinale, Italia tuvo tiempo de saber quién es el tal Giuseppe Conte: 53 años, originario de la región de Apulia, al Sur del país, titular de un importante despacho legal en Roma, catedrático de Derecho en una universidad privada de la capital, con el vicio (no tan raro entre aspirantes políticos) de inflar el currículum y con alguna cuestión con Hacienda.
En esas 48 horas, Mattarella y sus colaboradores permanecieron mudos. Escudriñaron su carrera, estudiaron su perfil e intentaron averiguar si puede contar con la aprobación de ambas cámaras. Pero, sobre todo, el presidente se tomó dos días para reconquistar el protagonismo en el proceso de formación de un gabinete que la Constitución le atribuye al Jefe de Estado y no a los líderes de dos partidos antagonistas que encontraron la armonía sacando de la chistera a un “gran profesional” (definición de Salvini) que nadie votó. Tomándose su tiempo, el presidente de la República reconstruyó algo del marco institucional que las fuerzas auto proclamadas anti-sistema se saltaron por completo.
Al salir de sus citas con el presidente el lunes, Di Maio y Salvini no ahorraron sonrisas seguras y declaraciones triunfales. “Hemos propuesto una persona de alto perfil”, proclamó el primero. “Presentamos un listado de temas y un equipo de ministros”, dijo el segundo. “No hicieron nada para guardar las apariencias, para reconocer al Jefe de Estado el pleno respeto de su rol”, comenta Stefano Folli en La Repubblica. “Quisieron demostrar a todo el mundo, tanto al Palacio como a la opinión pública, que los que ahora tienen el poder político son ellos”, apunta el analista.
Di Maio y Salvini se han saltado los trámites y los tiempos institucionales, poniendo encima de la mesa de un irritado Mattarella el nombre del presidente del consejo, la lista de ministros y un programa (que ellos llaman “contrato”) cerrado, sellado y firmado. Como dos escolares que se presentan con las tareas hechas, Di Maio y Salvini esperaban dar en la diana y aprobar enseguida. Pero no.
En lugar de apresurarse a otorgar su bendición, Mattarella convocó el martes a los presidentes del Congreso y del Senado. Se quedó callado otra tarde, otra noche y una tarde más.
Dudas sobre sus estudios en Nueva York
En plena reflexión del Quirinale, mientras todos los telediarios y los periódicos abrían explicando quién es ese anónimo abogado que de repente iba a ser primer ministro, explotó el caso de currículum “maquillado”: ni el New York Times ni los diarios italianos pudieron confirmar que Conte estuviese matriculado en la la New York University, tal y como contaba su hoja de vida. “Son tonterías que se cuentan porque nos tienen miedo”, zanjó Di Maio para defender a Conte. “Hay una mayoría y el Jefe de Estado tiene que respetar la voluntad popular”, dijo, aún más agresivo, Alessandro di Battista, rostro popular del Movimiento 5 estrellas, que decidió no presentarse a las elecciones.
“Las dudas de Mattarella no tienen que ver con el currículum de Conte, sino con su legitimidad política”, analiza Marzio Breda en el Corriere della Sera. “Nadie pone en duda el respeto de ‘la voluntad popular’, pero lo que le quita el sueño a Mattarella es el equilibrio institucional de nuestra democracia parlamentaria”, asegura el periodista. Los dos líderes, jóvenes y entusiastas, se presentaron con el papeleo lijado y cerrado, arrinconando al presidente de la República en la esquina de un mero ejecutor. Además, Mattarella sabe que los números de esta inédita mayoría no son tan seguros: en el Senado, el gobierno amarillo-verde tendría como mucho seis votos de ventaja.
Puede que la extrañeza de estos momentos para los italianos se produzca porque “estamos escribiendo la Historia”, como le gusta decir a Di Maio. O porque lo que se cocina es nada menos que “el gobierno del cambio”, expresión usual de Salvini. Sin embargo, más allá de saltarse los trámites institucionales, al puentear al presidente de la República y olvidarse del Parlamento, los partidos del cambio están escribiendo la Historia con un alfabeto muy similar al que utilizaban los tan criticados partidos ‘de la casta’: con encuentros y acuerdos a puertas cerradas, con mediaciones y compromisos en los respectivos programas, con la propuesta de un tecnócrata que nadie ha votado ni elegido, sin experiencia alguna en la delicada maquinaria que va a dirigir. Muchos creen que para ser el arranque de la Tercera República, se parece bastante a la segunda.